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Hubo tregua en el Senado

No dejó de ser una amenaza de tormenta en un cielo ya de por sí bastante nublado. La promesa de la duhaldista bonaerense Mabel Müller de plantear en el recinto del Senado una cuestión de privilegio contra el jefe de la bancada oficialista, Miguel Angel Piche-tto, por declaraciones que éste hizo sobre anteriores dichos de Daniel Scioli, quedó en la nada. Los teléfonos y las gestiones de buenos oficios del chubutense Marcelo Guinle y del propio Scioli desactivaron una catarata de cruces verbales que, más allá del resultado cantado en favor del oficialismo, hubiera teñido definitivamente el funcionamiento del cuerpo. Por la mañana, Müller había continuado su ofensiva contra el kirchnerismo. En apariciones radiales le pidió a Cristina Fernández de Kirchner que les pusiera nombres a los que participarían del complot que había denunciado en el acto de lanzamiento de la campaña en Rosario.
La sesión legislativa amenazaba con terminar en escándalo. Fue Guinle, presidente provisional del Senado y tercero en la línea de sucesión presidencial, el primero en levantar un teléfono. Su interlocutor fue Scioli. El pedido fue claro: le reclamó que hablara con Müller para que ésta abandonara la idea de pedir la cuestión de privilegio. Luego de una semana en la que estuvo en el centro de la interna, Scioli no tuvo mayores dudas. Le agradeció a la duhaldista su apoyo, pero le pidió que desistiera de plantear el tema en el recinto. El llamado a la cordura no cayó en el vacío. Así fue que a Müller no se la vio por el Senado. No participó de la habitual reunión de bloque y tampoco ocupó su banca en el recinto. Fue Eduardo Camaño (ver aparte) el que hizo trabajo de posta en la estrategia duhaldista. Pero ésa es otra historia, aunque se trate de la misma interna.

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