EL PAíS
OTRAS VOCES
- Ricardo Sidicaro, sociólogo: “Alfonsín registra bien el fin de una época y no está mal que se retire. Él, incluso para preservación de la democracia, tendrá que quedar como un símbolo de la mejor época de las instituciones. La acción política a veces hace perder la visión de las funciones trascendentes que se han cumplido. Sería una lástima que no pudiera despegarse de la degradación actual de la escena política. Que el papel rector por el que entrará a la historia y que podría tener hacia adelante no se menoscabe por errores que le imponga la situación actual”.
- Luis Alberto Quevedo, politólogo: “El ciclo de Alfonsín, quien en el ‘83 fue un hombre revolucionario en la política argentina, ya concluyó hace algunos años. Fue muy importante en la transición y cumplió un ciclo en la tradición democrática. Debería dar un paso al costado, no sólo por una cuestión de edad, sino de concepción política, relación con el electorado y pérdida de legitimidad dentro de la sociedad y su partido. Debería ser un hombre de referencia política en forma externa”.
- Fortunato Mallimaci, sociólogo: “La renuncia de Alfonsín es una muestra más de la profunda crisis que atraviesan los partidos mayoritarios que gobernaron en la Argentina desde la llegada de la democracia: no fueron capaces de responder a las expectativas de sus electorados y se transformaron en burocracias funcionales al partido de los negocios. La urgencia del momento es recrear nuevas alternativas partidarias que no administren la crisis sino que la enfrenten. De esto se sale con más política, más democracia, más Estado y más movimientos sociales. De allí la importancia de crear una cultura de ciudadanía. La desilusión popular no debe llevar al abandono de la política, porque serán las empresas, los organismos financieros internacionales y los medios de comunicación concentrados (en una palabra, el mercado) quienes impondrán su “orden”, sus “prioridades” y su modelo autoritario de país”.