Martes, 27 de junio de 2006 | Hoy
Por C. A.
“La discriminación no es un acto de mala conciencia, sino una regulación cultural configurada en algo más que en unas mentes confundidas con gorras. Es una práctica de la que el Estado es responsable, el que hasta la fecha no reconoce ningún tipo de compensación a pesar de las muertes y la opresión que la discriminación produce.” El filósofo Flavio Rapisardi, autor del libro Fiestas, baños y exilios, los gays porteños bajo la última dictadura y coordinador del Area de Estudios Queer, trabajó sobre la represión de los militares a los gays entre 1976 y 1983 y en su libro narra las peripecias y la tragedia de los homosexuales cuyas fiestas eran “reventadas” por patotas y a pesar de la represión eran un lugar de resistencia.
–¿Cómo interpreta el accionar de la policía?
–La discriminación es un complejo dispositivo. Actuar sobre una fiesta no fue un exceso policial, sino un aviso disciplinador sobre prácticas de goce, y en especial de este tipo de sociabilidad que suele organizarse en una zona límite entre el mercado y la organización autónona al incipiente circuito comercial gay.
–Ya apartaron a los policías de sus puestos. ¿Esto es un avance?
–La razzia a la fiesta privada puso nuevamente en el tapete que la discriminación está atada al funcionamiento mafioso de la corporación policial y sus aliados judiciales y políticos. La política antidiscriminatoria debe pasar por derogar los códigos de faltas y todas las excusas pseudolegales con que se reprime a la comunidad gay.
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