Miércoles, 25 de julio de 2007 | Hoy
En un almuerzo con los representantes de las compañías españolas con intereses en la Argentina se habló de los temas que más preocupan al empresariado: la inflación, la crisis energética y las relaciones con el venezolano Hugo Chávez.
Por O. G.
desde Madrid
Cristina Fernández de Kirchner se enfrentó ayer en Madrid a la parte más difícil de su gira española: un almuerzo con la crema del empresariado ibérico con intereses económicos en Argentina, organizado por el influyente Foro Nueva Economía. Y lo hizo asegurándoles continuidad con respecto a las políticas aplicadas por el gobierno de su marido, un dato que no a todos los presentes les resultó de buen agrado. La flamante candidata presidencial no entró en el espinoso tema de la actualización del valor de las tarifas, un tema que tienen muy presente la mayoría de las empresas de servicios españolas con inversiones en el país. Aunque sí reconoció su preocupación ante el fenómeno inflacionario, aceptando que “en un país como Argentina, sometido durante décadas a una inflación estructural, es algo que siempre aletea sobre nosotros”. En otro pasaje de su discurso, CFK sostuvo que “hay que canalizar democráticamente el conflicto social” y apeló a la “responsabilidad social de los empresarios”, que deben preocuparse por sostener políticas económicas que sean “sustentables socialmente”. Con elegancia, defendió las relaciones del gobierno argentino con el presidente venezolano, Hugo Chávez, recordando que el Mercosur tiene una cláusula que exige que los gobiernos “sean democráticos”, en alusión a la legitimidad política del mandatario.
El clima distendido que se respiraba en las lujosas habitaciones del céntrico hotel Ritz no alcanzaba a reflejar las tensiones subterráneas que precedieron el encuentro. No en vano la senadora arrancó su discurso recordando las “crisis de legalidad y legitimidad” que azotaron a la Argentina neoliberal de los años noventa y la “cumbre borrascosa” que sostuvo su esposo apenas asumió la presidencia, en julio de 2003, en Madrid con los mismos empresarios que ayer se sentaron frente a ella a escuchar sus propuestas.
En aquella recordada reunión –“Presidente, usted nos ha puesto a parir”, le dijo entonces el titular del Ceoe, José María Cuevas–, Néstor Kirchner tuvo que “hablar más alto” que los empresarios, sostuvo Cristina, aunque “no con autoritarismo”, en referencia a la imagen que muchos medios de comunicación local tienen de la actual administración argentina. “Nosotros defendemos intereses distintos a los de los empresarios”, advirtió, al tiempo que reafirmó su posicionamiento “dentro de un espacio político progresista” que ha logrado sacar a la Argentina de la crisis profunda a la que la llevaron las políticas ortodoxas que recomendaba el FMI.
La conferencia fue abierta por Trinidad Jiménez, secretaria de Estado para Iberoamérica del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, quien se refirió a ella como “una amiga, a la que le deseo mucha suerte en su aventura presidencial”. Luego Cristina pronunció un discurso improvisado, para someterse luego del almuerzo –donde no faltaron excelentes vinos argentinos, empanadas y lomo– a una ronda de preguntas que le realizaron empresarios periodistas. Allí surgieron los temas espinosos que más preocupan al empresariado español: la inflación, la crisis energética y las relaciones del país con el venezolano Hugo Chávez.
Cristina reconoció que la inflación es un problema, ya que “la mayor parte de nuestra deuda externa, cerca del 42 por ciento, está contratada bajo el índice CER (coeficiente de estabilización de referencia) y cada punto de inflación significa anualmente 421 millones de dólares más, por lo tanto un punto de inflación o un punto menos significa o no un buen negocio para los tenedores de deuda externa”. El argumento que la senadora esgrimió ayer en diversos momentos es que dar la sensación de que en la Argentina existe una inflación mayor a la que mide el Indec es también un negocio para algunos. “Mi amigo del Banco Santander sabe bien de lo que estoy hablando”, aclaró después, refiriéndose al banquero Francisco Luzón, presente en el evento.
Con respecto a las relaciones con Hugo Chávez, la candidata prefirió no entrar en polémicas con los empresarios españoles y se limitó a defender la legitimidad del venezolano, señalando que era un mandatario elegido democráticamente. El problema es que los presidentes que lo precedieron en Venezuela, aclaró, habían realizado contratos de venta de petróleo barato a Estados Unidos y ahora esto se ha acabado. “No nos tenemos que confundir”, explicó, al tiempo que resaltaba que en América latina existen dos países de gran importancia a la hora de plantearse la resolución de las crisis energéticas: Venezuela, por su petróleo, y Bolivia, por su gas.
Entre los empresarios no se hicieron esperar las reacciones, aunque ninguno de ellos quiso hacerlas públicas. En riguroso off the record uno de los presentes manifestó a Página/12 que luego de escuchar a la candidata le siguieron quedando dudas respecto de la continuidad de la bonanza económica argentina. Otros manifestaron su preocupación por los últimos casos de corrupción que se ventilaron y también sobre la estabilidad en las reglas del juego a largo plazo.
Cristina intentó tranquilizarlos defendiendo la calidad institucional que logró el actual gobierno al renovar la cuestionada Corte Suprema, al tiempo que defendió su propuesta de diálogo social “entre trabajadores, empresarios y Estado” como un modo de canalizar la conflictividad que ha traído la bonanza económica. “Prefiero estos conflictos y no otros”, concluyó.
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