Miércoles, 5 de septiembre de 2007 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Mario Wainfeld
El primer incentivo para las suspicacias fue el desarrollo del escrutinio, que parecía comandado por el general Alais. Lentísimo, cotejado con la simultánea y homologable votación en Santa Fe. Se hizo despacio pero, eso sí, mal: fue manipulado. Es imposible que la suma parcial y aleatoria de dos padrones muy disímiles (la capital muy favorable a Luis Juez, el interior muy volcado a Juan Scharetti) sólo produjera la primacía del opositor durante unos pocos minutos. A esos detalles, rotundos pero sutiles, se agregó un clásico. El corte de luz y un desalojo de los periodistas en plena madrugada.
El segundo aliciente son algunos detalles conseguidos en las primeras horas por el juecismo. Las planillas oficiales computaron más urnas que las que realmente había, es decir, se incorporó a la historia de la democracia argentina la urna virtual. Olga Riutort, peronista disidente, fue favorecida por algunos votos a gobernadora siendo que sólo había competido por la intendencia de la capital. La confusión producida por la Justicia electoral, que no suministra datos mesa por mesa, dificulta que se detecten velozmente nuevas perlas.
El tercer estímulo a las dudas son las vinculaciones entre dirigentes. El delasotista Schiaretti era apoyado con armas y petates desde el Ministerio nacional de Planificación. Julio De Vido, que tiene un pendant notable a favor del peronismo más rancio, era uno de sus sostenes. El secretario de Transporte, Ricardo Jaime, estableció una urdimbre más compleja, jugó fuerte a favor de Schiaretti y reclama un lugar en la lista de diputados nacionales por la provincia. Afanoso de tener una salida coqueta del gobierno y seguramente ávido de fueros parlamentarios, dobló esa apuesta compartiendo palco con Schiaretti, exultante. Esa red se hace llamativa si se toma en cuenta que el Correo Argentino, estatal, gira en la órbita de Planificación y está envuelto en dudas acerca de su desempeño el domingo. Que la máxima autoridad del Correo sea un dirigente peronista cordobés, Eduardo Di Cola, podría ser sólo causalidad. O no.
En ese contexto, la exigua diferencia final alimenta el escepticismo, que sólo podrá dejarse de lado si se realiza un recuento vigilado, transparente. El Tribunal Superior de la provincia instó a la jueza electoral a ponerse las pilas. Hasta ahora, por decir lo mínimo, fue funcional a la desidia informativa y la desprolijidad.
Juez reclama con razón el conteo voto a voto aunque todavía no ha producido prueba suficiente como para documentar el fraude que alega. El gobernador José Manuel de la Sota recogió el guante y emitió un discurso en el que, tras un insustentable autobombo sobre su condición de perseguido político, pidió a la Justicia electoral un escrutinio “inmediato y transparente”. “Transparente” y “voto a voto” pueden ser expresiones equivalentes o pueden no serlo, depende de la voluntad de los actores. La acumulación de torpezas e indicios impone que, para este caso, sean sinónimos.
En el gobierno nacional nadie ha emitido palabra pública, prima el silencio. Jaime habló con los hechos, no hizo declaraciones.
En Palacio, hay acciones silentes que revelan diferencias. Juan Carlos Mazzón dejaría sin pilas su celular hablando con Schiaretti, si tuviera un solo celular.
En el otro rincón, kirchneristas cercanas a Juez, como Graciela Ocaña o la diputada Patricia Vaca Narvaja, mantienen informado a Alberto Fernández, un cristino que tenía más empatía con el juecismo. El propio intendente cordobés habló con el secretario legal y técnico Carlos Zannini. No hay transcripción de esos contactos, pero sí relatos coincidentes de protagonistas: el mensaje fue que Juez siga adelante si tiene datos sólidos para objetar los resultados.
Es prematuro dar por probadas las denuncias por sí solas y sería infausto desoírlas. Lo sensato es recontar los votos de a uno. No es ése el método usual, pero la misión primera de la Justicia electoral es garantizar la expresión de la voluntad popular, no apegarse a rutinas o a formalismos. Cualquier otra salida sería una defraudación grande, a contracorriente de lo que suelen ser las elecciones en Argentina, razonablemente limpias.
Schiaretti, un funcionario estrella de Domingo Cavallo (quien comenzó su carrera electoral por inspiración de De la Sota), deberá esperar, no ha convalidado su condición de gobernador legal.
Con el emblema del Frente para la Victoria, acompañado en campaña por Cristina Fernández de Kirchner, el Gringo Schiaretti era el caballo del comisario. Ganó por menos de un pescuezo en un final opaco. Nadie niega que la carrera fue muy pareja, el caballo del comisario puede haber triunfado, era el favorito. Pero, dadas las circunstancias, es imprescindible que se haga un control antidoping.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.