Sábado, 13 de octubre de 2007 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Eduardo Sigal *
En estos cuatro años, el país se ha incorporado en la práctica a un proceso de transformaciones en nuestra región con un claro signo de izquierda. Se ha modificado el enfoque sobre el Estado en su relación con el mercado. Caducó el recetario neoliberal que, presentado en nombre del final de los relatos, se había constituido en el más esquemático y autoritario de los relatos. El país recuperó dignidad internacional después de haber sido conducido al más grande de sus aislamientos históricos, irónicamente en nombre de la “inserción en el mundo”. Nuevamente hay paritarias para escándalo de aquellos que las consideran origen de la inflación y fuente de conflictos artificiales. Disminuyó la pobreza, sobre la base de políticas activas entre las cuales están las retenciones agropecuarias que indignan a líderes supuestamente “progresistas”.
La lista sigue. Pero basta esta breve enunciación para dar cuenta de que está en marcha un proceso político de cambios que ha adoptado las metas de igualdad, dignidad y desarrollo productivo que fueron siempre emblemas de la izquierda. Y ha hecho también una transformación institucional histórica al impulsar el fin de la ignominiosa mayoría propia menemista en la cumbre de uno de los poderes del Estado.
Todo indica que vamos hacia una ratificación del apoyo popular a este rumbo. Si es así, el país entrará en una nueva etapa, signada por nuevas demandas y nuevos desafíos que son los que corresponden a la plena superación de la más grave crisis de su historia. ¿Qué tienen que hacer quienes militan políticamente bajo una definición de izquierda, centroizquierda o progresista? Hay quien cree que es mejor que el proceso de cambios fracase, aunque esto signifique la frustración de millones de argentinas y argentinos, porque de ese modo quedará para las identidades clásicas del progresismo la tarea de conducir los cambios. Están quienes se aturden con la propaganda neoliberal trasvestida de “institucionalismo” y recaen en las viejas obsesiones antiperonistas.
Para un conjunto de dirigentes y militantes, en cambio, es el momento preciso para crear y desarrollar un espacio común de militancia progresista, dispuesto a apoyar la continuidad y profundización del rumbo emprendido. Estamos convencidos de que tenemos ante nosotros una oportunidad inédita para nuestra patria y no debe desaprovecharse por sectarismos y cálculos menores.
El lugar lógico para la izquierda es la Concertación Plural que impulsa la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner. Es la manera de dar nuestro aporte a un proyecto de país más justo y más democrático y no quedarnos como observadores pasivos y siempre dispuestos a señalar aspectos críticos que son inevitables en un proceso de cambios profundos como el que vivimos. Mi experiencia en estos años en el Mercosur me ha permitido sentir el apoyo que el proyecto de transformaciones en nuestro país despierta en los partidos y coaliciones progresistas de los países hermanos. Para nuestros amigos del PT, del Frente Amplio y de la Concertación chilena, así como también para los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia, por citar algunos, está muy claro el significado del gobierno de Kirchner y el deseo de triunfo para Cristina. Tenemos la obligación de construir un sujeto político amplio y plural que sea el interlocutor de la izquierda real en nuestra región.
* Subsecretario de Integración Económica y presidente del Frente Grande.
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