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La legisladora que no quiso ser “la recluta Fernández”

Cristina Fernández de Kirchner edificó su carrera política desde el Congreso de la Nación, a donde llegó en 1995 como senadora. Sus peleas con el menemismo y sus cruces más recordados.

 Por Eduardo Tagliaferro

Hoy ingresará en el Congreso por la puerta principal. Algo que viene realizando desde que su marido, Néstor Kirchner, asumió como presidente de los argentinos. Pero en esta ocasión no será acompañante sino el personaje central. Hace doce años que sus tacos y su voz recorren los pasillos, despachos, y recintos de ambas cámaras. Hablando de sí misma, Cristina Fernández de Kirchner suele repetir que fue conocida mucho antes que su esposo porque era una legisladora con amplia exposición pública. Daniel Scioli, Eduardo Menem, Augusto Alasino y Humberto Roggero fueron algunos de los legisladores que pueden dar fe de su belicosa oratoria. Hoy, 10 de diciembre, volverá a participar de una Asamblea Legislativa. En el recuerdo queda su expulsión del bloque del PJ en el Senado luego de haberle enrostrado a Alasino que ella no era “la recluta Fernández” para cumplir a rajatabla con las órdenes de la bancada.

Llegó al Senado en 1995 junto a la reelección de Carlos Menem. Atrás dejaba seis años como legisladora de Santa Cruz. En aquellos años la bancada peronista tenía un comportamiento bastante homogéneo, aunque no tanto como el que se observa por estos días. Los memoriosos recuerdan al duhaldista Jorge Villaverde como un legislador correcto y atildado en el trato. En uno de los tantos encuentros del bloque y para cerrar horas de discusión se dirigió a la santacruceña diciéndole: “Escuchame, nena...”. La respuesta sonó como un latigazo: “No me digás nena, yo soy la senadora Cristina Fernández de Kirchner”. Meses después de ser expulsada del bloque, el entrerriano Héctor Maya le agradeció, irónico, en el recinto de la Cámara alta “haber ayudado a unificar a los peronistas”.

En 1997 juró como diputada. La investigación por el atentado contra la mutual judía de la AMIA y el lavado de dinero son dos muestras de su paso por Diputados. En el 2003, cuando le tocó declarar en el juicio oral contra el ex juez Juan José Galeano, aseguró que la causa en la que se investigaba el atentado era “un teatro de operaciones de diversos sectores de los organismos de seguridad e inteligencia y de intereses políticos”. También sostuvo que en su opinión, “el seguimiento de la pista siria llegaba hasta la más alta magistratura de la República”. Es decir, hasta Carlos Menem. En aquellos tiempos, la administración de Bill Clinton tenía a Siria como un aliado estratégico. En un expediente en el que tantos intereses y servicios de inteligencia, entre ellos los norteamericanos, pretendían ser arte y parte, era lógico que la denominada pista siria fuera la menos recorrida. Hoy, el gobierno de Néstor Kirchner acompaña el reclamo para extraditar a ex funcionarios iraníes.

En la comisión de lavado de dinero no acompañó el dictamen mayoritario que había firmado Elisa Carrió. Presentó un dictamen propio del que no se recuerda que lo haya defendido en el recinto. En él aseguraba que la evasión parecía ser el elemento constitutivo del MA Bank, una entidad que tenía sede en las Islas Caimán y en la que se investigaba una cuenta de Mercado Abierto del financista Aldo Ducler. Curiosamente, Ducler había funcionado como asesor financiero del gobierno santacruceño.

En el 2000, las reuniones del bloque de diputados no se caracterizaban por su calma. “Esto es un quilombo”, afirmó Cristina Kirchner antes de levantarse para abandonar uno de esos tantos encuentros tumultuosos. “Disculpame”, la atajó el puntano Oraldo Britos. Desde su asiento, Britos le comentó: “Cuando yo tenía 13 años vi un cartel que decía ‘Quilombo’. Entré para ver si podía debutar. Eso era el peronismo y ahí me quedé desde entonces”. Fernández de Kirchner abandonó la reunión más rápido de lo que tenía previsto. La típica picardía peronista no era algo que le agradara.

En aquel mismo 2000, la mesa del bloque de diputados del PJ apoyaba la reforma laboral impulsada por Fernando de la Rúa. En la Comisión de Trabajo, su titular, Alfredo Atanassof, logró que varios duhaldistas se sumaran al proyecto de la Alianza. Eduardo Camaño, Lorenzo Pepe, Graciela Camaño suscribieron la iniciativa aliancista. Saúl Ubaldini y Britos encabezaron el rechazo al proyecto. Lograron que siete peronistas firmaran un dictamen opositor, Cristina Fernández de Kirchner era una de ellos. Horas antes de la sesión, y para convencer al bloque, la mesa invitó al entonces titular de la CGT, Rodolfo Daer. “Tráiganlo a Hugo Moyano”, bramó Fernández de Kirchner después de criticar con dureza a Daer. A esa altura de la discusión, Moyano ya había dicho que el entonces ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, le había comentado que para conseguir el respaldo de los senadores tenía la Banelco.

El estallido del 2001 la encontró como senadora. Junto a Néstor Kirchner, por entonces gobernador de Santa Cruz, militó activamente contra la derogación de la ley de subversión económica. La provincia movilizó un avión que solía emplear para postas sanitarias, para lograr que el liberal correntino Lázaro Chiappe pudiera estar en el recinto. La movida no impidió la derogación de la norma.

Desde el 2003, cuando Kirchner llegó a la Casa de Gobierno, el protagonismo de Cristina Fernández fue en ascenso. También aumentaron sus ausencias. Se convirtió en una tradición que se levantara de la banca o que faltara a la sesión cuando había que votar alguna iniciativa con la que no coincidiera, como la prórroga a la Emergencia Económica o la aprobación de los gastos del gobierno de Carlos Menem. Después de ganar como senadora bonaerense se jactó de estar sentada en su banca “por el voto de 3 millones de argentinos”.

Sus cruces con el riojano Eduardo Menem fueron un clásico. Menem denunciaba que era discriminado en la Comisión de Asuntos Constitucionales porque su pedido para ratificar el Tratado de Roma, en el que se conformó la Corte Penal Internacional, era postergado sistemáticamente. En una sesión en la que el riojano intentaba pedir una preferencia para este proyecto, interrumpió su discurso para dirigirse a Scioli y reclamar: “Hágala callar, señor presidente”. Menem se había hartado de los comentarios en voz baja de Cristina Kirchner.

Menem abandonó el Congreso después de 22 años ininterrumpidos como legislador. Cumplidor y diplomático, Scioli organizó un acto de despedida con entrega de medalla incluida. En vísperas de la Navidad del 2005, Fernández de Kirchner embistió contra Scioli con una virulencia que pocas veces se recuerda. Le endilgó haber fogoneado versiones periodísticas en las que se afirmaba que había gritado desaforadamente cuando se enteró de ese homenaje. También insinuó que se había equivocado intencionadamente cuando en la sesión de jura del 2005, la llamó al estrado como senadora por Santa Cruz en lugar de decirle senadora por Buenos Aires.

Defendió las posiciones del Gobierno sin importarle contradecir anteriores proyectos suyos. Por ejemplo, en el caso de la reglamentación de los decretos de necesidad y urgencia. Cuando se discutió la reforma al Consejo de la Magistratura, señaló haber sentido “mucha surprise” por algunas intervenciones. Respondiendo al radical Rodolfo Terragno dijo que “si en lugar de ser argentina, fuera inglesa y escuchara algunas de las exposiciones, diría: it’s too much”. Doce años han dejado su huella y aunque Cristina Fernández no es inglesa se podría subrayar: too much.

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En el Congreso de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner tuvo dos mandatos y medio como senadora y uno como diputada.
 
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