Sábado, 4 de febrero de 2006 | Hoy
En 1924 Julio De Caro, nacido en 1901, constituyó su sexteto e inició una profunda renovación del tango. Hasta entonces, el género había consistido en una melodía sencilla, instrumental o vocal y un acompañamiento rudimentario. En esa línea, en los años ‘20 y ‘30 el tango tuvo un desarrollo notable con Anselmo Aieta, Osvaldo Fresedo y luego Juan D’Arienzo. De Caro innovó en la formación instrumental: dos violines (al suyo le adosaba una corneta, que le daba un sonido voluminoso y característico), dos bandoneones, piano y contrabajo.
Sobre todo, transformó la concepción musical incorporando los recursos de la armonía y el contrapunto: acordes complejos, contracantos, variaciones. Desarrolló la idea del “arreglo”, fijado por escrito en la partitura, que aplicó tanto a sus propias obras como a los tangos clásicos que incorporaba a su repertorio. Valoró la capacidad tímbrica de cada instrumento y amplió el repertorio de sonidos con rasgados, golpes, silbidos, gritos y hasta mugidos, emitidos por los instrumentistas. Valoró la base rítmica del tango –tocaban para bailarines– y no les dio mucha importancia a las letras, pese a que sus obras las tenían: Boedo, Tierra querida, Malajunta, El monito, Buen amigo, así como un recordado arreglo de Recuerdo, del joven Osvaldo Pugliese, realizado en 1927.
Los méritos renovadores de Julio De Caro se comparten con su hermano Francisco, pianista, y los bandoneonistas Pedro Maffia y Pedro Laurenz. Su impronta fue tan marcada que se habló de “decarismo”, y luego de una “guardia nueva”, un movimiento que continuaron Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese y Horacio Salgán. Julio De Caro murió en 1980.
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