ESPECTáCULOS › TERMINO ANOCHE EL FESTIVAL LA FALDA ROCK 2002

Volvió el rocanrol del país

La mística de Las Pelotas, la adrenalina de Catupecu Machu y la cultura stone de La 25 e Intoxicados le pusieron energía rockera a la fiesta cordobesa, que concluyó ayer con los shows de Spinetta, Pappo y Moris.

 Por Javier Aguirre

El arraigo incondicional de Las Pelotas en Córdoba, la certeza del crecimiento y la contundencia de Catupecu Machu, la acaso inesperada euforia del reencuentro para Cienfuegos y el para nada inadvertido paso de los embajadores stone Intoxicados y La 25 le dieron fuerza rockera a la segunda función del reaparecido festival de La Falda. Fue, también, la que mostró más propensión al pogo, las bengalas y las banderas, y la que desarrolló en mayor medida los rituales previos a los shows, especialmente gracias a las huestes rollingas llegadas desde el Gran Buenos Aires.
Unas 3200 personas, identificadas mayoritariamente con Las Pelotas y La 25, dieron durante la tarde del sábado un clima más caliente y de mayor expectativa que el vivido el viernes, con improvisados campamentos callejeros y espontáneos banderazos y cantitos. Y además propiciaron el surgimiento de modalidades comerciales de ocasión para los habitantes de La Falda, como el servicio de cuidado de mochilas durante el concierto, o la instalación de improvisadas mesas de expendio de choripanes y bebidas en jardines delanteros, esquinas y portones de casas vecinas.
Por pedido expreso de Intoxicados, que en la misma noche del sábado tenía previsto otro compromiso –en Buenos Aires–, la banda del ex Viejas Locas Pity Alvarez anticipó su lugar en la grilla de conciertos en casi dos horas, por lo que su set fue visto por apenas unos cientos de espectadores. Sin embargo, fue uno de los shows más divertidos de la noche, gracias al carisma y la euforia de Pity, y al calor rockero con el que la banda superó los obstáculos, como el escenario reducido, el apuro y el poco público. Muy diferente fue la experiencia de La 25, banda de Quilmes que hacía su verdadero debut en las grandes ligas rockeras y que, debido a los cambios de horario de Intoxicados y a haber llevado una ruidosa hinchada propia, vivió una noche inolvidable. La cantidad de banderas y el fervor –a prueba de todo– del público hicieron que la banda agradeciera con un sentido “nosotros no nos merecemos esto”, y que horas después de su set, los músicos permanecieran yendo y viniendo entre el público,estirando su propia fiesta.
Los shows de Catupecu Machu y Cienfuegos –bandas de menos identificación rocanrolera– no siguieron el patrón de cierta frialdad que el viernes había alcanzado a Babasónicos y Mimi Maura. Por un lado Cienfuegos, que tocaba por primera vez después de un año y medio de ausencia, recibió una respuesta tan caliente y con tanto entusiasmo que el propio cantante Sergio Rotman no pudo abandonar gestos y palabras de agradecimiento y sorpresa durante toda la noche. Después de un show breve, que tuvo sus mejores momentos cuando apeló más directamente al punk, y que apareció generosamente entronado en la recta final de la grilla, la continuidad del proyecto Cienfuegos, con una experiencia tan positiva, seguramente queda abierta. Y a continuación Catupecu Machu confirmó por qué es una de las bandas con mayor potencial de crecimiento: a pesar de que llegaban a La Falda prácticamente sin ensayos, de que el bajista Gabriel Ruiz Díaz había arribado horas antes de Estados Unidos –donde está mezclando el inminente nuevo disco del grupo–, y de que se trataba del debut oficial de su nuevo baterista Javier Herrlein, su presentación fue demoledora. Desde el comienzo hasta el final, como un sostenido estallido de energía, Catupecu Machu mostró que su potencia y su originalidad están por encima de ser locales o visitantes. Pero la noche fue de Las Pelotas. La notable pertenencia afectiva desarrollada en Córdoba por el grupo quedó probada de la manera más elocuente: la banda de Germán Daffunchio y Alejandro Sokol fue el número principal de la segunda noche, y no sólo contó con apoyo masivo y emotivo por parte del público, sino que también se permitió un show largo, completo e imprevisible, casi más propio de un concierto a solas que de un set incorporado a un festival. Es que más allá de los arrojados viajantes stones, o de la buena recepción que se ganaron tanto Catupecu Machu como Cienfuegos, la fiesta rockera completa se vivió sólo en el acto final, el de Las Pelotas, lo mismo que había ocurrido en la noche anterior con la presentación de Bersuit Vergarabat.
Anoche, al cierre de esta edición, el eslógan del festival –”De generación en generación”– cobraba especial valor con el cierre a cargo de una sucesión de leyendas rockeras, como Luis Alberto Spinetta, Pappo, David Lebón, Moris y Ricardo Soulé.

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Las Pelotas, el espíritu under de una de las mejores bandas que puede entregar hoy el rock nacional.
Unos 3200 espectadores participaron de la noche del sábado, la más concurrida y conflictiva.
 
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