ESPECTáCULOS › RARA PUESTA DE “VENECIA” EN EL FESTIVAL DEL MERCOSUR
Desde Jujuy hasta Eslovenia
La idea fue del Ministerio de Cultura esloveno: montar una obra argentina con actores de ese país. Con Omar Viale en la dirección, el cruce de culturas resultante podrá verse en el festival cordobés.
Por Cecilia Hopkins
Actor y director de la tradicional Comedia Cordobesa, Omar Viale fue convocado por Marko Jensterle, asesor del Ministerio de Cultura de la República de Eslovenia, para dirigir una pieza argentina con actores de ese país, a estrenarse en esta edición del Festival del Mercosur. De los autores que Viale propuso –Gorostiza, Griffero, Cossa y Kartum figuraban en su lista– resultó seleccionado Jorge Accame, y su multipremiada Venecia (una obra que ya fue montada en Canadá, Chile y varios países de Europa), la elegida para concretar el intercambio. En cuanto el director llegó a Eslovenia, supo que no buscaría equivalentes locales para trasladar la acción de Jujuy al este europeo. De modo que la historia de la Gringa, la pintoresca madama de un modestísimo prostíbulo que sueña con volver a Venecia para reencontrarse con un antiguo amor, quedó tal como fue escrita, aunque en Córdoba se verá subtitulada al castellano.
Viale viajó en marzo cuando la traducción ya estaba lista y trabajó en su puesta hasta su preestreno en julio, junto a los actores del Teatro Presernovo Gledalisce, agrupación vigente desde 1950 en Ljubljana. El público esloveno celebró la decisión solidaria de las chicas de la Gringa que las lleva a imaginar toda clase de trucos para hacerle creer que viaja hacia Venecia “para poder redimirse de su culpa”, según sintetiza el director a Página/12, en un alto del ensayo general. “Arman una fantasía para que el viaje resulte verdadero y terminan involucrándose tanto que se produce una situación de realismo mágico. Ahí termina fusionándose la casita jujeña con el Ponte Rialto”, resume.
–¿Cómo fue el proceso de trabajo?
–Que Eslovenia esté tan cerca de Venecia y tan distante de Jujuy fue lo que a ellos les pareció interesante. Pero yo me preguntaba cómo hacer para trabajar en un país de raíces eslavas en torno a nuestra forma de ser, latina y nostálgica. Y, por otra parte, ¿cómo hacerles comprender lo que es un pueblito de Jujuy? Le pedí al escenógrafo Rafael Reyeros que me hiciera un boceto de esa casita donde estas minas trabajan por cinco mangos para poder vivir. Y se hizo una traducción muy atinada, tomando en cuenta que los modismos de la obra son irreemplazables. El resto lo hizo el trabajo y el interés que ellos sienten por nuestras cosas, como el tango, que los apasiona.
–¿Por qué no intentó trasladar la obra al contexto esloveno?
–Yo creo que no hubiese sido posible: ellos tienen un nivel de vida muy parejo y la prostitución no existe en las calles, como pasa aquí o en Europa. No hay que olvidar que ellos vienen de un gobierno socialista, son la ex Yugoslavia gobernada por el mariscal Tito, y esto dejó una realidad que muestra una igualdad de condiciones. Claro que hay personas que tienen más dinero que otras, pero no hay gente que pasa hambre como acá. Al conocer esa realidad, yo pensé que tenía que hacer Venecia en el contexto argentino, como había sido escrita por Accame. Y ellos trabajaron con la obra como hice yo tantas veces, cuando puse Miller, por ejemplo, sin ser estadounidense. Que las prostitutas sean blancas y rubias es algo que no importa porque queda lo esencial de esta historia que entremezcla ilusión y realidad. Las chicas van a tomar mate, cantan un tango y bailan un mambo. Y la Gringa bailará “La Cumparsita”. Para leitmotiv elegí “Merceditas”, el chamamé de Tránsito Cocomarola que, aunque ya sé que remite a la zona del litoral y no al norte argentino, a mí me gusta porque transmite un sentimiento popular, de gente simple y de corazón. La melodía de “Merceditas” tendrá un desarrollo particular, porque se la escucha al comienzo en acordeón, tocada por el personaje del Chato, y después en la versión de Vitale y Baraj, que tiene una concepción que rompe con lo tradicional.
–¿Cuáles fueron las cosas de la obra de Accame que más costó hacer comprender al elenco?
–Ellos quedaron muy asombrados con esa realidad de la prostitución. En Eslovenia no hay analfabetismo (además de la pobreza en que viven, ninguna de las chicas tiene una instrucción mínima ni sabe que Venecia queda en Europa). Pero es un pueblo que conoce el sufrimiento. Nosotros sufrimos porque los políticos nos roban y los chicos comen tierra, pero ellos también tuvieron que pasar cosas muy grossas, como la guerra de los Balcanes. Son gente muy culta y sensible, y entienden lo que es la solidaridad, que para mí es el tema de esta obra: que en este mundo globalizado que va detrás de la guita alguien se solidarice con otro, me parece estupendo. Esta obra me gusta porque me deja comprometerme con lo que nos pasa. Yo creo que el teatro debe cumplir una función social y, para mí, Venecia refleja lo que pasa en este país.