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El lifting cinematográfico trató más o menos a Scooby-Doo and Co.

La película, que mezcla personas de carne y hueso con personajes dibujados y animados por computación, llama la atención más por su técnica que por su historia. De cualquier modo, es probable que encante a los más pequeños.

 Por Martín Pérez

Es verdad, nadie había dicho que la serie original sea una obra maestra. Pero, al menos, es uno de los clásicos dibujitos animados de los años setenta, realizados en serie por la dupla televisiva de William Hanna y Joseph Barbera. Un dibujo protagonizado por un carilindo, una niña bonita, un hippie desaliñado y una anteojuda de polera y mucho seso, que puede ser considerada pionera respecto de cómo plantear a los chicos que el miedo es humano y superable. Aquel dibujo, que hoy sigue repitiéndose por los canales infantiles de cable, mostraba a cuatro prototipos adolescentes que viajaban en una camioneta con mucho de arca de Noé generacional para descubrir que los supuestos fantasmas que asolaban a sus contemporáneos no eran más que desalmados con máscara, tratando de esconder sus felonías detrás de apariciones sobrenaturales. Ah, y también había un perro. El mismísimo Scooby-Doo, un rin-tin-tin parlanchín, sencillo y bueno, que daba nombre a la serie.
La serie original no se merecía, puede suponerse, ser sacada del arcón de los recuerdos para convertir sus tópicos en un largo de cine, salvo que fuese para mejorarla. Con cuatro caritas hipertelevisivas de carne y hueso devenidas en protodibujitos, y un perro animado, la versión cinematográfica de Scooby-Doo está por debajo de la televisiva. Y parece demostrar que a los personajes de Hanna-Barbera no les va bien la pantalla grande. Tal como sucedió con “Los Picapiedras”, la historia de este curioso quinteto pierde una parte de su gracia al dejar el dibujo. En parte, porque muestra todo lo que en el dibujo se insinuaba, incluso que hay debajo de la eterna pollera de la chica con anteojos.
Si los guiños que hacía a la serie encantadora han desaparecido, los personajes están bien caracterizados, aunque no dejen en ningún momento de ser maquetas. Y si el devenir de la historia semeja a un gran puchero donde todos los gags y las ideas van al fuego, y el grupo que comienza desmembrándose termina reuniéndose para ir a solucionar un enigma en una Disneylandia de terror, el gran problema llegará hacia la segunda mitad de la película, cuando haya que darle un remate a cada una de las ideas. Tal vez lo mejor del film hay que buscarlo en la obvia broma escatológica y asquerosa del cine adolescente norteamericano del nuevo siglo: atención al duelo de flatulencias entre Shaggy y Scooby Doo, que es de otra película. ¿Austin Powers, tal vez?



Estados Unidos, 2002
Dirección: Raja Gosnell.
Guión: James Gunn y Craig Titley, basado en los personajes del comic.
Fotografía: David Eggby.
Música: David Newman.
Intérpretes: Freddie Prinze Jr., Sarah Michelle Gellar, Matthew Lillard, Linda Cardellini, Rowan Atkinson.
Estreno de ayer en los cines Hoyts Abasto, Patio Bullrich, Belgrano Multiplex, Showcase Belgrano, Solar de la Abadía, Atlas Lavalle, Galerías Pacífico, Los Angeles, Monumental, Rivera Indarte, Alto Palermo, Paseo Alcorta, Village Recoleta y Cinemark Caballito, Palermo y Puerto Madero.

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“Scooby-Doo” se basa en el dibujo animado que introdujo el tema de cómo enfrentar el miedo en el imaginario infantil.
 
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