ESPECTáCULOS
La vida de un narcotraficante
El colombiano Sergio Cabrera está terminando un documental sobre el fallecido jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar.
Por Elsa Fernández-Santos *
Desde Madrid
Era un secuestrador, un asesino y un narcotraficante. La muerte de Pablo Escobar fue, sin embargo, tan celebrada como llorada. El jefe del Cartel de Medellín se escapó de La catedral, la cárcel que se había mandado construir en 1992. Un año después moría a tiros. Existen decenas de libros y reportajes sobre su vida, todavía llena de incógnitas. El cineasta colombiano Sergio Cabrera reunió en 180 horas de cintas de video entrevistas con casi un centenar de personas que lo odiaron, lo amaron, lo persiguieron o lo ayudaron. En plena labor de montaje, el cineasta afirma que el film será “un mosaico de opiniones y emociones” sobre un personaje que todavía es un misterio.
El día que murió, abatido por los disparos de la policía el 2 de diciembre de 1993, Escobar cumplía 44 años. Acompañado por su guardaespaldas, “El Limón” –que también falleció en la redada–, huía por los tejados del barrio América de Medellín. Al parecer, fue una llamada a su hijo Juan Pablo (entonces un quinceañero), que se prolongó más de lo habitual por el cumpleaños, la que sirvió a la policía para localizarlo. Hoy, un guía turístico de la ciudad señala el lugar dentro de un minibús. El recorrido incluye, además, una panorámica de algunas de las oficinas de Escobar, el barrio donde se crió o el lugar donde, subido en una moto Lambretta con su primo, mató siendo casi un adolescente a su primera víctima. “Aquí vienen muchos a los que no les interesan ni las iglesias ni los comercios. Muchos que sólo quieren una cosa: un tour Escobar. Yo los llamo los pablólogos”, dice histriónico el guía.
Esta escena forma parte de las 180 horas que –tras un año de rodaje y 10 de lenta documentación– Cabrera (Medellín, 1950) ha grabado con los testimonios de 80 personas relacionadas con el que fuera jefe del Cartel de Medellín. Amigos, enemigos, familiares, políticos, policías y sicarios hablan (algunos ocultos en la sombra, otros a plena luz) del que fue el gran capo de la cocaína, uno de los narcotraficantes más sanguinarios y crueles de la historia. Un hombre que logró poner en jaque a un país entero. De esas 180 horas, Cabrera montó ya siete que quedarán finalmente reducidas a dos. “Una de las ideas por las que quise hacer este documental es porque la historia del narcotráfico la ha contado sólo Estados Unidos”, dice Cabrera. “Quería contestar de alguna manera esa mirada, a lo Hollywood, que se salta las pequeñas verdades que definen el fondo de un personaje así. Han pasado casi diez años desde su muerte, pero las heridas y las cicatrices siguen siendo muy profundas. Hay demasiada gente que tiene mucho que temer.”
El estreno de Ciudadano Escobar está previsto en salas comerciales para el mes de febrero. El film pretende crear un mosaico de opiniones –”y emociones”, apunta el cineasta– sobre la figura del mafioso, que logró labrarse, de cara a un pueblo desesperado por la injusticia y la miseria diaria, la imagen del ladrón de ladrones que mata para devolver al pueblo lo suyo. Construyó viviendas, proporcionó puestos de trabajo, financió equipos de fútbol y llegó a repartir –en uno de sus más logrados gestos populistas– camiones de comida en los barrios más deprimidas de Medellín. Las flores no faltan nunca en su tumba. Ni la gente que ante una cámara esté dispuesta a defenderlo obviando sus crímenes.
“Esta película no pretende ser ni una biografía ni una investigación sobre la vida de Escobar, que sigue rodeada de muchos secretos. Para eso existen bastantes libros, algunos muy buenos e interesantes”, afirma el director de La estrategia de caracol. “Ciudadano Escobar será un recorrido por Escobar, lo que significó y lo que significa a través de distintas voces, incluida la suya propia. Es muy difícil explicar la resonancia que Escobar tuvo, y sigue teniendo, en Colombia. Su misterio, y lo que esconde ese misterio, sigue sin resolverse”, afirma Cabrera. Entre el materialinédito al que tuvo acceso –además de imágenes de archivo de la mujer y de los dos hijos del narcotraficante el día después de su muerte–, destacan una serie de cintas de seis horas de duración en las que se pueden escuchar estremecedoras conversaciones telefónicas.
En una, Escobar habla con un informante sobre unas personas a las que hay que matar. También recomienda a la persona con quien habla que le diga al “Mugre” (uno de sus sicarios) que le preparen un escondite. En otra, Escobar cuenta que a “Popeye” le tocó pegar seis o siete tiros a alguien que intentó matar al hijo de un amigo. En otro momento habla con alguien próximo y le manda un mensaje al coronel Martínez de la policía (Escobar hace referencia a un soborno que al parecer aceptó este coronel de un millón y medio de dólares). Escobar dice que si no lo sueltan, manda a matar a su madre y a todo el mundo. Alterado, añade: “El que ríe último, ríe mejor”.
*De El País, especial para Página/12.