SOCIEDAD › HAY SIETE DENUNCIAS POR
ABUSO SEXUAL CONTRA UN SACERDOTE DE LAFERRERE
Otro abusador bajo el techo de la Iglesia
El sacerdote Martín Altgelt fue denunciado por siete chicos que dijeron haber sido abusados por él en la comunidad terapéutica San Camilo, dedicada a la recuperación de menores adictos. Aunque fue separado de la entidad, sigue dando misa en la parroquia cercana.
Por Alejandra Dandan
“El abuso tuvo distintos grados: desde una caricia en la pierna hasta manifestaciones explícitas de sexo oral; y aunque ninguno de los chicos lo dijo personalmente estoy convencido de que también hubo penetración”. Fabián Grana es el director de la comunidad terapéutica San Camilo, una institución laica de Laferrère dedicada a la recuperación de menores judicializados por adicciones. San Camilo funciona hace tres años dentro de la estructura de una asociación civil llamada Nuestra Señora de la Pascua. Estos dos ámbitos reúnen a 40 chicos internados. En diciembre del año pasado, uno de los menores denunció por abuso sexual al presidente de la asociación: el sacerdote Martín Mariano Altgelt. Ese testimonio destrabó el “pacto de silencio”, dice Grana, que protegía al religioso. Detrás de ese primer relato, otros seis menores se animaron a hablar. Ahora hay siete denuncias judiciales de abuso sexual contra el sacerdote y dos investigaciones fiscales preliminares. En abril, Altgelt fue expulsado de la asociación. Nunca estuvo preso. A pesar de las denuncias en su contra, el cura sigue en el barrio y a cargo de la parroquia. Su presencia es un fantasma para los adolescentes. Y el aval del Obispado indigna a los directivos del centro terapéutico.
Aunque la Asociación Madre de la Pascua tiene seis años, la mayoría de estos casos se conocieron entre diciembre de 2001 y marzo de este año. En el cúmulo de expedientes que acumuló la causa, tomaron intervención el Consejo del Menor de la Provincia, los juzgados de Menores que habían hecho derivaciones de casos a la comunidad, el obispado de San Justo, el de Laferrère y por último, las Fiscalía número 2 y número 3 de La Matanza que llevan adelante las causas contra el sacerdote.
Los menores autores de las denuncias son siete. Todos tienen entre 16 y 19 años. Cuando fueron sometidos a la situación de abuso, seis de ellos estaban internados en la Comunidad San Camilo, uno de los hogares dirigidos por la Asociación Civil que presidió Martín Altgelt hasta abril. El séptimo adolescente es de Madre de la Pascua, una comunidad de González Catán que también está bajo la órbita de la Asociación. En todos los casos, los chicos eran adolescentes con “poco o nulo contacto con sus familiares”, indica una fuente judicial. Llegaron a estos centros derivados por distintos juzgados para cumplir un período de rehabilitación por drogas. Algunos tienen causas penales, otros están allí por causas asistenciales: “Las familias suelen ser de un sector social muy pobre, en general de tipo abandónicas que por distintas razones no pueden o no quieren hacerse cargo de sus hijos”, explica Grana.
Ese era el costado más vulnerable de esta población de menores y ese era al parecer el aspecto explotado en este caso por el cura Martín Altgelt para seducirlos: “Hacía sus avances con aquellos con más dificultades para hablar, para comunicarse, con más problemas”, sigue el director.
–¿Qué significa “avances”?
–Los seducía, los acariciaba tanteando hasta dónde podía llegar. Tal vez empezaba por los hombros esperando las reacciones y seguía por la espalda. Los pibes, por ahí, empezaban a darse cuenta de que el cura se les apoyaba, pero eso generaba confusión. Avanzaba con caricias, hasta las nalgas y seguía hasta donde tenía lugar.
–¿Los chicos plantearon situaciones confusas?
–Acá no hay un problema de homosexualidad –aclara el director de la Casa–, es un tema de abuso de menores y de menores en tratamiento en la institución de la cual él era presidente.
Entre esos adolescentes estaba A. L. un chico de 16 años que llegó a San Camilo el 30 de julio de 2001. A. L. es uno de los chicos que responde punto por punto al perfil de los menores que fueron abusados. No tenía familiares directos ni lugares a dónde ir durante los fines de semana, el momento en el que la mayoría de los chicos volvía a su casa. Hacia fin de año, A. L. comenzó a sumarse al grupo que pasaba el fin de semana en la casa parroquial del cura, a poco más de diez cuadras del hogar. Los chicos a veces iban solos y otras en grupos más grandes, incluso participaban de los campamentos organizados con los boy scouts de la Parroquia o los grupos juveniles. En ese contexto, ocurrieron estas cuatro situaciones relatadas por A. L. ante la Justicia:
- “Con el padre Martín se desató este problema –dice el expediente–, el dicente manifiesta masajes y que le ha dado besos en la boca en tres oportunidades”.
- “Preguntado sobre las manifestaciones que observó en la casa, el dicente asegura que cuando se estaba bañando el padre Martín comenzó a mirarlo y que él le dijo que no lo haga más, actitud a partir de la cual el Padre Martín le dijo que si no quería no lo haría”.
- El dicente asegura que no se confunde con cariño, que no era así como se le apoyaba.
u Que al principio cuando los chicos hablaban del tema, recibían sanciones y reproches.
Ni A. L. ni el resto de los menores pudieron plantear el tema francamente hasta diciembre del año pasado. De acuerdo a lo que surge del expediente, cada vez que alguno de sus compañeros intentaba hablar de lo que ocurría en la casa del sacerdote, eran sistemáticamente sancionados. Esta situación cambió de forma abrupta en diciembre, recuerda Fabián Grana, el psicólogo que dirige la Comunidad San Camilo: “En el marco de su psicoterapia uno de los adolescentes de Madre de la Pascua pudo hablar claramente del tema”. Un tema que los especialistas entendieron que no se terminaba ahí. A partir de ese primer relato, fueron entrevistando a cada uno de los chicos internados e intentando conocer qué sucedía con el sacerdote. Antes de marzo descubrirían una de las dificultades más grandes que tenían para probar toda esta trama de denuncias: las características del sacerdote. “El tipo es muy parecido al padre Grassi –explica nuevamente Grana–, porque tiene el perfil psicológico de un perverso, no es un violador, no usa la fuerza; entra en juego la corrupción de menores: juega con la culpa y la vergüenza para ir implicándolos”. Para el especialista, el cura padece una patología “con las características de paidofílico: es uno de esos tipos intachables públicamente. Perverso oculto con dos caras, una cara pública, entradora, carismático con los chicos. Y oculta el resto. Y cuando se producen esas experiencias traumáticas para un adolescente sólo una psicoterapia puede romper con esto”.
A. L. presentó su “comparendo” en la Justicia. Como él lo hicieron otros seis. Las causas están en el Juzgado de Menores 2 de San Martín, en el 3 y 2 de Lomas de Zamora, en el 1 y en el 2 de Quilmes, en el 1 de La Matanza. La causa tuvo dos derivaciones penales. La primera con el número 131.863 está en la UFI 3 de La Matanza. La segunda, caratulada como “D.C.S. contra Martín Mariano Altgelt por abuso sexual, artículo 119 del Código Penal”, entró el 20 de junio de este año a la UFI 2 delmismo distrito judicial con el número 140.660. En este momento por “guardar conexidad” con la otra investigación pasó a la fiscalía 3.
Cuando los profesionales de la comunidad fueron conociendo los casos, tomaron varias medidas. Primero, enviaron una circular a todos los juzgados de Menores y al Consejo del Menor Provincial poniéndolos al tanto de la situación. Inmediatamente el Consejo del Menor resolvió tomar una actitud semejante: a través de una circular les prohibió a los juzgados internar a menores en esa Comunidad. Al mismo tiempo, Grana junto a Horacio Orrego –quien por entonces asumía transitoriamente la presidencia de la Asociación– pidieron la expulsión del Padre Martín. Lo consiguieron pero la medida no llegaría demasiado lejos.
–¿El sacerdote tiene contacto con los chicos?
–No, ya no. Está desvinculado de la comunidad, pero una de las fantasías de los chicos es que vuelve todo el tiempo.
–¿Por qué? ¿Lo siguen viendo?
–Exactamente. El sigue en la parroquia y los chicos se lo cruzan cuando van o vienen de la ruta. Nosotros queremos que declaren esto como una especie de zona de exclusión. ¿Por qué el Obispado mantiene dando misa a un tipo acusado de abuso sexual? Está ahí como ejemplo de vida ¿cómo puede seguir avalándolo?
Página/12 intentó comunicarse con el obispo Juan Suárez, de Laferrère, durante todo el día de ayer. Al cierre de esta edición, la respuesta no había llegado.