SOCIEDAD
Un sacerdote procesado que aún sigue dando misa
El cura Virginio Isottón fue acusado por cinco chicas de manosearlas en 1999. Hoy está al frente una parroquia.
Por Mariana Carbajal
Al frente de una parroquia de González Catán, en La Matanza, hay un cura procesado por “abuso deshonesto calificado”. Virginio Isottón, de 50 años, está acusado de tener un trato “impropio” con las niñas que se preparaban para la confirmación. Según denunciaron cinco chicas de entre 11 y 12 años en la UFI Nº 3 de La Plata, el sacerdote “las sentaba en sus rodillas para confesarlas, les besaba el cuello y las manoseaba alrededor de la cintura”. El fiscal está a punto de pedir la elevación de la causa a juicio oral. Podría ser condenado a una pena de 3 a 10 años de prisión. En lugar de separarlo del contacto con menores mientras avanza la investigación judicial, la Iglesia Católica aplicó una estrategia similar a la de su par norteamericana frente a casos de curas paidófilos: para ocultar las acusaciones, cambió al sacerdote de parroquia. “Es una locura que siga dando misa”, señaló a Página/12 Luis Zárate, el padre de una de las nenas que lo denunciaron.
Los hechos que se le imputan a Isottón, adelantados por Página/12 en abril pasado, ocurrieron en 1999 cuando era el cura de la parroquia Nuestra Señora de Fátima, ubicada en barrio San Esteban del partido de Cañuelas. Estaba allí desde 1993. La denuncia fue presentada en la UFI Nº 3 de La Plata por el padre de una de las niñas. Después se sumaron los testimonios de otras víctimas. “A raíz de que las chicas empezaron a contar, nos enteramos de que ellas no habían sido las únicas, que había chicas más grandes a las que les había pasado lo mismo antes”, comentó Zárate, un comerciante de San Justo que tiene una casaquinta en Cañuelas.
El juez de Garantías de La Plata, Guillermo Atencio, ordenó la captura de Isottón el 29 de julio de 1999 al considerar prima facie que el sacerdote “mantuvo reiterados contactos de claro contenido sexual con niñas de menos de 13 años, quienes le fueron confiadas para su catequización”. El cura no llegó a estar detenido. Su defensa apeló la medida y la Cámara lo eximió de prisión. En la UFI Nº 3 declararon 5 niñas y también sus madres, que ratificaron que sus hijas les decían que el “padre Gino”, como lo llamaban todos en el barrio, “las hacía sentar en sus rodillas para confesarlas, besándolas en el cuello y acariciándolas en forma impropia, en la cintura, por lo cual no querían continuar con la clases ”.
Como en el caso del padre Grassi, la ciudad de Cañuelas quedó conmocionada por las imputaciones contra Isottón. Muchos vecinos no las creyeron y, enojados, varios le retiraron el saludo a Zárate. “Era una persona macanuda, estaba en la comisión de la sociedad de fomento y la gente sentía mucho aprecio por él”, comentó Zárate. “Soy católico, estudié en el Colegio Parroquial de San Justo y si llevé el caso a la Justicia es por las criaturas que este cura tiene a su alrededor. No quiero que otra nena tenga que sufrir lo mismo”, explicó el papá de una de las nenas denunciantes. Como les sucedió en los últimos días a varios de los testigos que declararon contra Grassi, Zárate también recibió amenazas: un religioso de la diócesis de San Justo, a la que pertenece Cañuelas lo intimidó para que no siguiera adelante.
El fiscal debe ahora pedir al juez la elevación de la causa a juicio oral. Después de ordenarse su captura, el obispo de San Justo trasladó a Isottón a la parroquia Nuestra Señora de la Esperanza, en González Catán, (que a partir del 2000 pasó a formar parte de la diócesis de Laferrère), donde el cura sigue dando misa.