ESPECTáCULOS › “LAS CUATRO PLUMAS”, DE S. KAPUR

Aventuras de otro siglo

 Por Martín Pérez

Son cuatro amigos y una novia. La novia de uno de ellos, claro está. Los amigos son, también, soldados del ejército de Su Majestad. Allá por comienzos de siglo, cuando llevar esa pechera roja era un orgullo de clase. Una clase que comía en bandejas de plata. Y que a la hora de ir a la guerra lo festejaba como si ya la hubiese ganado. De los cuatro amigos, el que tiene novia es el obvio líder del regimiento. El mejor ejemplo para todos. Hasta que llega la noticia de que la guerra está en Sudán, y hacia allí irán los soldados de botones dorados. Menos nuestro héroe, que recordará justo entonces que en realidad nunca quiso entrar al ejército. Su pedido de baja le hará merecedor de las cuatro plumas blancas del título, cada una de ellas una acusación de cobardía por parte de sus amigos y de su prometida. Acosado por la culpa, decidirá entonces partir a Sudán por sus propios medios, disfrazarse de árabe, y cruzar el desierto hasta encontrarse con sus amigos, a los que deberá salvar para salvarse.
Novelón de más de cien años de historia firmado por un tal A.E.W. Mason, adaptado al cine en seis oportunidades (la más famosa de ellas data de 1939, dirigida por Zoltan Korda), Las cuatro plumas cuenta una historia tan anclada en su época que la adaptación del director indio Shekhar Kapur lo único que hace es demostrar lo inútil de semejante esfuerzo. “No entiendo qué tiene que ver la Reina de Inglaterra con el desierto”, dirá el joven destinado a ser héroe, pero de baja antes de ir a la batalla, interpretado por el joven galán Heath Ledger (Corazón de caballero, Diez cosas que odio de ti). Pese a semejante frase, el film falla, ante todo, porque no logra encontrar un punto de vista interesante desde donde contar su historia.
Las cuatro plumas presenta, entonces, una novela de otro siglo adaptada al gusto de adolescentes supuestamente carentes de romances de su propia época. Ahí están entonces los soldados del director Kapur, jugando su partido de rugby como si fuera fútbol americano, con las niñas admirándolos, como si fuesen porristas. Claro que el ejército es inglés.

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