ESPECTáCULOS
El rey del bolero volvió a elevar la temperatura
Luis Miguel convocó en Vélez a unas 80 mil personas, en su mayoría mujeres, que gozaron de sus “Romances favoritos”. Con una lista bien clásica, mostró su poder de convocatoria en la Argentina devaluada.
Luis Miguel, en su cómodo status de clásico, parece haber quebrado definitivamente la lógica que persigue a muchos de sus colegas románticos: la pertenencia a un target determinado (quinceañeras, cuarentonas, etc.), que termina siendo –naturaleza mediante– excluyente. El cantante mexicano, en cambio, es amado por todas. Diferentes edades, condiciones socioeconómicas, preferencias sexuales y musicales, parecían confluir, el domingo y anoche en la cancha de Vélez, en una expresión que las aglutinaba y las definía: “¡Luismi te amo!”. De ahí en más, las diferencias de precio de las localidades, los autos último modelo y los colectivos viejos que repartieron fans a la finalización del concierto se encargaron de volver a poner las cosas en su lugar. “Soy la mujer más feliz del mundo, porque le dije ‘te amo’”, confesó una llorosa joven ante las cámaras de televisión. Otra mujer, de 45 años y casada, dijo que tenía su casa llena de fotos de Luismi y que su marido comprendía su “fascinación” por el artista.
Durante poco más de una hora y media, 40 mil personas (80 mil, contando los dos shows) celebraron la madurez de Luis Miguel. El título de su último disco, Mis romances favoritos (que reúne canciones bien conocidas con un DVD con varios clips e imágenes de concierto), apuntaba a fortalecer ese perfil: el del músico que ya está en condiciones de revisar su pasado, reestructurarlo según la conveniencia comercial, y volverlo a vender como novedad. Un extraño encantamiento otorga a esos boleros, que el cantante grabó a instancias de Armando Manzanero en el transcurso de la última década, un poder de seducción absoluto, que se agrega a su propio glamour de latin lover aniñado, pero no tanto. Tres años pasaron desde su última visita a la Argentina. Sólo el calor agobiante y el corte de luz generalizado amenazaron con mitigar la euforia. Por lo demás, nada pareció haber cambiado (aunque casi todo haya cambiado en el país). Luis Miguel se mostró impecable, prescindió de los elementos coreográficos en que se apoyan tantos cantantes románticos, y dejó que su voz y su carisma se encargaran del resto.
Bajo exagerados juegos de luces, y luego de la suelta de cientos de globos celestes y blancos, una seguidilla de boleros, tangos y viejos éxitos bailables subió aún más (por si hiciera falta) la temperatura. De traje oscuro (el cantante se cambió tres veces de vestuario a lo largo del recital, pero con todos y cada uno de sus modelos arrancó gritos y piropos del público femenino, que no lució muy crítico al respecto) y camisa blanca, saludó a las chicas con su azucarado “Amor, amor, amor”. Más tarde, un humo azul se apoderó del escenario para la introducción del bolero “Perfidia”, de Manzanero. La tonalidad de las luces tendió al verde para el conocido “Por debajo de la mesa”, que fue coreado por la multitud y, enseguida, llegaron “No sé tú” y algunos tangos (“Volver”, “Uno” y “El día que me quieras”, según el particular estilo de Luismi), que generaron un pasaje pleno de romanticismo.
Esa carga ligeramente dramática debía contrapesarse con un set más liviano, que se concretó con un puñado de sus éxitos de carácter pop, como “Sol, arena y mar”, “Suave” y “O tú o ninguna”. Las chicas, desmayadas, a los gritos, o jurando amor eterno, eran fieles testigos y protagonistas de una noche muy especial. Afortunadamente, no se registraron mayores incidentes, más allá de la histeria habitual en estos casos. Hubo también un intermedio con música instrumental, con luz baja y las pantallas que mostraban una imagen luminosa, casi new age. La idea era, parece, calmar a las fieras.
En su última salida, Luis Miguel se puso la camiseta argentina (regalada por alguien del público) para el tema “Cuando calienta el sol” y se despidió con otra tanda de hits: “Isabel” y “Ahora te puedes marchar”, entre otros. Desde su último adiós y su llegada al hotel sólo mediaron unos minutos. Un impresionante dispositivo de seguridad garantizó su fuga, imperceptible para el grueso de sus fans, aun de las más osadas. Nada parece detener la marcha del cantante mexicano, que recibió parecidas muestras de adhesión en Estados Unidos, España, Chile, Perú y Uruguay. La Argentina, en este sentido, no se quedó afuera del mundo.