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La historia de un atractivo futbolista argentino que cruza el océano y termina convertido en Concha, una bella millonaria, triunfa en París de la mano de Alfredo Arias en el Teatro Nacional de Chaillot, donde permanecerá hasta febrero. El director de escena argentino no es la única celebridad que participa en Concha Bonita, comedia musical que acaba de estrenarse y tiene como protagonista a Catherine Ringer, cantante del grupo Rita Mitsouko, que revolucionó el rock francés, y música del italiano Nicola Piovani, autor de bandas sonoras para realizadores como Federico Fellini, Nanni Moretti y Roberto Benigni.
Arias volvió a trabajar en esta ocasión con René de Ceccatty, con quien ya creó los libretos de Mortadela, Faust argentin y Peines de coeur d’une chatte française, entre otros musicales de éxito. Con él condensó de nuevo algunas de las facetas de su imaginación, “del tango al bolero de su infancia, los films míticos de la edad de oro hollywoodense y la fragmentación de las identidades modernas”, según Ceccaty. Juntos crearon, dice la prensa francesa, “una nueva historia de amor, fantasía, nostalgia y provocación, de humor y libertad”, que es también una de las principales producciones de la temporada en Chaillot, un teatro sostenido por el gobierno francés.
Otros protagonistas de la pieza son menos conocidos, pero parecen estar llamados a un brillante destino. Este es el caso de Alejandra Radano, a quien Arias descubrió hace dos años en su Argentina natal, al verla en acción en el musical Chicago y quedar convencido de que salía “totalmente del lote”, explicó el director al influyente diario Le Monde.
Los críticos más exigentes lo rubrican y, al describirla, elogian “su rostro, a lo Barbra Streisand”, pero todavía “más encantador”, su “boca sensual”, su “mirada clara”, sus ojos, “de esos que dicen en un mismo estallido la alegría y el dolor de vivir”, y un cuerpo de extraordinaria agilidad y capacidad expresiva. Además, Radano tiene una voz “de registro extendido, rica, de armonías infinitas”, por lo que la crítica de París le ve madera de gran intérprete.
El papel con el que debuta en la escena parisiense es el de hija de Myriam, novia del futbolista Pablo, quien deja la Argentina ignorando su paternidad. El viaje a París de Myriam, todavía enamorada y acompañada de su hija, es uno de los pilares de la pieza, en la que Arias confiesa haber introducido elementos autobiográficos. “Puse muchas cosas personales en el personaje de Concha”, le dijo Arias a Le Monde. “Lleva, para empezar, el recuerdo de mi llegada a París (...), el descubrimiento del cabaret La Grande Eugène, la influencia de (el escritor Jean) Genet”, y refleja también “cosas más íntimas”. Se pueden hacer muchos desplazamientos “en el interior de uno mismo, de la representación de uno mismo”, comentó el director, quien dijo que ha intentado siempre vivir su sexualidad a su manera, “al margen de ofertas más o menos ventajosas”. Cada uno porta misterios más insondables que los que tiene a bien asumir y ocurre que se empieza a vivir con una sexualidad y que se termina con otra, y que se es, entonces, padre y madre a la vez”.
La comedia está aquí “al servicio de un lenguaje íntimo, muy alejado de la narración de mitos, y permite mostrar personajes marginales sin que se los condene”, destacó. La pieza, musical de principio a fin, ofrece en cinco actos un decorado único, un vasto apartamento a orillas del río Sena, en el que viven, entran y salen los personajes de la vida de Pablo/Concha, sus amigos actuales y los fantasmas del pasado.