ESPECTáCULOS

Un conductor dispuesto a todo por un buen puñado de dólares

La producción del francés Luc Besson, dirigida por el experto en artes marciales Cory Yuen, quiere pasar por un film de Hollywood.

 Por Horacio Bernades

Con las pantallas del mundo entero copadas por el gigante estadounidense, para garantizar la supervivencia de las cinematografías nacionales algunos proponen como solución producir la misma clase de películas que los norteamericanos, lo cual más que solución es una definitiva genuflexión. Uno de los adalides de esta falsa sustitución de importaciones cinematográficas es el francés Luc Besson, tanto en su carácter de realizador (Subway, La femme Nikita, El quinto elemento) como de guionista y productor. Estos últimos son los roles que Besson asume en El transportador, producto de acción cuya única y exclusiva pretensión es la de pasar por hollywoodense.
En la anterior La marca del dragón, Besson había conchabado a Jet Li, sobrevalorado superastro de las artes marciales. Para El transportador, logró agenciarse a Cory Yuen, realizador y coreógrafo de acción largamente relacionado con Li, mientras la bella Shu Qi aparece como partenaire del británico Jason Statham (Juegos, trampas y dos armas humeantes), quien asume aquí su primer protagónico. Por más que la acción tenga lugar en parajes de la Costa Azul, aquí todo el mundo habla en inglés, el idioma que más le gusta a Besson. Statham es aquí Frank Martin, superprofesional del manejo al servicio del hampa y el transportador del título, que tiene fuertes reflejos del personaje que Ryan O’Neal hacía en Driver (Walter Hill, 1976). Mientras le paguen bien, Martin puede llevar a unos ladrones con su botín, escapar de la policía con el acelerador a fondo o llevar cualquier bulto sospechoso en el baúl.
Como aquel chofer de Driver, Martin tiene una serie de reglas de hierro, que funcionan como imperativos categóricos. Esto queda claro en la escena introductoria, cuando obliga a mandar al otro mundo a uno de los ladrones, con tal de evitar el exceso de peso. Duro, solitario y de pocas palabras, el hombre tiene su corazoncito, y éste lo traicionará cuando descubra que el bolso que debe entregarle a un mafioso contiene a una hermosa muchacha (no otra que Shu Qi, top model y protagonista de Millenium Mambo, la extraordinaria película de Hou Hsiao Hsien que pudo verse en el último Bafici). El problema es que Lai miente de lo lindo, por lo cual Martin nunca terminará de saber si creerle o no. Pero esas lágrimas y labios carnosos pueden llegar a convencer a cualquiera de cualquier cosa, y Martin no es de madera.
No es de madera sino de fierros, lo que queda claro cada vez que se saca la camisa y exhibe la musculatura. No sólo la exhibe. Uno de los más reputados coreógrafos de acción de la actualidad, Cory Yuen, lo obliga a usarla, en esas orgías de trompadas, acrobacias y patadas voladoras que constituyen la flor y nata del género de artes marciales. Seguramente porque Statham no es un especialista, las secuencias de acción de El transportador están montadas a puro corte y quebrada, cuestión de que la velocidad no delate algún pifio o falta de sincronización por parte del héroe. Con esa ayuda, éste no sale mal parado en el arte del puntapié agresivo-coreográfico. Así lo demuestran las rápidas sucesiones de derechazos aéreos descargados sobre dos, tres o más rivales, en un estilotal vez algo futbolístico (Statham tiene más pinta de centrodelantero del Manchester que de kung fu master) pero eficaz.
El resto (historia, personajes y motivaciones) es puro relleno, aunque en el haber de Yuen debe computarse que descargue las dosis requeridas de adrenalina sin abusos histéricos ni manierismos cliperos. Bien servido por una banda de sonido funkie-tecno-rapera curada por Stanley Clarke, Yuen es el principal responsable de que El transportador no sea tan mala como esas películas a las que Besson se desvive por fotocopiar.

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El héroe Jason Statham encuentra a la bella Shu Qi en... un bolso.
 
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