ESPECTáCULOS › LAS ESTRELLAS FABRICADAS POR TV, EL RECURSO MAS RENDIDOR DEL 2002
Si lo sabe cante, en el siglo XXI
Este año será recordado como el del boom de los programas de canto: realities, concursos y hasta tiras de ficción hicieron uso y abuso de la idea. La alianza estratégica entre la tele y los sellos discográficos dio como resultado un negocio floreciente en un país devastado, con cifras que no dejan de asombrar a propios y extraños.
Por Julián Gorodischer
“Si no canto me muero” bien podría sintetizar el summum de la vocación. Es hacerlo porque no queda otra, ejercerlo sin duda, llamado por un eco, pero en 2002 tomó una literalidad aterradora. En la cola para “Popstars” esperó el “sin techo” y, a su lado, un compañero imaginó el éxito no como un nombre en la marquesina, sino como vianda asegurada de por vida. En la de “La banda de Cantaniño” asomó un panorama parecido, con el padre y la madre de la nena alternando la espera y la queja por el desalojo. Y mientras tanto, el empresario se carga a sus víctimas: el “elegido” salva el rojo de las cuentas heredado de la era pre reality, pero cobra mil pesos por mes. El paraíso de la ganancia empresarial desmesurada queda en un estudio de Canal 13 o en uno de Martínez que alquila Telefé. Allí, la bandana Lissa mide su recompensa a escala de su vida anterior en una villa del conurbano; allí a Paolo le basta y le sobra con haber triunfado en “La oportunidad de tu vida”. Los afortunados no reclaman como lo haría un rock star: ni groupies acaloradas ni champagne francés, cualquier “caprichito” sería una inmoralidad en la Argentina. ¿Encima con exigencias?
Como nunca, este año multiplicó voces chillonas y vozarrones, falsetes afectados y ronquidos de fumador. Las Bandana (que tienen el insuperable record de 71 funciones en el Gran Rex) tiraron la piedra, y el aluvión de realities y concursos que seguirá el año que viene (ver recuadro) la recoge: las discográficas agradecen el milagro en la Argentina en bancarrota. Donde poco queda por hacerse, en el territorio clausurado, alguien se acuerda de subir la voz. La flamante democracia de estrellas dictamina que una Bandana compartirá la entrega de los premios MTV Latinoamérica con Diego Torres, el famoso-de-los-de-antes más vendedor, y el record de Gran Rex de los novatos no puede compararse con ninguna performance parecida de los históricos. Algo cambió después de que Mambrú, Bandana, Paolo, Piru y Diego (de “La oportunidad de tu vida”), los Cantaniño y Erreway convocaron a clubes de fans y, lo que es más importante, vendieron discos: las Bandana llegaron a las 180 mil copias. Hasta la ficción improvisa grupos y solistas propios (Rey Sol Marquesi en “Son Amores”, Erreway en “Rebelde Way”) para que el negocio asome.
“Esta alianza entre la tele y los discos funcionó en todo el mundo porque produce una sinergia promocional que no tiene paralelo”, asume Juan Manuel López, productor de Sony que trabaja junto a Paolo. “Los chicos nacen convertidos en estrellas, lo son apenas ganan el concurso, y llegan a un nivel de exposición que no sueña ni Diego Torres”. Alguien empezó a hablar de milagro tras el tercer disco de platino de Bandana, y el Gran Rex se convirtió en la Meca. No importa lo que se cante: teen pop pegadizo para las pioneras, un rock menos ganchero y más estático para Mambrú (80 mil copias vendidas), un bolero tipo Luismi para Paolo. “Esto no va a durar mucho porque satura”, reconoce López. “Las oportunidades son para los que llegan primero”.
En la cola de “La banda de Cantaniño”, la nena canta como un pajarito, y la mamá promueve la pelea: “Esta les gana”. La señora asume el último berretín a la argentina: cantar más fuerte, cantar primero. Los cantantes de dos a trece años dan vuelta a la esquina, allá en Martínez, y alguien dice lo que se esperaba: “¿Qué pasa, ahora son todos Pavarotti?”. Es un resentido que acaba de ser eliminado. “La gente está desesperada”, dice Florencia Peña, que de chiquita quiso ser cantante, bailarina, actriz y panelista, todo junto bajo el rótulo de “famosa”. “Entiende que, si canta bien y lo demuestra, todavía puede”. La chica demostró que es buena actriz y se luce con Francella en un par de sketches, pero también conduce “La banda de Cantaniño”, tal vez como homenaje a lo que fue: una niña prodigio lucida en el “Cantaniño” original, después opinadora en “La gente del2000” cuando el 2000 quedaba lejos, por último una “pechocha” aún antes de la primera lolita. Ahora la nena va a ser madre, y analiza el boom de los cantantes que golpean a las puertas de la TV: “Acá funciona la identificación, el que mira siente que también puede. El vecino de Villa Caraza accede al universo de los ricos y famosos; la tele es una máquina de generar fantasías y todos creen que la fama es lo mejor”.
“Los chicos piensan: si quedo es probable que realice una vocación”, dice Pablo Ramírez, jurado de “Popstars” y ex manager de Bandana. “Los que no quedan se lloran la vida. Es muy duro verlos perder la ilusión, no pertenecer al proyecto, perder una de las pocas posibilidades que ofrece el país”. Si la crisis baja la expectativa de progreso, el canto se convierte en la última fórmula segura. Haga desafinar al galancito o a la lolita –dicta el manual– y, aunque lo hagan muy mal, se ganarán el cielo del fan propio y el disco de oro, eso si populariza un estribillo pegajoso y se mueve con soltura. Y si no, habrá que preguntarle al hacedor del Rey Sol o al ideólogo de Erreway, unidos por la consigna “meterás el boom de los cantantes en la ficción”. Allí donde los galancitos recitaban su guión, ahora rapean una estrofa fácil, y promueven la compra de su foto con poca ropa en el teatro. “Esto no es nuevo”, asegura Jorge Maestro, guionista del programa más visto de la TV. “En el ‘87 escribí la novela de Menudo, ‘Por siempre amigos’ y, si no, basta pensar en Roberto Galán. Lo que ocurrió este año es una búsqueda desesperada de lo que funciona, pero es reformular historias que ya se hicieron. En la TV no hay nada nuevo”.