ESPECTáCULOS › “YO AMO A ANDREA”, DEL ITALIANO FRANCESCO NUTI

El veterinario y la lesbiana

 Por Horacio Bernades

Con ejemplos notorios como el de Roberto Benigni, es frecuente que los cómicos italianos escriban, dirijan y produzcan sus propias películas, en una lista que podría engrosarse con los nombres de Maurizio Nichetti y el fallecido Massimo Troisi. Si el gran Nanni Moretti vendría a representar una versión superadora de esta casta de clowns a veces festejable y otras lamentable, Francesco Nuti (florentino, como Benigni) aparece, a la luz de Yo amo a Andrea, como uno de sus más pobres exponentes. De casi cincuenta años y con una filmografía abundante, frente a esta película de hace un par de años resulta temerario intentar explicar el porqué de semejante persistencia.
Apoyada en un guión chapucero que el propio Nuti pone en escena con un arsenal de recursos tirados de los pelos, hete aquí la vieja fantasía masculina del tipo carente de todo don, al que a pesar de ello se le rinden las mujeres más fascinantes, por alguna razón que el guión jamás se molesta en explicar. Desde ya que no será por sus virtudes cómicas, tan despobladas como pueden estarlo las tribunas de la Firenze un día sin partido. Puesta al servicio del (des)lucimiento del siempre absorto Nuti, Yo amo a Andrea es una de esas películas en las que pedir un mínimo desarrollo de personajes, alguna coherencia narrativa o cierta lógica interna sería como exigirle a Benigni que se quede quieto en una entrega del Oscar.
Grosso modo, Dado (Nuti) es un veterinario que se separa de su mujer, de mutuo acuerdo y para felicidad de ambos. De la nada se topará con una motociclista que, por alguna razón, viene haciendo eses por la calle y termina incrustada contra su auto. La chica es una exhibicionista de manual, que montada sobre la impunidad que le otorgan sus grandes pechos se permite cualquier despecho. En lugar de darle salida, Dado se enamora perdidamente de ella, algo que –a falta de otra alternativa expresiva– se hace saber desde el off. Cuando parece a punto de entregársele al cordero, la loba desaparece, para aparecer enseguida del brazo de su novia, la Andrea del título. Esta no es otra que la sublime Francesca Neri, que en el contexto de esta película es como Hernán Crespo jugando para el Udinese.
Lesbiana de armas tomar, no es difícil imaginar que, por arte y magia del guión, Andrea terminará cediendo a unos encantos de Dado que sólo ella ve, aunque se da por descontado que para el espectador también está claro. En el medio, a Dado se le inundará la casa y aprovechará para rendir homenaje a Cantando bajo la lluvia, Dado y Andrea se enamorarán aplicándose inyecciones, Dado inseminará a Andrea, Nuti recurrirá a los ralentis más injustificados, un ómnibus atropellará al clown y éste se desdoblará en perro dálmata con hocico de San Bernardo. La película se estrena en Buenos Aires en copia de video ampliado, lo cual suma un octavo círculo a este infierno, que no es precisamente el del Dante.

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