ESPECTáCULOS
“Fantaseamos soluciones inmediatas para cosas imposibles de resolver”
Los actores Pablo Brichta y Manuel Vicente estrenan esta noche en La Trastienda la obra “Te digo más”, basada en personajes y cuentos salidos de la pluma inefable del escritor rosarino Roberto Fontanarrosa.
Por Hilda Cabrera
¿Por qué no volver a la charla de café, a darle lustre a la filosofía cotidiana de personajes que, como Hugo y Pipo, son capaces de elaborar una teoría para cualquier asunto que se les presente? Te digo más, obra que se estrena esta noche en La Trastienda (de Balcarce 460), convoca a dos varones que se entregan a ese ejercicio, y sobre todo a fantasear sobre estratagemas para seducir mujeres. Se basa en cuentos del escritor, dibujante y humorista rosarino Roberto Fontanarrosa (compilados en Te digo más y El mundo ha vivido equivocado) y es expresión –como adelantan sus intérpretes, Pablo Brichta y Manuel Vicente– de los componentes machistas del argentino medio y urbano, que si se muestra agresivo al hablar de damas es porque “necesita atacar aquello que, de antemano, sabe que no va a obtener nunca”. Retrata a dos perdedores, según resumen Vicente y Brichta, este último también responsable de la adaptación y la puesta.
La idea de presentar este trabajo surgió durante un alto en la filmación de “Los simuladores”, el unitario televisivo al cual ambos aportaron la experiencia de años en el oficio. El primero, con buenos desempeños en últimas versiones de las piezas teatrales De pies y manos y Esperando la carroza, participaciones en tevé y en la película Tres pájaros; y Brichta, con trabajos renovadores en el Plauto que dirigió décadas atrás Roberto Villanueva, y convencionales, como La mesa de los galanes y Morochos de Ñuyor. En cine se lo vio en la reciente Taxi, un encuentro, de Gabriela David. El conocimiento de este actor sobre el universo literario de Fontanarrosa quedó demostrado, entre otros trabajos, en su coprotagónico del logrado Uno nunca sabe, de 1993. Esta vez, participan de Te digo más, el músico Edgardo Rudnitzky, el escenógrafo y artista plástico Juan Diana y el iluminador Jorge Merzari.
Develar los miedos y fantasías de los varones al “estilo Fontanarrosa”, así como otros aspectos del comportamiento del argentino medio, ha sido un desafío grato para actores y directores teatrales de todo el país. Entre otros ejemplos se recuerda la puesta de Sueño de barrio, seleccionada para integrar el ciclo Teatro Abierto 1982 de Rosario, y montajes como Serio o no serio y La mano en la lata (1983), versiones a las que en otros años se sumaron obras inspiradas en los dibujos de Inodoro Pereyra, el Renegau, cuyas andanzas junto al perro Mendieta fueron llevadas a escena, entre otros, por el Grupo Litoral. En cuanto al tema de la relación de personajes como Pipo y Hugo con las mujeres, Brichta entiende que hoy existe un diálogo bastante más fluido. Quizá por eso, “ellas son las que más se ríen en este tipo de espectáculo”, observa. Por su lado, Vicente rescata el aura de “verdad” que rodea a estos personajes y memora las charlas de café con amigos en su San Fernando natal, en las que siempre había alguien teorizando en una misma conversación sobre “cómo filmaba sus películas Federico Fellini, cómo se conquistaba a una mujer y cómo se organizaba una revolución social”.
Retazos todos de un pensamiento que Brichta ejemplifica con su personaje Hugo. “Un tipo –dice– que recibe información y la mezcla de cualquier manera. Lo interesante en Fontanarrosa es su destreza en el manejo de unas fantasías que el público reconoce y con las cuales se identifica. Hugo puede imaginar cómo es un hotel de cinco estrellas sin haber estado nunca entre tanto lujo. Cree que sabe, cuando en realidad lo único que tiene es información. Esto es común en los argentinos que alardean de sabios.”
–¿Qué opinan de esas charlas de café? ¿Subsisten?
M.V.: –Esos encuentros se fueron modificando, pero todavía se mantienen en algunos centros urbanos, como Buenos Aires y Rosario, donde vive Fontanarrosa. Se van perdiendo, es cierto, porque nos va quedando poco tiempo para reunirnos en un bar y reflexionar sobre asuntos de la vida. Se nos está escapando el arte de la conversación.
–¿Tampoco ustedes lo cultivan?
M.V.: –A Pablo le gusta organizar asados. Ahí conversamos. Hablamos de nuestras cosas, y hasta fantaseamos. Como los personajes de Fontanarrosa, al que admiro, sobre todo por el arte de encontrar la palabra justa para expresar lo que muchos experimentamos: la soledad, y esa particularidad, casi patética, de los argentinos de inventarnos otras realidades en situaciones difíciles y fantasear soluciones inmediatas para cosas imposibles de resolver.
P.B.: –Es que todavía no perdimos el verso, esa habilidad para disfrazar la realidad según nos convenga. Y no estoy hablando del “verso” que nos hacen políticos y funcionarios, que a esta altura equivale a mentira y robo, sino de ese que proviene del deseo compulsivo de ganar una discusión a toda costa.
–De tener la última palabra...
P.B.: –Sí, y está claro que por eso no nos importa tanto el qué digo sino el cómo lo digo. Cómo hago callar al otro. Ahí, la palabra está ocultando la intención. Y esto lo sabe Fontanarrosa, quien sin embargo maneja las situaciones sin agresividad, porque no se ríe del otro sino con el otro, que son sus personajes y el público.
–¿Cómo definirían al humor en el teatro?
P.B.: –Para mí el humor es como una música, por su relación con el cómo se dice un texto.
M.V.: –En Te digo más es un contrapunto. Una música elaborada entre contrarios y un ejercicio de alta precisión. Las discusiones entre Hugo y Pipo son el resultado de una observación aguda de lo cotidiano, y se resuelven en general con un remate.