ESPECTáCULOS › AMELIA BENCE TRABAJA EN UNA OBRA TEATRAL PARA CHICOS
Debutando a los 83 añitos
La mítica actriz de “La guerra gaucha” hace el papel de un hada en “Amor invisible”, una comedia infantil de Juan Carlos Cantafio que protagoniza los fines de semana Gustavo Monje en Andamio 90.
Por Silvina Friera
Sus ojos verde esmeralda brillan con una intensidad cautivante. No en vano hace 60 años, cuando era una jovencita, protagonizó el film Los ojos más lindos del mundo. Amelia Bence conserva esa voz grave y sensual con la que deslumbraba en la pantalla grande, es una de las actrices más populares y versátiles de la llamada época de oro del cine argentino. Después de una exitosa temporada en el teatro Marsano, en el exclusivo barrio limeño de Miraflores (Perú), con Venecia, de Jorge Accame, la actriz que se destacó en La guerra gaucha (era una aguerrida patriota inmersa en la lucha montonera llamada Asunción Colombres), Los caranchos de la Florida, La vuelta al nido, En el viejo Buenos Aires, El pecado de Julia y Alfonsina, entre otros films míticos, participa por primera vez de una comedia musical para chicos, Amor invisible, que desde el sábado pasado está en cartelera en el teatro Andamio 90 (Paraná 660). “Actuar frente a un público infantil es muy difícil porque no se sabe nunca qué reacciones puede tener”, confiesa. .
Bence comenta que a veces piensa que si alguno de los chicos grita o llora durante la función tal vez deba decirle: “Por favor, chiquito, callate”. Sin embargo, la actriz les teme a las imprevisibles respuestas de los niños. “¿Y qué pasaría si el chico me contestase, por favor callate vos o andate? Los chicos no son diplomáticos como los adultos. En las dos funciones de preestreno, los niños estaban sentaditos, en un silencio absoluto, ni siquiera se movían. Me parece que las madres les deben haber puesto un bozal en la boca”.
Amor invisible, el primer estreno de la temporada infantil porteña, que puede verse los sábados y domingos a las 18, es una comedia musical escrita por Juan Carlos Cantafio, Juan Pablo Catoni y Juan Ruy Cosín, con dirección de Cantafio y de José Muñoz, destinada para niños de 3 a 10 años. Actores, magos y bailarines caracterizados como astronautas, mamushkas e ilusionistas interpretan esta historia en la que Vladimir, un astronauta ruso, cae equivocadamente con su nave en el Obelisco de Buenos Aires mientras intenta buscar a su amada Mamushka. Protagonizada por Gustavo Monje (Vladimir), actor que se destacó en Huesito Caracú, entre otras obras de Hugo Midón, Luciana Procaccini, Carmen Barone, Eugenia Mercante, Laura Sanjurjo y María Zambella, la pieza presenta canciones interpretadas por Paola Krum y Marcelo Trepat y participaciones especiales de los magos Juan Cosín y Pablo Catoni. Bence es el hada Sabia de la historia, que introduce a los niños en el relato, presenta a los personajes y aparece, con su inconfundible distinción, en el final.
“El hada existe en todas las culturas y en todas las ciudades del mundo; en París es muy glamorosa, la de Londres es un poco estirada, en México es indígena y en Buenos Aires esa hada soy yo”, analiza Bence sobre el personaje que interpreta en su debut en un infantil. “Seguramente, ustedes no se habrán dado cuenta, pero más de una vez deben haberme visto en las calles y en su música, en sus árboles y su gente, en el sol que la entibia y en el cielo que la cobija”, dice el texto que escribió Lucía Laragione, autora de Cocinando con Elisa. “Los adultos nos negamos a soñar, reprimimos cotidianamente la imaginación”, explica sobre la obra el notable Gustavo Monje. “Cuando el adulto es espectador de una obra para chicos, la disfruta mucho más que sus hijos porque se libera de las ataduras y las responsabilidades que lo agobian, encuentra un espacio en donde se permite imaginar sin miedo al ridículo.”
La actriz, que tiene 83 años y empezó a estudiar teatro a los 5, opina que unadulto puede ser niño. “Cuanto más envejecemos, más infantiles somos. A veces, una persona muy mayor se transforma mentalmente en un chico. Pero a los chicos de verdad no hay que abrumarlos con la realidad. “Nuestra obligación es promover la fantasía y la ilusión. Para Monje, los espectáculos infantiles “deben ser entretenidos, pero es imprescindible que se refieran, también, a valores como la amistad, el amor o la solidaridad”. En esta obra, por ejemplo, Vladimir, el astronauta ruso, que por un error del destino aterriza en Buenos Aires, sin saber bien adónde está, conoce a dos magos que lo ayudan a reencontrarse con su novia Mamushka. “Los magos le enseñan que existe magia en cada persona”, recuerda Monje.