ESPECTáCULOS
El ganador que al final perdió
El participante argentino que se convirtió en la estrella del “Gran Hermano 4” español fue expulsado de la casa.
Por Astrid Riehn
Desde Madrid
El argentino Matías, que causó más revuelo, polémica y “estallidos hormonales” que cualquier otro concursante, fue expulsado el jueves de la casa del concurso televisivo “Gran Hermano 4” de España, dejando tras de sí un rosario de conquistas y polémicas. El rubio platinado llegó mucho más lejos de lo que cualquiera hubiera esperado, ya que fue expulsado cuando falta apenas una semana para conocer el nombre del ganador del concurso. Si hay algo que no hizo este joven surfista de 29 años, oriundo de Mar del Plata, fue pasar inadvertido.
El diario español El Mundo publicó hace poco: “El efecto Matías levanta oleadas de expectación y polémica. El argentino ha acuñado una forma de conquista que merece figurar en los nuevos manuales de donjuanismo”. Lo cierto es que Matías echó por la borda los prototipos argentinos de “hombre melancólico y torturado interiormente” para reemplazarlos por el de “conquistador irresistible”, llegando a destronar incluso a cubanos y colombianos, que solían ocupar ese lugar en el panteón latinoamericano del imaginario español. No es para menos: de las seis concursantes femeninas de “Gran Hermano 4”, conquistó a cuatro: Inma, Ana, Judith y Rocío. A pocos días de entrar en la casa, la andaluza Inma afirmó categórica: “A mí me gusta el arhentino (sic)”. Un amor no correspondido por el Don Juan de las pampas, que sólo le concedió unos escarceos amorosos en el jacuzzi de la casa para Año Nuevo.
Fue entonces cuando Matías firmó su sentencia de expulsión: poco antes le había confesado su amor a Rocío, una morena de labios carnosos, la única integrante por la que Matías siente, según sus palabras, “verdadero deseo sexual”. Al parecer, las televidentes españolas, que lo siguieron con fervor cual galán de culebrón mexicano, no le perdonaron semejante dosis de “caradurismo” y lo etiquetaron definitivamente como un típico “chanta”, hablando en argentino. Lo más singular de este macho cabrío –que según su biografía oficial habla cuatro idiomas, recorrió 25 países y desembarcó en las islas Canarias hace dos años, donde trabajó como camarero y cocinero– es que concretó todas sus conquistas en el jacuzzi de la casa.
Entre las aguas burbujeantes de la piscina también se comió a besos a la catalana Ana –imágenes pasionales que fueron retransmitidas una y otra vez por cuanto programa vespertino de chismes hay en España– y logró que otra chica, Judith, se metiera al agua con él en ropa interior. La facilidad de conquista del argentino causó verdadera preocupación entre los hombres españoles, aunque no entre los concursantes masculinos, con los que se llevó muy bien y que lo consideraban “la alegría de la casa”. “¿Qué reputado sexólogo puede confirmar la superioridad amatoria de un argentino?”, se preguntaba entre indignado y desconcertado un columnista de El Mundo en una nota titulada, “Matías, ¿el depredador?”.
A Matías no le perdonaron tanto fuego, dicen algunos. Lo expulsaron por envidia, creen otros. Entre ellos, el showman e icono gay de la televisión española, el venezolano Boris Izaguirre, quien afirmó ayer a grito pelado en el programa “Crónicas marcianas”: “¡Todos en este país queremos follar con Matías!”. Una vez fuera de la casa, Matías logró sortear con elegancia todas las intimaciones que le hizo la conductora del programa, Mercedes Milá, que lo trató de “picaflor”. “La vida está para vivirla”, esgrimió el argentino. Cuando le mostraron las imágenes de sus conquistas, se limitó a decir: “Qué bien la pasé. Me cagué de risa tres meses”. Finalmente, hasta la misma conductora sucumbió a sus encantos y cerró el programa de una manera peculiar: le estampó un beso en la boca.