ESPECTáCULOS › “THE RAVEN”, EL AMBICIOSO NUEVO CD DE LOU REED
Reescribir a Edgar Allan Poe
En una obra potente y compleja, que dura 125 minutos, el veterano rocker se hunde en el universo de un genio de la literatura oscura.
Por Roque Casciero
Lou Reed nunca se caracterizó por su falta de ego, pero en su vuelta al ruedo discográfico se muestra más ambicioso que nunca. En The Raven el ex Velvet Underground se dedicó a reescribir textos de Edgar Alan Poe (nada menos) y a construir canciones basadas en algunos de ellos. “Uso a Poe como vehículo para expresarme a mí mismo”, aseguró el cantante para justificar su atrevimiento. “Quería hacer algo con lo que la gente pudiera sentirse identificada rápido. El lenguaje de Poe es muy difícil, si es que realmente te sentás a leerlo. Yo lo hice y pasé mucho tiempo con el diccionario en la mano, buscando palabras muy complicadas y arcaicas. Entonces convertí eso en algo más contemporáneo.” Una tarea titánica, sin dudas. Sin embargo, Reed emerge de este álbum doble –125 minutos, entre canciones, recitados y puestas en escena sonoras– sin haber perdido uno solo de los pergaminos que lo acreditan como una de las voces creativas más importantes de la historia del rock.
En 1999, Reed fue invitado a leer “El corazón delator” durante una de las celebraciones de Halloween que cada año organiza el productor Hal Willner, quien trabajó con Nino Rota. Al leerlo en voz alta, confesó el cantante, comprendió por fin de qué se trataba el famoso cuento de Poe. Cuando el director teatral Robert Wilson –con quien Reed había trabajado en “Time Rocker”– se enteró del renovado interés de su amigo por el autor de “El cuervo”, le ofreció volver a unir fuerzas, esta vez para la puesta de POEtry. Contento con los resultados de la labor, tras haber visto la obra varias veces, Reed se propuso trasladarla a un disco.
Aunque una lectura superficial de Poe alcanza para categorizarlo como el primer maestro del terror, Reed encontró atractivos los costados psicológicos de los personajes arrastrados hacia el caos más allá de su propia voluntad. “Poe es, seguramente, el más clásico de los escritores estadounidenses, un autor más peculiarmente en sintonía con el latido de nuestro siglo que lo que alguna vez lo estuvo con el suyo. Obsesiones, paranoia y actos de autodestrucción nos rodean constantemente. He releído y reescrito a Poe para volver a hacer las mismas preguntas: ‘¿Quién soy?’, ‘¿Por qué me arrastran a hacer algo que no debería?’ He peleado contra ese pensamiento innumerables veces: el impulso del deseo destructivo, de la automortificación”, explicó el cantante.
Habrá quienes elijan saltear los recitados y diálogos después de escucharlos por primera vez. No se podrá culparlos: a pesar de las estupendas labores de actores como Steve Buscemi y Willem Dafoe, más la música incidental del ex Velvet, nada hay como “escuchar” a Poe en la propia mente mientras se leen sus cuentos y poemas. Además, también hay que aceptar que eso seguramente será un obstáculo para quienes desean escuchar al Reed de siempre. Hechas esas excepciones, en The Raven quedan todavía un puñado de canciones memorables: la belleza oscura de los interrogantes de “Who am I?”, la simpleza abrumadora de “Guardian angel”, la rabia cuasipunk de “Blind Rage” y la increíble combinación de una melodía rockera convencional con el siempre libre saxo alto de Ornette Coleman en “Guilty”.
Además de sus amigos de Hollywood, de su admirado Coleman y de Willner, Reed cuenta con la ayuda de David Bowie (canta en la breve “Hop Frog”), su musa Laurie Anderson (“Call on Me” es de lo mejor del disco 1), los Blind Boys of Alabama (con quienes el cantante se viste de gospel en “I Wanna Know”) y un tenor llamado Anthony (un “protegido” de Willner que pone su voz en varios tracks). La inclusión de “The Bed”, un tema del retorcido y estupendo Berlin (1974), no queda en falsa escuadra al lado de canciones basadas en Poe. En cambio, es más difícil entender por qué Reed le pidió al tal Anthony que reinterpretara “Perfect Day” (de Transformer, 1973), aunque tal vez haya que pensar que esta versión carga de amarga ironía esos versos que describen los nimios acontecimientos de un día perfecto.
El neoyorquino se mueve por terrenos que conoce (“Fire Music” parece un clon deforme del deforme Metal Machine Music), pero también se arriesgapor caminos que nunca había transitado. En “Vanishing Act” es acompañado por un piano mínimo y logra transmitir a la perfección el oscuro deseo de desaparecer del planeta. Es un gran momento del álbum, de una profundidad difícil de explicar y más difícil todavía de alcanzar. Reed bien puede dedicarse a agrandar su ego gigantesco: se arriesgó a meterse con un autor clásico y salió bien parado, como pocos rockeros ambiciosos y osados lo habían conseguido antes.