ESPECTáCULOS
“La sociedad argentina no necesita a los famosos”
Gustavo Garzón, Juan Leyrado y Gastón Pauls que protagonizarán desde hoy “Tres padres solteros”, cuentan por qué creen que contarán una serie de historias muy poco frecuentadas por la televisión local.
Por Mariano Blejman
Tres generaciones de hombres solteros, unidos en una historia de ficción, esa es la idea. Gastón Pauls, Gustavo Garzón y Juan Leyrado le darán cuerpo desde hoy, todos los jueves, a tres estereotipos a los que intentarán aportar parte de sus respectivas personalidades. Los guionistas Gustavo Belatti y Mario Segade, que vienen de imaginar las historias de “Verdad Consecuencia”, “Vulnerables” y “Resistiré”, actualmente en pantalla, son los responsables de los libros de “Tres padres solteros”. Leyrado se meterá en la piel de Miguel Galendo, de 50 años, un sociólogo que no ejerce, que para sobrevivir tiene una panadería y que convivirá con tres hijos. Gustavo Garzón, de 47 años, será Marcelo Casarino, de 40, un irresponsable amante de los autos y las mujeres (las dos cosas pueden ir en cualquier orden). Gastón Pauls será Guillermo Nelber, de 30 años, abandonado por su mujer, con quien tiene una hija de 5 años. Y así en la vida real, como en la ficción, los tres actores aguardan a Página/12 (“un diario testimonial”, opinará Gustavo Garzón) en un café del barrio de Palermo. Y, curiosamente, la entrevista terminará en la productora hablando sobre la fascinación de la fama y el poder que encienden los medios y que termina, generalmente, cuando se apaga el televisor.
–¿Puede transmitirse la experiencia?
Gastón Pauls: –Siempre se vive por primera vez. Esa es la insoportable levedad del ser, como diría Kundera.
Juan Leyrado: –En el ejercicio cotidiano es una zona del hombre que había podido hablar con “Gasoleros”, pero ahora iremos poniendo cosas que tienen que ver con nuestra vida real. Cuando nos juntaron, nos dimos cuenta de que andábamos con ganas de hablar de estas cosas cotidianas que parecen olvidadas. De las distintas relaciones que van adquiriendo los padres con los hijos y más aún cuando van pasando los años y cambian las percepciones.
Gustavo Garzón: –Ser padre, soltero y convivir con ello es el tema de muchos hombres en esta sociedad disgregada. Y como por lo general no solemos hablar socialmente, sino más bien en la intimidad, puede ser una buena razón para poner algunos temas en la mesa.
G.P.: –Soy el único de los tres que en la vida real no ha sido padre todavía. Así que para mí es un aprendizaje.
–¿Un padre mira a su hijo como es o como quiere verlo?
J.L.: –Hay una anécdota de Atahualpa Yupanqui donde se entiende bien cómo mira una madre a su hijo. Una vez, cuando ya era muy conocido, Yupanqui trajo a su madre a Buenos Aires y paseó por bares, conciertos, reportajes, cenas y agasajos que le hacían con su madre a cuestas. Y antes de verla partir, Yupanqui le preguntó: “¿Mama cómo la pasaste?”. La madre le respondió “Muy bien”, le aseguró que iba a volver pronto y antes de partir le dijo: “Pero dígame hijito, ¿cuándo se va a dejar de joder con la guitarrita y se va a poner a trabajar?”.
–Hugo Arana tiene la teoría de que un actor necesita mostrarse, posiblemente, porque no ha sido atendido lo suficiente por su madre...
J.L.: –Uno quiere a su madre por como es y se imagina la madre que desea tener. Mi mamá, por ejemplo, no me miraba como un actor, tal vez pensaba que yo debía ser un oficinista o un bancario.
G.G.: –Este tema da para escribir un libro. Ya lo voy a escribir...
–Y ustedes –a Garzón y Leyrado–, ¿cómo ven a sus hijos?
J.L.: –Creo que ellos están más esclarecidos que yo en cuestiones cotidianas. En la vida vamos de un lugar sabio –la niñez– a otro lugar mucho menos sabio –la madurez–, a la vejez donde la gente vuelve a ponerse sabia. Sólo cuando transitamos en el medio de la vida es donde no sabemos demasiado para qué estamos... Hoy estoy como Landriscina.
–¿La fama compensa la falta de afecto?
G.G.: –La fama le sirve principalmente al público para identificarse, para sentirse atraído, para sorprenderse. El sistema crea sus productos, los infla y después los pincha.
G.P.: –La sociedad argentina no necesita a los famosos. La verdad es que uno nunca se pone a pensar cuándo se convirtió en conocido o lo que eso significa. Además, la gente ama y destruye rápidamente.
J.L.: –La fama es una fantasía. Es lo peor que le puede pasar a un actor si no viene junto al reconocimiento. Ser famoso implica estar con lo mejor y lo peor de una sociedad. El problema es que se puede involucionar cuando la fama se liga al poder. Porque, ¿qué te puede dar? ¿Un mejor camarín que el que hace un bolo? No mucho más que eso.
–Entonces la fama es poder...
J.L.: –Para uno ser poderoso tiene que creérselo y tienen que creerle otros que uno es poderoso. El problema es que muchas veces no estamos preparados, que todo esto es un juego, porque sólo existimos por y para el público. A mí me preocupa el asunto del poder. Porque es terrible cómo un diputado, por ejemplo, llega al Congreso y enseguida le ponen cinco teléfonos, dos secretarias y te dice: “Yo luché en el Cordobazo”, pero ahora es un hijo de puta. En el mundo del poder el mañana no existe. Porque un día se come faisán y al otro día te ponés las plumas. Además, si no mantengo aceptación entre mis cuatro amigos me cagué la vida para siempre.
G.P.: –Uno se cree que el “éxito” es para siempre, porque genera una serie de relaciones obsecuentes, pero después cuando todo termina nos quedamos muy solos.
G.G.: –Hay una confusión porque la gente cree que el público se nutre de uno, pero es uno el que se nutre del público. Pero cuando salís a jugar a la cancha y tenes doscientos cincuenta tipos que te quieren regalar algo, uno se marea. La pregunta es ¿cómo lograr la claridad en medio de 35 puntos de rating?