ESPECTáCULOS
“Para la TV actual, yo soy la antiestética”
Alejandro Dolina regresa a la pantalla con “Bar del infierno”, un ciclo que irá a la medianoche, por Canal 7. “Contaré historias como las que recito en la radio, pero más cortas”, promete su creador, entusiasmado.
Por Emanuel Respighi
Cuando le propusieron sumarle a su proyecto televisivo de narración oral una puesta en escena, Alejandro Dolina no tuvo mejor idea que imaginar cómo sería el infierno. En esa representación –puramente doliniana, claro–, el infierno no es otra cosa que un oscuro y sombrío bar ubicado en algún sitio, ni muy alejado ni muy cercano a Buenos Aires. Un lugar laberíntico, sin salida, en el que una puerta conduce siempre a otra y los salones se conectan al infinito. Allí, una serie de personas encerradas –borrachos, meseras, prostitutas, paseantes, artistas– viven bajo la insospechada condena de repetir cada noche sus conductas. En ese infierno, el Dolina-personaje sufre su propio castigo: contar un cuento, una historia, cada noche. “Yo seré un personaje más del bar. Simplemente contaré historias como las que recito en la radio, pero más cortas. O sea que los televidentes que no me escuchan tendrán un aliciente: lo malo dura menos que en la radio”, cuenta Dolina en la entrevista concedida a Página/12, con la ironía que lo caracteriza.
“Bar del infierno” es el nuevo programa que se sumará a la renovada grilla de programación de Canal 7. El ciclo, que combinará la narración oral con la ficción, irá de lunes a viernes a la medianoche. “La puesta en escena –apunta Dolina– es un elemento agregado para que, dado el horario, no fuera sólo un aburrido momento de meditación. Es paradójico, voy a tener que ocupar un horario en el que la TV está invadida de religiosos que les preguntan a los televidentes por sus pecados. Vaya competencia.” En el programa, Dolina se ocupará de actuar, cantar y escribir el guión y las historias que él mismo contará. “Voy a ser un poco de todo. Todo mal como siempre... Por suerte tengo atrás un equipo que lo hace bien y me ayudará a disimular un poco mi incursión”, subraya.
El equipo del que Dolina habla está conformado por todo el elenco actoral y musical que lo acompañó en la opereta criolla Lo que me costó el amor de Laura. Pero, además, “Bar del infierno” contará con Claudio Gallardou en la dirección artística, Federico Mizrahi en la musical y la participación especial del actor Pompeyo Audivert. “Pompeyo encarna a un personaje que es una especie de instancia superior dentro del bar. Es un pequeño demonio o enviado de Satanás que conoce el funcionamiento del bar y su motivo, por lo que de a poco va dando información al televidente de lo que ocurre en ese ámbito tan sórdido. Pero nosotros no lo registramos. Es un personaje extraño y difuso, ajeno a nuestro destino”, señala el conductor radial de “La venganza será terrible” (lunes a viernes a la medianoche, por Continental).
–¿Qué expectativas tiene con “Bar del infierno”?
–En principio, “Bar del infierno” es un programa de bajísimo perfil, que irá en un horario marginal como lo es el de la medianoche, durará sólo 15 minutos y se emitirá por la pantalla de Canal 7. Y, encima, trabajo yo, lo cual indica que no hay mucho por festejar. Es un ciclo de ficción que transcurre en un bar sin salida, a lo mejor porque no hay ninguna puerta o tal vez porque simplemente no hay otra cosa más. Yo no me hago ilusiones con respecto a mí mismo, ya que me desilusionaría fácilmente. Pero espero que salga una cosa digna. Para eso están todos los demás, claro.
–¿Por qué las personas están castigadas en el bar?
–No está claro que las personas encerradas en el bar estén castigadas. Como hay chicas muy bonitas y personajes extravagantes, a veces la pasan muy bien en ese lugar. Pareciera que estuvieran de fiesta. La verdad es que nada está demasiado claro. El detalle infernal es que no se puede salir del bar.
–¿Esta imposibilidad de escapar es metafórica de la situación actual de los argentinos?
–Sí, por supuesto. Pero no sólo de los argentinos sino también de lo que ocurre en el mundo entero. Vivimos en un mundo que nos condena a repetir conductas y actos sin que nos demos cuenta. Creemos ser independientes y libres, pero la verdad es que un villano de turno nos maneja. En el bar no podemos salir porque no hay otra cosa. En el mundo, en tanto, tampoco hay un bar enfrente. Hay un único bar, un único mundo que nos asfixia.
–¿La idea es más borgeana que marechaliana?
–Ojalá sea borgeano o marechaliano. Yo no soy tan optimista al respecto. Es puramente doliniano, si se quiere. Es decir: una mala copia de Marechal, Borges, Kafka y de tantos otros autores que han creado laberintos sin salida mejores. Este es, más bien, un laberinto agujereado, en crisis.
–¿Por qué vuelve a trabajar en la TV después de más de una década?
–Hace 12 años que no trabajo en la TV. No tanto porque la televisión no me atraiga sino porque todos mis proyectos han sido prolijamente rechazados uno por uno. Pero no me quejo, no digo ni que esté bien ni que esté mal. Creo que, analizándolo, es una suerte no haber trabajado en la TV en estos años, ya que si hubiera estado en algún programa del circuito competitivo a lo mejor hoy no sería quién soy. Para la televisión actual, yo soy la antiestética. No renuncio a ser lo que me hace sentir a gusto, amén de lo mal que lo pueda hacer. Ahora, si el precio de estar en la TV es hacer cualquier porquería, yo prefiero seguir en la periferia, tranquilo con mi conciencia.
–¿Es posible hacer un programa televisivo de calidad en medio de la ferocidad comercial que invade al medio?
–Creo que se puede hacer un formato de alta calidad televisiva. El problema es que antes había escrúpulos y ahora no. No hay límites. La forma de comercializar y obtener ganancia al instante hace todo muy perentorio y simple. Pareciera que no se pueden hacer cosas complejas, artísticas e interesantes y a la vez divertidas. Si querés llegar a todos necesariamente tenés que pensar todo desde la simpleza. Creo que no es la calidad lo que la TV rechaza, sino la complejidad.