EL PAíS › CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER, SENADORA POR SANTA CRUZ
“Tenemos la oportunidad de cerrar el ciclo inaugurado en 1976”
Como energizada por una campaña que la tuvo como protagonista activa, la posible primera dama derrocha entusiasmo por lo que ve como una era inaugural: verdaderamente el fin de un modelo, el comienzo de otra cosa. En este diálogo explica las oportunidades que ve, matiza el “que se vayan todos” y destila sus broncas hacia el menemismo, esos “farandulizados”.
Por Eduardo Tagliaferro
“Nunca más volvió a romper el glaciar”, dice con cierto enojo. Como toda apasionada por la Patagonia, Cristina Fernández de Kirchner recuerda con nostalgia que regularmente, cada cuatro años, se duplicaban los turistas que se acercaban a ver el rompimiento del glaciar Perito Moreno. “Desde 1988 no volvió a romper”, repite. Eran tiempos de campaña proselista y el candidato justicialista que competía con el radical Eduardo César Angeloz para la presidencia estaba obsesionado por conocer el monumento blanco. Nadie sabe qué pensamientos se le cruzaron, pero lo cierto es que los santacruceños todavía lo recuerdan. Adivinó: el candidato no era otro que Carlos Saúl Menem y después de su visita el glaciar nunca más se rompió. En diálogo con Página/12, la senadora sostiene que “terminaron los liderazgos mesiánicos, fundamentalistas, excluyentes, personalistas y hegemónicos”. Todavía no tiene decidido si acompañará a su marido Néstor Kirchner en el viaje que hará a Brasil para entrevistarse con Luiz Inácio Lula Da Silva, pero asegura que para acompañar la pizza prefiere la cerveza. Nada de champagne, a lo sumo “sidra para las Navidades”.
–Hugo Moyano acaba de decir que no duda en votar por Néstor Kirchner en la segunda vuelta, porque es un peronista. ¿Qué otras cosas, aparte de la suerte del peronismo, se ponen en juego en la segunda ronda electoral?
–Está muy claro que se discute el modelo de país en el que vamos a vivir. Además a los argentinos se les presenta la posibilidad de clausurar un ciclo histórico que podríamos situarlo en 1976, que se profundizó hasta la exasperación durante la década menemista y que consistió básicamente en adherir a un modelo en el que el trabajo, la producción y la idea de lo nacional debía ser dejada definitivamente de lado en pos de un pretendido ingreso a la globalización. Como si la globalización implicara la negación de lo propio, de lo nacional. Tenemos la posibilidad de incorporarnos al mundo desde un proyecto propio, desde un proyecto de país, desde una idea de nación. A grandes rasgos me parece que esto es lo que están clausurando los argentinos a partir del 27 de abril. Estas pautas se traducen en un modelo político y un modelo cultural que también llega a su fin. Muchos hablan de reforma política y hay que hacerla, pero convengamos que lo más criticado de la política, lo que la sociedad castiga con mayor profundidad y con razón, es el clientelismo político. El fenómeno del cliente político es coetáneo con la aparición del desocupado. En la Argentina, cuando los argentinos pudieron elegir su trabajo, o aun no eligiéndolo podían tener trabajo sin necesidad de conocer a un intendente, a un concejal, a un diputado o a un gobernador, cada uno se expresaba en el partido que mejor le parecía. O bien no participaba en política. El tema de la red clientelar de la política, los rehenes de la política, y este círculo perverso que se ha dado entre dirigentes que necesitan de gente sin trabajo y el hecho de que muchas veces resulta mejor tener un dirigente amigo que tener un laburo, es perverso. Esto aparece con la desocupación. Si antes el modelo ajustó por inflación ahora ajusta por desocupación. Por eso digo que se clausura un final de ciclo.
–¿Qué otras cosas terminan con ese ciclo?
–También se termina con los liderazgos mesiánicos, fundamentalistas, excluyentes, personalistas y hegemónicos. Hay una nueva institucionalidad que la gente está demandando. Esta nueva institucionalidad tiene que estar protagonizada por hombres y mujeres comunes con grandes capacidades y con grandes responsabilidades. Me parece que el dirigente ya no puede ser algo inaccesible tipo procerato, como era en la antigüedad o como fue en la etapa menemista la frivolidad y la farandulización. Me parece que en buena hora se viene una Argentina diferente. Esto no quiere decir solemnidad. Desde algunos sectores de la izquierda parece ser que ser serio es tener cara de enojado. La seriedad no quita el optimismo. Arturo Jauretche siempre decía que sin optimismo y sin alegría no se cambia la historia. Me parece que estamos frente a un nuevo amanecer o renacimiento de la República Argentina, sin nostalgias, ya que todos saben que no se puedevolver a la Argentina de los años ‘40, porque el mundo no es el mismo, ni el país es el mismo. Por cierto que se necesitan nuevos instrumentos, pero en definitiva los objetivos son esencialmente los mismos: construir un país.
–Un dato llamativo de la última elección fue la alta participación y el alto porcentaje de voto positivo. Esto amén de que la sociedad también le esté reclamando a la democracia mayores espacios de debate y de participación. ¿Cómo lo analiza usted luego de la rebelión del 19 y 20 de diciembre del 2001?
–Si uno tiene una mirada retrospectiva con los hechos, ve que los errados fueron quienes quisieron interpretar lo que la gente hacía y darle una orientación o una perspectiva que la gente no buscaba. No solamente hablo de la dirigencia política, sino también de la crónica periodística. Cuando la gente salió a revocar el contrato social que le había dado a la Alianza, ese 20 de diciembre, después de prometerle que cambiarían todo y siguieron haciendo lo mismo, lo que es mucho peor, la gente fue a realizar una revocatoria. Reclamo que no fue en todo el país. El que se vayan todos era que se vayan estos que gobiernan. En mi provincia nadie salió a decir masivamente que nos vayamos. Al contrario, unos meses antes nos había votado el 62 por ciento de la gente. En general la gente tuvo una actitud de revocatoria pero también sabe que sin gobierno no podemos estar. La gente quiere gobierno, pero buen gobierno. La gente quiere mejor calidad de vida, de salud, de educación. No falla la sociedad sino los que la interpretan y la decodifican. De tres meses a esta parte se dijeron cosas como que no iba a haber elecciones, que Eduardo Duhalde se quería quedar hasta fines del siglo XXI, que el candidato Kirchner se caía, que iba a haber fraude, que no había tiempo para contar los votos y cosas similares. No sólo en lo económico y en lo penal hay una impunidad muy grande. También en lo verbal hay mucha impunidad. Políticos, analistas, periodistas, muchos de los que suscribieron estas posiciones tendrían que hacerse una autocrítica.
–¿Cuál es el principal dato que extrae de la última elección?
–Para quienes venimos de una generación en la que la política no estaba permitida, que la gente haya hecho una reafirmación categórica de que los problemas los resolvemos con el voto es una satisfacción. Por que no nos engañemos, no solamente había políticos que golpeaban cuarteles, también había segmentos de la sociedad que reclamaban el orden militar. Por otra parte está muy claro que la gente no da cheques en blancos a nadie más. Esos liderazgos mesiánicos que no explican por qué las cosas son como ellos dicen me dan mucho temor. Sucede que esos liderazgos no suelen darle explicaciones a nadie. Yo quiero que a mí me expliquen las cosas. Así podría entenderlas, apoyarlas o criticarlas. Quiero tener yo el derecho de decidir y no seguir verdades reveladas. Estas son las cosas que están en crisis. Creo que en la Argentina los liderazgos no van a ser como los hemos conocido antes, excluyentes y selectivos, sino plurales, más horizontales y vinculados con el resultado de gestión.
–¿Qué le sorprendió de las reacciones posteriores a los comicios?
–Me llamó la atención que aquí me dijeran qué lindos los festejos de ustedes en la calle y con la gente. Me sorprendió porque eso fue lo que siempre sucedió en Santa Cruz y por suerte venimos festejando seguido y siempre con la gente. Y esta es una de las cosas que no le perdonaré nunca al menemismo y es que les hayan hecho creer a los argentinos que los políticos son como ellos y que están todo el día descorchando champagne, farandulizados. A mí me encantan los artistas, pero los políticos no son ese brillo y festejo permanente. Los políticos son personas comunes con hijos, con perros, salen a la calle. Entre tantas otras cosas, esto nunca se lo perdonaré al menemismo. Obviamente por la calle ahora me saludan más. Aunque quien tiene más problemas para caminar es Kirchner, que lo paran cada dos minutos. Es una cosa extraña. Por qué lo felicitan, si salió segundo. Es obvio que la gente tiene la misma interpretación que nosotros en la necesidad de dejar el pasado atrás. En Río Gallegos la gente daba vuelta carnero por la calle. No solamente por que ganó un patagónico, sino por todas las peleas que tuvimos con Menem, por los hielos continentales y otros temas. Nuestra pelea con Menem viene de larga data. Hoy todos hablan de cuidar el territorio y el agua, como gran recurso de la humanidad, pero nosotros venimos peleando por esto, casi en soledad, desde el ‘94. La gente se identificó con estas luchas y el día de la elección se les presentó toda la historia junta. Acá en Buenos Aires, el 1º de mayo, Néstor fue a tomar un café aquí a la vuelta y fue impresionante la ovación que recibió cuando entró. Desde todos los ángulos y desde diversas fórmulas y fuerzas políticas, la gente dijo no al pasado.
–Usted realizó una campaña tan intensa como la de Kirchner. ¿Cuál fue el principal reclamo que recogió?
–Lo primero que pide la gente es que no los traiciones, que no te olvides de ellos. Hay tres países claramente delimitados. El nordeste y el noroeste están devastados socialmente. Yo siempre digo que nuestros pobres en Santa Cruz serían clase media o clase media baja en cualquier provincia del norte argentino. Además están las realidades de los grandes centros urbanos con sus procesos migratorios internos, fundamentalmente a las puertas del Gran Rosario y del Gran Buenos Aires, que son procesos totalmente diferentes. Hay allí una mezcla de lo urbano y lo rural. Estas asimetrías van a requerir una inmediata atención de los gobiernos, por eso el tema de la obra pública, que no solamente es para infraestructura social y económica, sino además para brindar trabajo genuino para la sociedad. Lo más fuerte que pude ver en toda la gira es ese país fragmentado socialmente. Si no logramos atar a la gente a sus lugares de origen, si no logramos que se procese y se agregue valor a las materias primas en sus lugares de origen vamos a seguir profundizando este país asimétrico. Asimetrías que están vinculadas a las concentraciones urbanas de marginalidad y miseria.
–¿El fracaso del radicalismo y el revés de algún dirigente peronista en alguna provincia prenuncia un mapa político con nuevas identidades partidarias o considera que continuará el bipartidismo?
–Yo siempre desconfié de los nacimientos apresurados. Tal el caso del tercer movimiento histórico. Soy muy respetuosa de la historia y de los tiempos que se tome la sociedad. En el radicalismo no podía esperarse otro resultado luego del fracaso de la Alianza en la que Fernando de la Rúa y la UCR eran la figura central. Creo que los partidos políticos en general tienen que revisarse. La sociedad está reclamando un nuevo funcionamiento de los partidos. Yo siempre tuve un fuerte cuestionamiento a los roles preestablecidos en los que los oficialistas dicen a todo que sí y los opositores dicen a todo que no. Esto es lo que la gente ya no tolera más. Tampoco la existencia de dirigentes que permanentemente saltan de un partido hacia otro. Me gustaría ser más respetuosa de los tiempos de la historia que finalmente no son los tiempos periodísticos, ni los tiempos de los dirigentes políticos que tienen un protagonismo temporal. El otro día escuchaba a un conocido periodista argentino decir que las cosas que cambian demasiado rápido no terminan cambiando nada. Me voy a copiar esa frase. Ese 97 por ciento de gente que fue a votar quiere gobierno, quiere vivir en un país mejor. Hay muchos sectores que creen comprender todo y no entienden nada de nada. La teoría de la representación política no es solamente que yo me crea bárbaro y cada día haga mejores discursos, sino que los demás vean en mí al representante. Estos pronosticadores que siempre aciertan pero que nadie los vota, que me disculpen pero me parece que la política no debe ser solo un ejercicio testimonial que se asemeja a la terapia personal.
–Así como la desocupación permite el clientelismo, la pérdida de estándares de educación o culturales facilita la manipulación mediática o informativa.
–Hay dos E en el problema de la Argentina. La E de economía y la E de educación. Pero el problema de la educación no es solamente los chicos que viven en la pobreza y están fuera del circuito educativo. En sectores medios y altos hay faltas graves de comprensión de textos. Que era el pensamiento abstracto que todos criticábamos por enciclopedista, repetitivo, memorista. Eso era lo que permitía dilucidar lo que era justo, de lo que era injusto, de lo que es un gobierno autoritario del que no lo es. Creo que a ese pensamiento abstracto debíamos haberle agregado todo lo que significa adaptar a los estudiantes para un mundo competitivo. Pero yo no quiero una educación solamente para convertir a las personas en animales de trabajo. También quiero que tengan un pensamiento abstracto para que, además de trabajar y producir, puedan reflexionar, pensar y decidir los valores de una sociedad. Como solemos hacer los argentinos, derribamos un sistema y no pusimos nada a cambio. Así es como hoy tenemos una crisis brutal en el sistema de formación docente. Tenemos una crisis muy fuerte que lleva a que en un estudio sobre comprensión lectora, entre 35 países, los alumnos de 4º grado de Argentina figuran 31. Necesitamos que la educación brinde los elementos para que la sociedad pueda decodificar la realidad y que no se la maneje desde los medios de comunicación. Nuestra generación fue la más emblemática en desconfiar de todo lo que le decían. No estoy hablando de que el Estado nacional vuelva a administrar los colegios, sino de instrumentar políticas educativas. Hay mucha anarquía. Y no se está garantizando un principio básico que marcó a la Argentina y que fue la igualdad educativa que llevaba a que un chico de La Quiaca tuviera la misma posibilidad de estudiar, comprender y saber que un pibe de la Capital. Lejos de lo urbano que socializa y estimula, el chico de La Quiaca no tiene esas posibilidades. Y esto no necesariamente está vinculado a lo salarial. En mi provincia los salarios docentes son de los mejores del país y sin embargo esa calidad de educación no es mejor que la de una provincia en la que a lo mejor se paga en bonos o hay salarios de 400 pesos. A la gente no se la iguala desde los planes sociales sino desde la Educación y la Economía.
–¿Se terminó la pizza con champagne?
–A mí el champagne no me gusta, para acompañar la pizza prefiero una buena cerveza. No soy de tomar alcohol, a lo sumo sidra para las Navidades.