ESPECTáCULOS › A LOS 82 AÑOS, MURIO AYER EL ACTOR MARCOS ZUCKER
Una leyenda del espectáculo
En más de 75 años de carrera, hizo teatro de revista, textos clásicos, cine y televisión. Tenía un hijo desaparecido por la dictadura.
“Yo soy tan porteño que nací a la vuelta de la casa de Carlitos Gardel, a una cuadra del Mercado del Abasto.” Así definía sus orígenes Marcos Zucker, una figura legendaria del teatro, el cine y la televisión, que murió ayer a los 82 años, de un paro cardíaco, según informó por la noche la Asociación Argentina de Actores. Había nacido el 15 de febrero de 1921, de padres inmigrantes polacos, y a los seis años ya estaba arriba de un escenario, como integrante de la compañía de Angelina Pagano, en la pieza Rosa de Oro, de Arturo Capdevila, donde interpretó al Rey de los Enanos. A partir de entonces –cantando el tango “Garufa” en el cine-teatro Ideal y asumiendo papeles de niño en piezas de diversas compañías–, Zucker no abandonó nunca más las tablas. “Me resulta imposible imaginar una vida sin teatro”, confesó hace poco, cuando celebró sus 75 años de actuación. “Si naciera de nuevo haría de mi vida la misma puesta en escena y si el teatro no existiera, lo inventaría.”
Admirador, en sus comienzos, de Florencio Parravicini y Pepe Arias, Zucker trabajó con todas las primeras figuras de la época dorada de la revista porteña, desde Adolfo Stray hasta Alberto Olmedo, pero no por eso le dio la espalda al teatro clásico. Acompañó durante muchos años a la actriz Luisa Vehil y llegó a protagonizar, entre otros textos, La alondra, de Jean Anouilh, bajo la dirección de Jean-Louis Barrault. También se lució en El violinista sobre el tejado, que puso en Chile durante siete exitosas temporadas. En 1996 había regresado a las tablas en la obra Los siete gatitos, que se presentó en el teatro Cervantes con dirección de Ricardo Holcer, y en 1997 trabajó en la pieza teatral Es difícil vivir, junto a Alfonso de Grazia y María Concepción César, en el Teatro de la Ribera, para la misma época en que reapareció en el ciclo televisivo “De corazón” (Canal 13), con Ana María Picchio y Víctor Laplace.
Anteriormente, la televisión también le había permitido mostrar sus dotes para el humor, con personajes a los que dotaba de una ternura a veces excesiva, como el ingenuo jubilado polaco que creó en 1982 para el programa cómico “La tuerca”. Sufrió a “El Contra” de Juan Carlos Calabró e integró el elenco de los ciclos “Compromiso” y “Son de 10”. De su relación con la pantalla grande, quedan los testimonios fílmicos de El casamiento de Chichilo (1938), Corazón (1947), El crack (1960), La cigarra no es un bicho (1963) y Angel, la diva y yo (1999). En los últimos años, y aunque algo alejado de los sets y los escenarios, Zucker se dio el gusto de ser distinguido, en 1997, con el título de Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, otorgado por el Concejo Deliberante porteño.
A pesar de esa y otras distinciones, como la que en 1999 le otorgó el Instituto Nacional de Teatro, en reconocimiento a su trayectoria artística, vivió los últimos treinta años de su vida obsesionado por el recuerdo de su hijo Marcos Ricardo, desaparecido durante la dictadura militar de 1976-1983. “Si al menos supiera dónde está su cuerpo...”, dijo en un reportaje de 1992. “Se lo llevaron y como si no devolverlo no fuera suficiente, encima no sé si está en el río, en el campo o en un distrito militar. Hice todo lo que estuvo a mi alcance para encontrarlo. Intenté hablar con Videla, Suárez Mason, Viola, que me mandaban decir que me quedara tranquilo. ¿Cómo hace uno para quedarse tranquilo cuando te sacan parte de tu propio cuerpo?”