ESPECTáCULOS › ENTREVISTA AL COMPOSITOR SERBIO GORAN BREGOVIC

“El público es curioso, no es cierto que sólo vea MTV”

El autor de las bandas de sonido de los films “Tiempo de gitanos” y “Underground”, de Emir Kusturica, actuará el jueves y viernes próximos en el Luna Park. Aquí habla de su pasado y presente y de la música local convertida en global.

 Por Pablo Plotkin

Territorial (balcánica) y explosiva (volcánica), la Banda de Bodas y Funerales de Goran Bregovic debutó en Argentina un día después del atentado a las Torres Gemelas. Mientras el polvo se disipaba en Manhattan y el Pentágono empezaba a urdir su plan de ataque a Afganistán, los porteños asistían a uno de los conciertos más estremecedores del año. Epica de banda militar serbia, desenfreno gitano, espiritualidad religiosa y la teatralidad intensa de una música concebida como soundtrack de amor y muerte: parecía el plan de evasión más realista que se podía tener en esos días de CNN, insomnio y ediciones vespertinas. Al igual que su (ex) camarada Emir Kusturica –para quien compuso las bandas de sonido de Tiempo de gitanos, Underground y Sueños en Arizona–, Bregovic y su obra respiran sólo entre el desborde de emoción y expresividad. Nacido en Sarajevo en 1950, de madre serbia ortodoxa, padre católico croata y mujer bosnia musulmana, esta ex estrella de rock de la Yugoslavia de Tito vuelve a Buenos Aires acompañado de una banda menos ampulosa y orquestal, adaptada a la estructura de canción que impone Tales and songs from weddings and funerals, su nuevo disco.
–Se sabe que hay mucha gente que lo escucha en todo el mundo pero, ¿cómo es su relación con el público balcánico?
–Este es un lugar muy parecido a Sudamérica, donde la música todavía es importante para la gente. Y todavía nuestra música es importante para las personas. Pueden ir a comer a McDonald’s todos los días, pero si hay una fiesta, seguro que van a poner música local, música nuestra. Está la MTV, las radios con música en inglés, pero cuando hay que divertirse en serio, ahí aparecen los discos locales. Yo noté algo parecido en Sudamérica: se sabe mucho lo que pasa en todo el mundo, pero hay una conexión especial con la música propia. Eso es lindo.
–¿Cree que la guerra en Bosnia, a principios de los ‘90, tuvo algo que ver con que el resto del mundo le prestara más atención al arte de la región?
–Creo que tiene más que ver con la tecnología, que te da la posibilidad de satisfacer tu curiosidad. La gente es curiosa, no es cierto que todo el mundo vea MTV y cante la música que pasan en la radio. En los últimos diez años vendí como cinco millones de discos. Y, excepto Arizona dreams, ninguno de mis discos estuvo en los pop charts. Aun así, había millones de personas que querían tenerlos. A la gente le gusta escuchar cosas diferentes.
–Alguna vez dijo que, a diferencia de los cineastas, los músicos de la ex Yugoslavia no tenían que lidiar con el gobierno nacional...
–Yo siempre pertenecí a una subcultura. Cuando hablás de cultura, por lo general, te referís a algo que está conectado a la política. Si sos de un país comunista, lo último que querés es estar ligado a la política, porque la cultura pasa a ser un sistema de valores subordinado a los intereses del régimen. Eso ocurre en todas partes, en verdad, no sólo en los países comunistas. No es casual que la mejor producción artística de este tiempo también provenga de una cierta subcultura. Yo siempre estuve fuera de las estructuras estatales.
–Y ahora, ¿cómo es la situación para hacer arte en los Balcanes?
–Bueno, esta guerra terminó. El síntoma que me confirma que la guerra está terminada es que puedo tocar en todas las ciudades. Siempre se dijo que mi música tiene una fuerte influencia de la música militar serbia, así que si puedo tocarla otra vez en los lugares donde antes había guerra significa que vuelve a ser considerada lo que es: sólo música y no un manifiesto político. Por eso creo que esta guerra está definitivamente terminada.
–Es una forma de ver el lado amable.
–Bueno, siempre tenemos estos breves períodos de entusiasmo en la historia y después...
–Hablaba de la influencia de la música militar. ¿Cómo se sintió cuando los serbios tomaron su hit “Ederlezi” y lo convirtieron en una especie de himno nacionalista popular?
–Una vez que tu música está ahí afuera, no podés controlar su destino. ¿Cómo podía saber Wagner que iba a ser el compositor favorito de Hitler? La música es para todo el mundo. No creo que haya nada en mi música que aliente sentimientos de muerte, y la letra no tiene nada que ver con el nacionalismo.
–Vive en París. ¿Por qué trabaja en Belgrado?
–No puedo trabajar en París. Soy un compositor muy local. Necesito... locación. Afortunadamente, tengo público en todo el mundo porque nací en el tiempo adecuado: si hubiera nacido veinte años antes, tocaría sólo para la gente de mi tierra. Soy un compositor netamente localista.
–¿Sigue componiendo rodeado de sus músicos?
–Sí, nunca trabajo solo. Por eso compongo rápido, porque tengo que tomar decisiones que involucran los tiempos de otra gente. No soy uno de esos compositores contemporáneos que esperan el amanecer en busca de inspiración. Vengo del rock and roll, y cuando venís del rock and roll tenés esa especie de deformidad: no podés estar solo. Mi atelier remite a los viejos tiempos del hippismo: mucha comida, bebida y diversión.
–En los ‘70, a la par de esa época de hippismo y rock and roll, usted estudiaba filosofía...
–Sí, cosa que no me sirvió mucho en términos prácticos. Uno entra a la universidad con muchas preguntas, en busca de respuestas. Y, desde luego, al final de la carrera salís con más preguntas. Siempre y cuando seas un buen estudiante, y yo lo era. Pero fui muy afortunado en no terminar siendo profesor, porque en esa carrera terminabas siendo profesor del marxismo, cosa que yo no quería.
–¿Tiene planes de hacer la banda de sonido para alguna película?
–En este momento estoy demasiado metido en los conciertos como para empezar a pensar en películas. En general, una vez al año hago alguna película, habitualmente películas pequeñas, que todavía conservan la ilusión de que puede ser una pequeña obra de arte. No son películas industriales. No soy bueno para la industria, y no me interesa mucho que digamos. Pero estoy trabajando en una pequeña ópera (Bregovic Carmen con un final feliz), así que el año que viene no voy a hacer más conciertos: me voy a dedicar a los teatros.
–Decía que no es bueno para la industria, pero las películas de Kusturica tuvieron un “éxito industrial” considerable...
–Sí, pero no eran películas pensadas para la industria. Tuve la suerte de trabajar con directores que todavía tienen la ilusión de que el arte en el cine es posible. Yo llegué al cine un poco tarde, en el momento en que las películas se convirtieron en productos, y las películas ya no necesitan compositores reales. En una época podías encontrar hasta a Stravinsky en el cine o a Philip Glass. Hoy las películas necesitan básicamente el cliché, porque son productos. Así que si sos un compositor y no necesitás desesperadamente el dinero, no tenés por qué hacerlo.
–¿No tiene la idea de que puede modificar algo de la industria “desde adentro”?
–La vida es corta, hermano. Yo ya tengo cincuenta, así que... ¡puf! Dejo esa ilusión para alguien más joven.
–De manera que no cree en el poder del arte para cambiar el mundo.
–No, comparado al poder de la industria, no lo creo. De todas formas, por más que crea que la música no puede cambiar el mundo, sí creo que es importante para enriquecer al hombre, y dejar pequeñas marcas en su época. Eso es lo que hacemos todos, ya sea escribiendo en un diario,reparando autos o haciendo zapatos. Dejamos pequeños signos en nuestro tiempo. No es una idea tan ambiciosa como cambiar el mundo, pero es algo.

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Bregovic vive en París, pero prefiere componer en su tierra natal.
 
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