ESPECTáCULOS
De cómo disfrutar de Humahuaca desde casa
Un especial televisivo sobre el Carnaval de la Quebrada permite hoy una aproximación a un territorio en que el tiempo parece pasar con increíble lentitud y los ritos tienen varios siglos de vida.
Por Oscar Ranzani
Declarada esta semana Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad por la Unesco, privilegio que comparten el Parque Nacional Los Glaciares (Santa Cruz) y la Península Valdés (Chubut), entre otros 730 lugares en el mundo, la Quebrada de Humahuaca es reconocida, en términos culturales, por sus legendarios carnavales. La historia de esta fiesta pagana, pero de carácter sincrético, enmarcada por uno de los paisajes más abrumadoramente bellos de la Argentina, es el tema de un programa especial que emitirá Canal (á) hoy desde las 19 en el marco del ciclo “Los pueblos y sus fiestas”.
El programa destaca que, previamente a la celebración del Carnaval, se desarrolla, en principio, el Jueves de Compadres. El músico y escritor local Fortunato Ramos señala que en esa ocasión “se juntan únicamente los hombres para tocar las anatas, las quenas, para afinar las cajas y también para probar la chicha, ya que esta bebida tiene un período de fermentación”. Posteriormente, el jueves previo a la celebración del Carnaval, se realiza el Topamiento de Comadres, en el que “las mujeres se visitan, intercambian regalos, se colocan flores y se talquean la cara”. Las imágenes son elocuentes: en pleno siglo XXI, esa gente repite rituales de origen precolombino.
“Cada comparsa tiene su cerro o mojón”, explica Sixto Masquesuleta, nativo del lugar. Y cada una de ellas van ascendiendo los cerros el fin de semana anterior al Carnaval. En cada uno de los sitios donde se dirigen las distintas comparsas está la “apacheta” (un amontonamiento de piedra que forma un pequeño mojón), junto a la cual está enterrado el pusllay –un diablo de trapo– desde el Carnaval anterior. Allí la gente realiza un hoyo y homenajea a la Pachamama, colocando alimentos, hojas de coca y virtiendo chicha. Pero con la llegada de la tardecita todo cambia y se concreta el “desentierro del Carnaval”, sacando a la luz el pusllay. Cuando el diablo sale, comienza la fiesta porque es el animador del Carnaval. A partir de entonces los disfrazados de diablo comienzan a bailar y se inicia oficialmente la fiesta callejera que dura nueve días.
“Nosotros, los collas, no le tenemos miedo al diablo. Nosotros nos burlamos del diablo. Nos disfrazamos de diablos para los carnavales y hacemos toda clase de chistes vestidos de diablos”, afirma Masquesuleta. “Cada disfrazado se hace su disfraz. Las vestimentas son un pantalón, una blusa de colores vivos y una capa con cascabeles. Por supuesto, tiene cuernos”, sostiene el jujeño. Ramos destaca que “el diablo tiene la misión de alegrar el Carnaval. No hay diablos tristes. No hay diablos dormidos y no hay diablos enfermos. El diablo tiene que ser alegre. Cada comparsa debe tener unos veinte o treinta diablos”.
Una vez que el pusllay está libre y desatada la fiesta del Carnaval, las comparsas bajan de los cerros, visitan las casas de sus seguidores y reciben una fervorosa bienvenida, mientras se juega con talco y papel picado porque, según apunta Masquesuleta, “el Carnaval aquí no es para presenciar sino para participar”. El pusllay pasea por las calles y se festeja su liberación. En los nueves días que dura el Carnaval, la gente baila al ritmo de los charangos, los sikus y los bombos en la calle. Sin ningún escenario. Así continúan hasta el domingo del entierro, donde cada comparsa vuelve a subir a su cerro y, al pie del mojón, enterrará nuevamente al pusllay. Y entonces será el momento de ofrendar comida a la Madre Tierra ya que, si bien el diablo es el protagonista por excelencia en la celebración del Carnaval, la Pachamama recibe también su homenaje. El pusllay quedará, entonces, enterrado hasta el próximo Carnaval.