ESPECTáCULOS › “LOVE AND THEFT” ESTARIA LIBREMENTE INSPIRADO EN UNA NOVELA JAPONESA
Las lecturas niponas de Bob Dylan
Algunas letras del CD remiten al “Confesiones de un yakuza”. El autor, Junichi Saga, está contento: el libro se vende como pan caliente.
Por Pablo Plotkin
La cita, el homenaje, el plagio, el sample, la influencia, el robo. El arte pop vive de extracciones e inyecciones, de recortes y pegatinas. A veces mencionando a la fuente, otras veces omitiéndola. Desde que la propiedad intelectual se convirtió en una institución legal (algo arbitraria en la configuración de sus contornos), el artista –que invariablemente se nutre de obras ajenas para producir la propia– debe cuidar las formas al momento de usar frases, sonidos e imágenes guarecidos bajo las normas del derecho de autor. La última noticia del Planeta Dylan dice que Bob, uno de los cantautores más citados de la historia, tomó prestadas algunas frases de una novela de un escritor japonés poco conocido y las reprodujo de un modo casi literal en su disco más reciente, titulado causalmente Love and Theft (“Amor y Robo”, 2001). De inmediato, estalló una polémica en la que todos opinaron. Menos él.
El libro en cuestión, Confesiones de un yakuza (no está traducido al castellano), es una de las quince publicaciones de Junichi Saga, un médico japonés de 62 años devenido en escritor de ficción. Confesiones... apareció traducido al inglés en 1991 y pasó sin pena ni gloria comercial por las librerías del mundo. Saga cuenta la historia de Eiji Ijichi, un gángster retirado que siente que su vida se está terminando y recapitula los días de crimen, prostitución y juego clandestino en el Japón previo a la Segunda Guerra. Chris Johnson, un fan estadounidense de Dylan que da clases de inglés en Kitakyushu, en el extremo sur de Japón, compró una copia de la novela, reconoció algunos de los versos de Love and Theft y posteó su descubrimiento en el sitio de fans Dylanchords.com. La noticia se propagó rápidamente entre los habitantes de Dylanlandia y estalló más allá de sus fronteras cuando el Wall Street Journal la publicó.
“Floater (too much to ask)” es la canción que reúne la mitad de las “citas no aclaradas” de Love and Theft. En la página 6, Saga escribe: “Mi viejo se sentaba ahí como un señor feudal...”; Dylan canta: “Mi viejo, él es como un señor feudal...”. “Si te molesta tanto, ¿por qué no te esfumás?”, escribe Saga; “¿Por qué no te esfumás si te molesta tanto?”, canta Dylan. O: “Algunos problemas lo pusieron en malos términos con el hombre más joven... la edad no importa... La edad en sí no carga ningún peso” (Saga); “El viejo a veces se pone en malos términos con el hombre más joven.../ Viejo, joven, la edad no carga ningún peso/ Al final no importa...” (Dylan).
Pero “Floater” no es la única canción que samplea Confesiones de un yakuza. En medio de la novela, el personaje relata: “Mi madre era la hija de un granjero saludable... Murió cuando yo tenía once años... Mi padre era un viajante de comercio... Nunca lo conocí. Mi tío era un buen tipo. No lo voy a olvidar. Después de que muriera mi madre, decidí que lo mejor sería ir y probar suerte allí”. En “Po’ Boy”, una de las últimas canciones de Love and Theft, Dylan canta: “Mi madre era la hija de un granjero saludable/ Mi padre era un viajante de comercio, nunca lo conocí/ Cuando mi madre murió, mi tío me adoptó y abrió una casa funeraria/ Hizo muchas cosas buenas por mí y nunca lo voy a olvidar”. Johnson señala una docena de pasajes que coinciden tanto en términos narrativos como de lenguaje.
La cita es una herramienta decisiva en la historia de la música pop, un arte que por lo general trabaja con palabras, sonidos e historias simples. La música es influencia. Muchas canciones o discos adaptan libros o películas y ni siquiera hace falta referirse al sujeto del “homenaje” (esto es: ni siquiera hace falta titular un disco Artaud, como hizo Spinetta en tiempos de Pescado Rabioso, para legitimar un tributo). El hecho parece una sutileza en este contexto en el que una banda –The Avalanches– edita un CF formidable compuesto sólo de grabaciones preexistentes. Pero, tratándose de Dylan, la cosa siempre pasa a mayores.
La reacción de Saga, sin embargo, fue de gratitud y algarabía. Consciente de que las ventas de Confesiones –que hasta el momento le habían reportado menos de 9 mil dólares– empezaron a subir de un modoconsiderable a partir del hecho (en las últimas semanas, el libro dejó el puesto 65.000 en el ranking de ventas de Amazon y trepó hasta el 45.000), Junichi le dedicó palabras de afecto al trovador de Minnesota, pese a que sólo recuerda remotamente algún verso de “Blowin’ in the wind”. “¿Por qué iría a demandarlo?”, dijo el japonés. “Tomar algo que hizo feliz a tanta gente e intentar explotarlo por dinero... Sería muy miserable. Estoy feliz de que mucha gente en otros países pueda relacionarse con las duras historias del Japón de preguerra, que fue una nación pobre y luchadora. Me pone contento que alguien haya leído mi libro y le gustara. Desde luego, habría sido un honor aparecer en los créditos del disco.”
Por el momento, ni Dylan ni su manager dijeron algo al respecto. Sus exegetas y seguidores salieron a defenderlo y, es cierto, no les faltan argumentos. Pero más allá de que los aparentes plagios a Saga representan apenas un seis por ciento del material poético del disco, la noticia revelaría, al menos, cierta falta de decoro por parte de Dylan al no mencionar esa influencia en alguna entrevista o, por qué no, en los agradecimientos de Love and Theft. “No creo que Dylan estuviera haciendo nada en secreto, al igual que cuando tomó prestada la frase que le da título al disco, que es de un libro de Eric Lott de 1995: Love and Theft: Blackface Mistresly and the American Working Class (Race and American Culture)”, observa Joe Levy, dylanómano y editor musical de Rolling Stone. “Esa es la tradición de la que él proviene: el blues y el folk, que interminablemente echaron mano, adaptaron, robaron, mezclaron y remezclaron. Es algo intrínseco a la tradición sobre la que él trabajó cuarenta años. La tradición de Woody Guthrie, que tomaba prestadas cosas de las baladas irlandesas para componer sus canciones.”
Mientras tanto, Kodansha, la editorial de Saga, está exultante por el descubrimiento, que resignifica la obra. La polémica por determinar la frontera entre homenaje y plagio y el microrrevuelo que generó la noticia responden a eso que señala Nick Hornby en su último libro, 31 Songs: hay gente que vive conectada a los sitios internéticos de Dylan como si esos sitios fueran la CNN y la carrera de Dylan fuera el Medio Oriente. Bueno, estalló una pequeña bomba. Quizás haya más información.