ESPECTáCULOS › LOS ESTRENOS DE LA SEMANA
“LA MALDICION DEL PERLA NEGRA”, CON JOHNNY DEPP
Para ver con un parche en cada ojo
Por Horacio Bernades
Recién estrenada en Estados Unidos y tan sobreproducida como todas las películas de Jerry Bruckheimer (responsable de Armageddon, Pearl Harbor y 60 minutos, entre otras perlas negras del descerebre cinematográfico), La maldición del Perla Negra funda un rubro que puede llegar a traer cola: las películas inspiradas ya no en novelas, comics o videogames, sino en parques de diversiones. Esta producción Disney no es otra cosa que la versión-cine de “Piratas del Caribe”, uno de los más tradicionales juegos de Disneylandia. Con lo cual se produce la tan mentada sinergia: el juego llevará gente a ver la película, la película llevará a su vez más gente a Disneylandia y los ricos serán cada vez más ricos.
Pero no se trata de ponerse marxista frente a lo que pretende ser un mero entretenimiento. El problema de La maldición del Perla Negra no reside en su carácter de operación comercial a gran escala sino en el simple hecho de que –por más que la crítica estadounidense (y no sólo estadounidense) haya sido llamativamente indulgente con ella y algunos caigan de rodillas ante la presencia del deificado Johnny Depp– se trata de un chirriante mamarracho. En lo que representa la primera derrota para los guionistas de Shrek (Tedd Elliott y Terry Rossio), La maldición... pretende amuchar cine de aventuras, romance, rock and roll, freakismo, humor absurdo y películas de zombies, con resultados dignos de un remendón. Depp es aquí Jack Sparrow, ex capitán del buque corsario “Perla Negra”, que anda buscando a sus antiguos subordinados para cobrarse una deuda. Liderados por el capitán Barboza (Geoffrey Rush, que en sus papeles cómicos se excede tanto como en los dramáticos, con la ventaja de que no pretende pasar por serio), aquéllos necesitan dar con un talismán que los libere de cierta maldición vinculada con un tesoro que perteneció a Hernán Cortés... y los devuelva a la vida. Por allí andan también el estólido Orlando Bloom –a quien se quiere promocionar como nuevo galán–, la bella debutante Keira Knightley –de labios eternamente en trompita– y Jonathan Pryce, sepultado bajo una peluca.
Partiendo de la peregrina idea de que los piratas eran los rock stars de su época, Depp dice haberse inspirado en Keith Richards para componer su personaje. Sin embargo, si a alguien evoca su descoyuntado bamboleo es a Paolo –aquella caricatura televisiva de rockero–, así como el rimmel alrededor de sus ojos recuerda inevitablemente a los integrantes del grupo Mambrú. Confundiendo espectáculo con dispositivo escénico, atropello con aventura y cambalache con diversión, Gore Verbinsky filma con tanta desprolijidad, que las escenas que deberían ser tours de force –espadeos, duelos cuerpo a cuerpo y combates navales– se entienden poco y nada en términos visuales. Aunque ése es un sello de las producciones Bruckheimer, debe reconocerse.