ESPECTáCULOS
“Se está abriendo un nuevo espacio para pensar otra vez en la utopía”
La actriz Katja Alemann explica cuáles son las motivaciones de “Cemento Electrónico”, las fiestas que conducirá hoy y todos los miércoles
en el reducto que fundó en los ‘80 con Omar Chabán. Promete un auténtico “festival de los sentidos”, con música, baile y teatro.
Por Eugenia García
La música electrónica, el baile y el teatro serán los protagonistas de Cemento Electrónico, una serie de fiestas que se realizarán a partir de hoy y todos los miércoles de octubre alrededor de Las mil y una noches, esa inmensa historia plagada de olores, sabores y colores que tiene en su centro a Sherezade, la chica que conserva la vida gracias a su inagotable imaginación. Katja Alemann es la directora artística de este festival de los sentidos, otra chica que con mucho ingenio supo ser sex symbol, actriz y escritora sin perderse en el camino y que sigue buscando su lugar apelando al cambio permanente. “La verdad, luché mucho para que no me encasillen. Igual no me salió del todo. La gente necesita ponerte en algún lugar para quedarse tranquila. Y yo siempre trato de correrme; cuando veo que me pusieron el cartelito me muevo. Pero igual ha sido difícil correrse de los lugares, hubo veces en que me quedé estigmatizada en determinados símbolos”, señala. Con musicalización de tres DJ’s por noche, y la participación de Deborah Dixon junto al grupo de percusión Los Bagres, las fiestas que se desarrollarán en Estados Unidos 1234 prometen variedad de entretenimientos. “El que quiera bailar bailará, el que vaya en busca de algo distinto también lo encontrará. El centro es la música, el baile y lo festivo. La celebración. Cada uno puede conectarse con lo que quiera”, asegura la actriz.
Alemann regresó a la Argentina hace dos años, después de cuatro temporadas en Costa Rica, donde se dedicó sobre todo a la escritura de su próximo libro. No resulta extraño verla ligada nuevamente a Cemento, ese reducto underground que vio nacer junto a Omar Chabán en la primavera democrática de los ‘80. “Con Omar somos amigos desde hace más de veinte años y trabajamos mucho juntos, antes como actores y después con Cemento, que lo construimos entre los dos. Y arrancó y fue una locura, superó todas las expectativas. Fue muy novedoso para la época. Venía gente de toda clase y color que se pueda imaginar. Era una fauna. Yo me sentaba en las gradas y los miraba, era impresionante. Es un lugar difícil de encasillar. Hace ya 18 años que está abierto, y todavía sigue siendo un espacio de generación, de germinación de cosas”.
–¿Por qué decidió abocarse a la realización de estas fiestas?
–A mí me gusta mucho bailar. Bailo siempre, sola o en lugares. Tengo la sensación de que en esta época con la música electrónica la gente baila más. Como que hay una cuestión mucho más efusiva, mucho más expresiva del baile. Se quedan bailando mucho tiempo, entran como en trance, en un clima de mucha festividad, de mucha alegría, como el baile de los espíritus. Tiene que ver con esta sensación de ser todos uno y al mismo tiempo ser uno igual. Estuve saliendo mucho estos dos años y me daba la sensación de que quizá de alguna forma falta el sentido. ¿Cuál es el sentido de que uno salga de noche a bailar? Para mí el sentido es el amor, el encuentro con el otro, la alegría y el goce. Y me gustó enmarcar todo el evento dentro de esto, darle como una especie de sugerencia, porque obviamente el sentido no se lo voy a poder dar, eso se lo da cada uno. Y Las mil y una noches es un poquito una metáfora de la posibilidad de vivir en la imaginación, y de comunicarse con el otro en lo imaginario y esto a partir de lo festivo y de lo dionisíaco. Es un relato que trabaja mucho con la exaltación de los sentidos y con la sensualidad. Hacemos una adaptación de los cuentos para el lenguaje escénico que también tiene bastante libertad. Me inspiro en el libro y también de la película de Pasolini.
–En los últimos tiempos no apareció mucho en los medios.
–No, porque estaba haciendo un trabajo puertas adentro. Tuve una breve aparición en la tele, en el programa “PH”. Después no estaba haciendo nada y en los medios aparecés cuando estás haciendo algo. Estoy abierta a las cosas que me gusten, no soporto la estupidez y no soporto la vulgaridad, entonces el campo de acción se me reduce bastante (risas).
–¿Cómo vio al país cuando volvió de Costa Rica?
–Estoy enterada al detalle de todo lo que sucedió en este país, que creo ha sido muy interesante a pesar de lo duro. Me parece que nos dimos cuenta de que resistimos cualquier cosa. Y ese mito del “cada vez estamos peor”, que yo lo tengo en mi cabeza desde que soy chica, creo que se diluyó un poco. El año pasado todo transcurrió con una calma notable, a pesar del desastre. Para mí es porque tenemos una costumbre rioplatense que tiene que ver con esta melancolía del río marrón y la llanura, y del espacio y de la libertad. Somos muy libres. Nos ocupamos solo de nosotros mismos, el mundo exterior no existe.
–Se percibe un clima de optimismo. Un clima similar, si se quiere, al que había a principios de los ochenta cuando empezó Cemento.
–Sí, hay un clima así. Inclusive hay como un revival de los ochenta que se ve en varios lugares, desde la tele hasta muestras artísticas. Esto que vamos a hacer nosotros igual no es ochenta, esto es nuevo siglo. Yo no tengo esa cosa retro, no me gusta la nostalgia del tiempo pasado. Me gusta mucho esta época, me encanta ser joven en este tiempo. Y bailar en esta época, celebrar. Creo que hay un nuevo espacio para pensar en la utopía otra vez, en la utopía posible del mundo mejor. Porque es inminente que las cosas tienen que cambiar. Y creo que por eso, a pesar de esta sensación de no-futuro, justamente como contracultura del no-futuro, empieza a germinar esta idea de la nueva utopía, del mundo mejor posible, no idealizado, que tiene que ver con un salto en el estado de conciencia que todavía no está. Ahora todo pasa más rápido, hay una aceleración, todo se transforma con mayor rapidez. Y me dan ganas de celebrarlo.