ESPECTáCULOS
Entre la Bauhaus e Italo Calvino
La brasileña Lía Rodrigues explica las ideas detrás de “Formas breves”, la pieza que se verá hoy y mañana en el Teatro Sarmiento.
Por Cecilia Hopkins
Coreógrafa y directora de la compañía que lleva su nombre, la brasileña Lía Rodrigues –también directora del Festival Internacional de Danza de Río de Janeiro, creado por ella hace 12 años– recorre todo Brasil. Con Formas breves llegó hasta las poblaciones limítrofes con el estado de Amazonia: “Tengo mucha confianza en la gente, porque cuanto menos formación tiene, más se entrega a lo que está viendo”, afirma. Sin embargo, que sus espectáculos promuevan una comprensión visceral no implica que no se sustenten en pormenorizadas investigaciones. La idea de Formas... (que va hoy y mañana a las 20.30 en el Teatro Sarmiento, junto al Zoo) surgió a partir de dos invitaciones que recibió Rodrigues en 2002, que la llevaron a realizar un cruce entre dos artistas diferentes. La primera de ellas consistió en tomar parte, en Portugal, de un homenaje al artista plástico y coreógrafo alemán Oskar Schlemmer y la segunda se concretó en Brasil, para trabajar sobre la obra del cubano Italo Calvino.
Ligado al movimiento artístico generado en torno de la Bauhaus, escuela de artes y oficios fundada en 1919 en Weimar (luego trasladada a Dessau hasta que los agentes de la Gestapo la desmantelaron, en 1933), Schlemmer compartió los ideales estéticos del arquitecto Walter Gropius, su fundador, y los artistas Paul Klee y Vassily Kandinsky, entre otros. Bajo la premisa de subordinar el arte al orden constructivo, se empeñaron en diseñar objetos cotidianos que, a la vez de vanguardistas, fuesen prácticos, duraderos y accesibles. Rodrigues confiesa que tenía muy poca información sobre la obra del artista. En principio, sólo recordaba que, de adolescente, en los ‘70, había visitado una exposición referida al movimiento modernista brasileño y sus influencias y que le había impactado una foto del Ballet Triádico, creado por Schlemmer sobre formas geométricas básicas, también presentes en sus excéntricos vestuarios de corte futurista. Luego de leer sus diarios y escritos, la directora seleccionó algunas pautas para trabajar. Hubo conceptos que no fueron tenidos en cuenta: para sus obras, Schlemmer buscaba primero el vestuario, luego la música y en último lugar la danza. Rodrigues intercaló apenas cinco minutos de música y trabajó con los bailarines desnudos, buscando la alternancia de formas naturales con otras, alejadas de lo cotidiano.
En cuanto a los aspectos de la obra inspirados en Calvino, el disparador llegó con la lectura de Seis propuestas para el próximo milenio, conjunto de ensayos literarios publicados póstumamente (el autor falleció en 1985) que iban a formar parte de una serie de conferencias a dictar en la universidad de Oxford, en 1986. Según apunta Rodrigues, no le fue difícil trabajar con los ítem desarrollados por el autor, porque “todos forman parte del lenguaje de la danza”. Las seis propuestas del autor fueron las siguientes: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia, la única que quedó sin definir. Así, la directora define la obra resultante como “una estructura facetada en la que cada texto corto está cerca de los otros en una sucesión que no implica consecuencia o jerarquía, sino que es una red dentro de la cual se pueden trazar múltiples recorridos y extraer conclusiones múltiples y ramificadas”.
–¿En qué sentido aplicó el lema de la Bauhaus “menos es más”?
–Como en Brasil hay muy poco dinero destinado a la danza, las compañías tienen que trabajar con muchas ideas y pocas cosas, así que las cuestiones prácticas nos hacen pensar las obras de otro modo. Esto forma parte de una posición política implícita en el trabajo: una obra de arte no habita un castillo fuera del mundo, pertenece al país donde uno vive y está sujeta a sus condiciones. Para mí no hay diferencia entre ser bailarín o conductor de autobús. Y el trabajar sin vestuario, con bailarines desnudos, tiene en parte que ver con la falta de dinero (risas), pero también con la idea de que el cuerpo desnudo puede representar valores que no remitan a lo sexual. En Brasil hay una exacerbación del culto a la belleza, hay mucha exposición de cuerpos siliconados. En cambio, mis bailarines tienen cuerpos normales: antes que el cuerpo está la danza.
–¿Cómo se estructura Formas breves?
–Me impuse tratar el cuerpo en forma enérgica, mecánica. La obra está formada por piezas con la estructura del haiku (breves poemas japoneses), que viéndolas por separado se puede tener una idea del conjunto. A mí me gusta mucho la literatura y me parece muy bello que pueda conseguirse la poesía, un soneto, por ejemplo, a través de determinadas reglas.
–Schlemmer también hablaba de reglas, de trabajar con “libertad pero dentro de una ley”.
–Yo estoy muy preocupada por las reglas que rigen el mecanismo del cuerpo. Pero estoy muy atenta para evitar que, en su concentración, los bailarines parezcan fríos o arrogantes. Debemos ser simples y generosos en nuestra entrega. Y sin dejar de tomar en cuenta el riesgo que corren en escena, porque cuando aparece el riesgo crece la identificación del público con los bailarines. En la posibilidad de un error o una caída también está el sentido de lo aleatorio, lo casual, que plantea Calvino. Siempre me pregunto por qué hacer danza contemporánea en Brasil, un país donde hay gente que no tiene nada. Me repito la respuesta todos los días: mi trabajo puede contribuir a que otros tengan acceso a una forma diferente de ver el mundo.