ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A JOHN VOIGHT, AQUEL COWBOY DE MEDIANOCHE
De antihéroe al papá de Angelina
Después de lo que algunos llamaron “una carrera inexplicable” –éxito tras éxito seguidos de aninomato–, Voight vuelve a brillar pero no tanto como su tempestuosa hija, Angelina Jolie, con quien no se habla.
Por James Rampton *
Es uno de esos momentos en los que el entrevistador no sabe hacia dónde mirar. Acabo de preguntarle al veterano actor John Voight sobre su tempestuosa relación con su hija, la actriz Angelina Jolie, y todo lo que hay es un silencio perturbador. Mientras trata con esfuerzo de dominar los sentimientos que, claramente, luchan dentro de él, la frase “emocionalmente cargada” apenas le hace justicia a la atmósfera. Jolie, dos veces divorciada, estrella de la serie Tomb Raider, declaró públicamente que tras recibir una hiriente carta de Voight, ya no quiere tener contacto con él. Textualmente, la actriz dijo: “Ya no nos vemos como padre e hija. No quiero tener relaciones poco saludables en mi vida, y por eso me resultó fácil divorciarme, y por eso me resulta fácil no hablar con mi padre. No lo lamento”. De allí, claro, el clima cargado cuando el cronista se interna en semejante territorio.
Luego de una pausa en la que varias veces surge el deseo de que el sillón me trague por completo, Voight finalmente consigue la compostura para hacer un comentario. “Déjeme decir esto”, suspira, con la voz quebrada por la emoción. “Estoy loco por Angie. La amo profundamente. Mi mayor felicidad en la vida fue en los momentos en los que sostuve su mano y me reí con ella. En este momento estoy haciendo un montón de cosas, corriendo de un lugar a otro, pero mis pensamientos están ahí. Espero que podamos dejar atrás todo lo que está sucediendo y podamos tener esos momentos otra vez.” Luchando con sus sentimientos, la voz de Voight se quiebra de nuevo antes de agregar: “Para mí, nada es más importante que la salud y felicidad de mi hija”.
Esta turbulencia emocional es típica de un actor que pone su alma y corazón en todo lo que hace. Voight es un hombre pensativo pero apasionado, que posee una cara en la que se leen las líneas de quien ha vivido una vida llena de acontecimientos. Raramente predecible, el hombre es uno de los grandes talentos de Hollywood. Los críticos lo suelen mencionar en la misma línea de Jack Nicholson, Dustin Hoffman y Al Pacino. Ha sorprendido retratando a aquellos que están en los márgenes de la sociedad, o más allá de ellos. Los despreciados, los temidos, son su especialidad. Tal como publicó la revista People, “los roles que suele asumir son los de ese tipo de persona a la que dejarías atrás en el caso de tener que huir en un bote con capacidad limitada”.
Hijo de un golfista profesional, criado en Nueva York, Voight alcanzó el estrellato muy temprano. Tras su participación en una puesta de Broadway de Panorama desde el puente, de Arthur Miller, fue seleccionado para encarnar a Joe Buck, el querible y naïf texano que se convierte en un gigoló neoyorquino en Cowboy de medianoche, el film de John Schlesinger que ganó el Oscar en 1979. Ese resultó su gran salto, y así en los ‘70 Voight apareció en una cadena de películas esenciales, como Catch 22, Deliverance, El archivo de Odessa y Regreso sin gloria, un film conmovedor en el que interpreta a un amargo veterano de Vietnam que quedó parapléjico. Ese papel fue un buen ejemplo de la pasión por el riesgo que caracteriza su carrera. “Ningún gran actor de la época quiso arriesgar su reputación”, recuerda hoy. “Yo ya había hecho de un hombre prostituido en Cowboy de medianoche, así que nada me preocupaba. Siempre supe que un actor no tiene que temer nada si el material en sí es bueno, y él ofrece lo mejor de su trabajo.”
Pero a pesar de todos los elogios, Voight admite que estaba empezando a hacer malos movimientos. Falló en su intento de conseguir el papel de Atrapado sin salida. “Desafortunadamente, tenían otro pibe joven en mente llamado Jack Nicholson. Me ofrecieron Love story, pero el proyecto me pareció muy grasa.” En 1979, tras ganar el Oscar al Mejor Actor por Regreso sin gloria, Voight se divorció de su segunda esposa, Marcheline Bertrand, y su vida pareció empezar a girar sin control... hacia abajo. Hoy se recuerda caminando a toda velocidad por una playa de Malibú murmurando “No sé qué estoy haciendo, no sé si podré seguir haciéndolo mucho tiempo más”. Dice que el comienzo de los ‘80 “fue un momento en el que me cuestioné un montón de cosas. Estaba atravesando cuestiones personales, en uno de los momentos más duros de mi vida. Luchaba por estar cerca de mis hijos y comportarme apropiadamente con su madre, pero no me sentía bien conmigo. Hice una necesaria investigación de mi alma, y casi destruí mi carrera”.
Y cómo. Aunque recibió una nominación al Oscar por su papel de un convicto en Runaway Train (1985), ese fue el único éxito durante varios años. Para quien recuerda películas como Lookin’ to Get Out, Mesa para cinco, Eternidad o Chernobyl: ¿La última advertencia?, la carrera de Voight parecía en caída libre. De hecho, durante cinco años (entre 1985 y 1990) no filmó una sola película. De todos modos, lento pero seguro, en la última década el actor fue cambiando las cosas. Su regreso fue en Fuego contra fuego (1995), donde interpretó a un criminal escurridizo y salvó su imagen a pesar de estar rodeado por Robert De Niro y Al Pacino. Desde entonces, los hits se presentaron rápido y en buena forma: Misión imposible, Anaconda, The rainmaker, U Turn, Enemy of the state, The general, Varsity Blues, Pearl Harbor, Tomb Raider (donde apareció junto a Angelina) y Ali, que le valió otra nominación al Oscar. Los malos tiempos quedaron atrás.
Todo parece indicar que Voight tiene otro éxito entre manos con su más reciente oferta, Holes. La película es una adaptación de un best seller de Louis Sachar que, en una encuesta de la revista Read, logró destronar a Harry Potter como novela para chicos. El film, un encantador cuento de hadas en clave moderna, recaudó 51 millones de dólares en Estados Unidos en su primer mes. Voight ofrece una gran performance como Mr. Sir, guardia del campo de detención juvenil Camp Green Lake, donde los detenidos son forzados a pasar sus días cavando agujeros sin mayor objeto bajo el sol del desierto texano. En las raras ocasiones en las que no está admirando sus patillas en el espejo, Mr. Sir hace miserable la vida del héroe, el injustamente encarcelado Stanley Yelnats (nótese el palindromo de su nombre), interpretado por Shia LaBeouf.
Más allá de la comedia, Holes tiene serias cuestiones que plantear sobre las prisiones. “Toda vez que le das control a alguien sobre otro ser humano hay peligro”, dice el actor. “Eso se aplica a cualquier aspecto del gobierno. Abraham Lincoln dijo que todo hombre puede demostrar fuerza frente a su adversario, pero si realmente querés probar a un hombre, entonces dale poder.” Eso encaja con uno de los temas favoritos de Voight, la privatización del sistema penal. “Las prisiones deberían ser una experiencia humana, deberían mejorar a la gente”, opina. “Estaremos muy lejos de hacer eso si las convertimos en vehículos para hacer dinero.”
Seguramente, Voight no está haciendo flamear banderas de Arnold Schwarzenegger: el actor es un liberal de Hollywood al viejo estilo, que tiene en las paredes de su living fotos de Martin Luther King, Gandhi, la Madre Teresa y el yogi hindú Paramahansa Yogananda. Desde hace tiempo hace campaña por causas tan diversas como los derechos de los nativos americanos, los veteranos de Vietnam y los sin techo. En la actualidad está difundiendo los esfuerzos para sacar a los chicos de las áreas contaminadas cerca de Chernobyl. Está igualmente apasionado por el adoctrinamiento de los chicos: “En ciertas áreas de Medio Oriente, los chicos están siendo educados con los Protocolos de los Sabios de Sión, un texto antisemita que era libro de cabecera de Hitler. Enseñar a los chicos a odiar es la peor forma de abuso infantil”.
Por un largo tiempo, Jon Voight tuvo lo que el crítico David Thomson describe como “una carrera inexplicable”. Pero tras algunos años tormentosos, quizás es recién ahora, al alcanzar los 65 años, que está encontrando su auténtico nicho como magnético actor de carácter. Está tomando roles más maduros, a la vez que mantiene ese aspecto jovial que impregna sus mejores trabajos. A pesar de las tristezas de su vida personal, en lo profesional las cosas rara vez se presentaron mejor. “La vejez no es mi enemiga”, dice. “Me siento vigoroso y es un sentimiento maravilloso, así que no pienso retirarme por un largo tiempo. Antes de morir, mi madre dijo ‘En mi cabeza tengo 18 años. No cambié en nada, pero miren lo que le pasó a mi cuerpo’. Yo me siento de la misma manera.”
* De The Independent. Especial para Página/12.