ESPECTáCULOS
Los programas de citas, o el día que se terminó el romance en TV
“Tienes una cita”, “Dismissed Latino” y “Joe Millonaire” arman parejas con la lógica de un chat televisado, con bastante de competencia.
Por Julián Gorodischer
Este es el reino de la paradoja: ellos acuden a una cita a ciegas, pero sólo piensan en el aspecto. Y además defienden el triunfo del amor por sobre todo, pero aplican las leyes del mercado de caricias y de besos. Parecen modelos extraídos de un book latino, en “Tienes una cita” (Cosmopolitan) o en “Dismissed Latino” (MTV), reclutados según parámetros clásicos: altos, espigados, rubios y tetonas. Están aquí para desmentir lo que se espera de una agencia de encuentros: que sea sólo para feos y veteranos. Esta vez los que están solos y desencantados son el surfer rubio con crestita y la inflada de labios carnosos, que bien podrían salir a levantar en la disco pero lo hacen en la tele, la vía, en el 2003, para la mejor cotización. La lógica, en cualquier caso, es la del chat, desde el vernáculo “Cupido” hasta el flamante “Tienes...”: ilusionarse con la pista falsa, verlo a él posando a los cinco como un porno star para descubrirlo veinte años después como gordo y pelado. Ella, del otro lado, mantendrá la farsa hasta el final para que nadie quede herido y se escuche el consuelo del concursante: “Seguí participando”.
Si la propuesta de inicio recupera una ambición moralizante (“lo que importa es lo de adentro...”), todo lo que viene después es una forma de la desmentida: cuidar hasta el último detalle de la imagen para que él no huya al verla, acudir al mito de la cenicienta para impresionar en el baile de gala. El programa de citas a la latina opone su intención democrática (“abrir el amor”) a su terminado final: que todos sean iguales después de que haya hablado el estilista. En “Tienes una cita”, ella elegirá a su galán de acuerdo con la talla, el color de pelo o de ojos, o lo que induce la voz. El encuentro, al consumarse, respetará las cláusulas de la comedia estadounidense: una vuelta a la montaña rusa, un partido de ping pong o un set de videojuegos compartido. Se los ve divertidos gracias al estímulo exterior: el amor es un juego que genera adrenalina para la cámara y tapa el vacío de una mala conversación.
De palabras grandes, ambiciosas, el programa de citas se legitima en un fin noble, pero decreta, en los hechos, el fin del romanticismo. Alguien dice en “Dismissed” que ya no quiere estar solo, como si el servicio social se sobrepusiera al show, pero lo que se ve es la competencia entre dos para robar un beso de la chica y desbancar al adversario. La puja “Dismissed” hizo del amor una cuestión de puntos, y sumó tanto rating que derivó en una versión latina, más pacata y con más feos. Si en California, todo parece el fruto de un casting en el college, la versión mexicana los recoge en las calles, más gorditos y retaconas para que “la realidad” reemplace a la pasarela. Lo malo es que los mexicanos escatiman los besos que se regalan en el original, y prefieren conocerse “de a poco”. Lo que sigue es igual: uno de los dos pretendientes será despedido, y se armará pareja. Durante media hora se vio el romance según la tele: tirada en parapente o corrida por la playa, baile de salsa o cena en un restó tailandés. La cita es el territorio de la “ocasión especial”, necesitada de emoción intensa, claro que nunca dirigida al partenaire. Como signo de los tiempos o esperanza para el solitario, la sentencia derrumba un básico del amor: el estar predestinados. Cuando el paseo y la música ayudan, la compañía es un detalle.
“Joe Millonaire”, de Fox, vuelve otra vez sobre un planteo moral: que veinte chicas se enamoren de un heredero de fortuna y que él elija a una después de la convivencia en un castillo. Eso sí, el programa de citas les reserva la sorpresita de que Joe es, en realidad, un conductor de grúas. Que el amor triunfe y se sobreponga a la viuda negra. Que la rubia ambiciosa tome conciencia de que le queda una redención. Y mientras tanto queda verlos histeriquearse, descartar y sumar puntos como en el deporte. Porque todo esto es, en definitiva, un gran partido: meter goles, aplicar un foul, ser expulsado o ganar el primer tiempo. El resultado queda para el final: ¿el amor triunfa? Ese desenlace es, tal vez, lo menos importante: lo mejor es ver al expulsado de “Dismissed”, la decepcionada de “Tienes...” o la derrotada de “Joe Millonaire” develando la farsa. Con honestidad brutal, exhibiendo la costura, ellos y ellas asumen la búsqueda de la aparición o el fajo. Con inquietante mirada a cámara, se confiesan: “No lo tocaría ni con un alambre”.