ESPECTáCULOS
“Busco poner algo propio, sin faltar el respeto”
La pianista Lilián Saba se crió escuchando folklore, pero tiene formación clásica. Metida de lleno en la música popular, está presentando “Malambo libre”, un cd notable en el que afirma su personal estilo interpretativo.
Por Cristian Vitale
En no más de 40 minutos de charla, entre maníes y bizcochos de grasa, Lilián Saba se revela como una erudita del folklore. No hay fecha, músico, compositor o estilo que se le escape para explicar algún detalle, grande o pequeño. A la hora de señalar influencias incluye a Cristóforo Juárez, Gustavo “Cuchi” Leguizamón, Manuel Castilla, Eduardo Lagos o Juan Goñi, de quienes extrajo material para ejecutar a su manera en su nuevo e inspiradísimo disco Malambo libre. “Malambo por las fórmulas armónicas y rítmicas que utilizo, y Libre porque entro y salgo entre una parte rítmica y la otra, cambio tonalidades, y juego con el ritmo. El riesgo en la música es esencial”, enfatiza ante Página/12 sobre el material que presentará hoy en Notorius-Ghandi. Entre las versiones hay al menos dos que merecen destacarse: “Carnavalito Quebradeño”, de los Hermanos Abalos, y “La Arenosa” del Cuchi. “Con cada canción tengo una relación afectiva desde mi primera infancia. ‘Carnavalito Quebradeño’ lo escuchaba porque me producía mucha alegría. ‘La Arenosa’ la elegí porque el Cuchi siempre está presente en mis discos. Y ‘La Oncena’ de Lagos es una chacarera que también quiero mucho porque cambió la historia del folklore. Fue escrita en 1956 con armonías poco habituales para la época y hoy sigue sonando moderna”, dice. Con los “covers” convive material propio que merece atención: “Tres Marías”, “Saramani” o “Ausencias”. “Mis discos son una excusa para tocar con gente que me gusta”, admite sobre quienes sostienen su libertad creativa, el Colo Belmonte y Alán Ballán, entre ellos.
Nacida en Benito Juárez, Saba fue premiada por la Tribuna de Música Argentina por su primer trabajo (Camino Abierto, 1997) y descolló en el ambiente con el disco que grabó a dúo con otra notable artista del género como Nora Sarmoria (Sonideras, 2001). También es profesora en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, donde tuvo como alumnos a integrantes de la mejor banda de fol-
klore-rock del presente (Arbolito) y también a Los Cosecha, otro grupo muy referenciado. “Enseñar implica mucho compromiso... te induce a escuchar más seriamente, transcribir y desgrabar temas porque la mayoría de la música de raíz folklórica no está escrita”, apunta.
–Las versiones de “El Gaucho”, de Waldo de los Ríos, por ejemplo, tienen un sonido muy personal. ¿Qué método utiliza para transformarlas?
–En el caso de “El Gaucho” hice una introducción que no está en el tema. Creo que torné más “chacarerosa” una versión que tiene más joropo, más cosa centroamericana. Digamos que siempre hay espacios libres donde una busca poner algo propio para redondear la idea, sin faltar el respeto.
–¿Nota interés por el folklore en las nuevas generaciones?
–Noto que el estudiante reacciona bien al escuchar por primera vez material de Falú, Leguizamón o Yupanqui, que suele ser poco difundido. Hay pocos que vienen conociéndolos desde la casa... en general, los medios difunden cada vez menos folklore y, por ende, la desinformación de los chicos aumenta. Muchas veces hay que explicarles por ejemplo qué instrumento toca Eduardo Lagos.
–¿Cómo surgió su interés por investigar la historia del género?
–El principio fue bailar folklore de muy chica en Benito Juárez, la ciudad donde nací. Mi primer referente fue Adolfo Abalos, a quien cualquiera que quiera tocar piano tiene que escuchar. Por eso conozco mucho de formas coreográficas y musicales. Por otra parte, nací en la década del ‘60, un momento en el que se guitarreaba mucho en los pueblos. Eso me ayudó mucho a comprender la rítmica del zapateo, la guitarra. En mi pueblo había un boliche llamado El Sombrerito, que llevaba figuras todas las semanas, era un lujo ver a Los Andariegos, Ariel Ramírez, Hamlet Lima Quintana. A todos los vi de chica.
–También tiene formación clásica. ¿En qué punto se encuentra ésta con el folklore?
–La música clásica te brinda la técnica y también mucha información. Es importante que los músicos se formen en una buena técnica musical, por más que después toquen jazz, tango o folklore. Lo que tiene la música popular es precisamente lo que no te da la clásica, la improvisación y el hecho de tocar en grupo, algo casi inexistente en conservatorios. La música popular te permite ser la artesana de tu propia música más que ser una mera ejecutora.
–Usted ocupa un lugar de culto dentro de la escena folklórica. ¿Está conforme?
–Más allá de remar en el asfalto, estoy conforme de sacar un disco cada tanto para poder mostrar mi música, ya que es muy difícil hacerlo por radio o por TV.
–Es recurrente para los que están en ese lugar criticar a “los que llegaron”. ¿En qué aspecto los artistas consagrados impiden la aparición de otros?
–Los booms comerciales incluyen gente con y sin talento. Lo que me asusta es cuando se quiere vender algo como moderno con un simple cambio de vestuario o de modalidad. O por sustituir un instrumento por otro, sin apelar a un cambio ideológico. Veo mucha frivolidad en esos booms, y por eso se caen. Me interesaría más que hubiera medios de difusión más abiertos, para que la gente tuviera posibilidad de diversificar sus gustos sin descartar nada.