SOCIEDAD › EL SUFRIMIENTO DE LOS INMIGRANTES ESTUDIADO POR PSIQUIATRAS
El síndrome de Ulises
Insomnio, jaquecas, miedo, desorientación: son síntomas que sufren muchos inmigrantes ilegales. Un psiquiatra catalán lo apodó “Síndrome de Ulises”. Y cuenta que vio “argentinos muy desesperados”.
Por Andrea Ferrari
Sufren de insomnio permanente y jaquecas. Están crónicamente agotados, tensos, tienen miedo, accesos de llanto y por momentos se desorientan y no saben dónde están. Son los inmigrantes ilegales en España. El equipo conducido por el psiquiatra catalán Joseba Anchotegui viene estudiando a un gran número de pacientes inmigrantes y describió lo que han llamado “el Síndrome de Ulises”, un cuadro que afecta a cientos de miles de personas. Según afirmó Anchotegui a Página/12, la situación actual de los inmigrantes es tan tremenda “que creo que algo así no se veía desde el tráfico de esclavos en los siglos XVII y XVIII”. Y no sólo sucede en España: especialistas de varios países europeos acaban de reunirse en Bruselas para debatir síntomas que se repiten en varios países de la comunidad. Anchotegui cuenta que ha visto en su dispensario pacientes de numerosos orígenes, entre ellos argentinos “muy desesperados”.
Profesor titular de la Universidad de Barcelona y director del Servicio de atención psicopatológica y psicosocial a inmigrantes y refugiados (Sappir), Anchotegui expuso su trabajo sobre el Síndrome de Ulises en el VII Congreso de Psiquiatría que tuvo lugar recientemente en Palma de Mallorca. Aunque atiende a inmigrantes desde hace casi una década, considera que la situación dio un salto importante en el año 2000.
“Nosotros veníamos trabajando desde 1994, cuando empezaron a llegar inmigrantes de modo importante a España –explicó a este diario–. Hasta 2000 veíamos trastornos clásicos, de tipo adaptativo, gente que tiene que hacer grandes esfuerzos y está muy tensa. Sin embargo, a partir de 2000 la problemática se tornó más compleja: las condiciones de vida de los inmigrantes se volvieron mucho más difíciles y aparecieron al mismo tiempo síntomas más fuertes. Es por eso que hablamos del Síndrome de Ulises, en referencia a lo que experimentó Ulises en sus viajes.”
Anchotegui habla de un paciente sometido a un “estrés múltiple”: “En general están solos, no tienen estabilidad laboral ni económica, no pueden traer a sus familias, se sienten fracasados, si tienen trabajo es en condiciones terribles. A eso se agregan problemas de alimentación, de vivienda y de vestido”. En el consultorio han visto además que son muchos los que tienen miedo: “Algunos han venido en pateras –dice–, otros en avión, pero se sienten muy perseguidos por grupos que los controlan, mafias o redes de prostitución que tienen a las mujeres en su poder”.
El equipo distingue cuatro tipos de síntomas en el Síndrome de Ulises. “Los del área de la depresión –dice Anchotegui–, como la tristeza y el llanto. Pero no aparecen, sin embargo, algunos síntomas habituales de la depresión, como la apatía o las fantasías de muerte. Son personas que tienen deseos de luchar y salir adelante.” En segundo lugar habla de síntomas del área de la ansiedad: “Tensión, extremo nerviosismo: están tan preocupados que no pueden dejar de pensar en ello. Es como si la cabeza se les descontrolara”. Luego en el área somática, el psiquiatra describe: “Frecuente insomnio e intenso dolor de cabeza. Están tremendamente agotados y a menudo tienen molestias musculares”. Por último, hay síntomas confusionales: “Pérdida, desorientación. A veces van en Metro y de pronto no saben dónde están, se sienten confusos, asustados”.
No es fácil calcular cuántas personas sufren estos síntomas. Anchotegui apunta que según el Congreso español hay en el país unas 600.000 personas sin papeles, y unas 300.000 más con documentación precaria, que podrían perder su legalidad debido a la falta de trabajo. “Tenemos entonces casi un millón de personas en estas condiciones, y una parte importante sufre estas afecciones.” Pero claro que no sólo sucede en España: “Esto se está viviendo en toda Europa: en otros países nos han dicho que ven cuadros similares”, dice. Por eso la semana pasada viajó a Bruselas y se reunió enel Parlamento Europeo con especialistas de siete países para discutir estos hallazgos y pedir recursos para su investigación.
El psiquiatra atiende con su equipo en un servicio gratuito –donde por supuesto no se pide documentación–, ubicado en el hospital Sant Pere Claver. “Nosotros no podemos actuar sobre las causas de esta situación –dice–, pero sí sobre sus efectos. Hacemos una intervención multifactorial, donde se plantea una contención emocional, que puede acompañarse a nivel farmacológico con ansiolíticos y antidepresivos, y desde lo social podemos ayudarlos conectándolos con servicios legales y sociales”.
Anchotegui asegura que no observan entre sus pacientes diferencias importantes según la nacionalidad ni según el género. “Cuando se llega a un nivel de estrés como éste se borran las diferencias –afirma–. Cualquier ser humano al que se lo pone en esta situación se desespera. Sobre todo porque no saben cuándo va a terminar: no son meses, son años.”
–¿Vieron argentinos entre quienes se acercan a consultar?
–Sí, hemos visto argentinos muy desesperados con su situación.
El psiquiatra plantea que lo que intenta al sacar este cuadro a la luz es “que la sociedad vea esa situación y se plantee qué hacer”.
–¿Y cómo reacciona la sociedad española?
–Bastante bien. Nuestro planteo ha tenido muy buena acogida. Hay mucha gente que quiere conocer lo que pasa: prefieren saber y no cerrar los ojos.
Y que la situación de los inmigrantes ha venido a cambiar las cosas es un hecho palpable con sólo leer los diarios. En 2002, por ejemplo, España alcanzó la mayor cifra de nacimientos desde 1988 (un 3,1 por ciento más que en 2001) y no se debió a que las españolas se lanzaron a procrear con desenfreno: un 10 por ciento de los nacimientos correspondieron a madres extranjeras. Casi en la mitad de estos casos se trató de sudamericanas, con ecuatorianas y colombianas a la cabeza. Las argentinas aportaron lo suyo: 1360 bebés salieron de sus vientres.
El cambio también se manifiesta en los casamientos: el año pasado, el 8,5 por ciento de las bodas al menos tuvo un protagonista extranjero. Si se analizan las nacionalidades, surge que los españoles eligen en primer lugar a las sudamericanas, y sobre todo a las colombianas. En el caso de las españolas, en cambio, si optan por un extranjero en primer lugar están los europeos. Luego vienen los sudamericanos y aquí sí se destacan los argentinos: pusieron la firma en un 7,9 por ciento de estas bodas.