ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A ELEONORA CASSANO, QUE DEBUTA EN EL MAIPO PROTAGONIZANDO “LA DUARTE”

“Necesité madurar para interpretar a Evita”

Con producción de Lino Patalano y coreografía de Silvia Vladimivsky, La Duarte se estrena hoy. El espectáculo lleva a la danza el personaje que según su intérprete, Eleonora Cassano, fue “la gran mujer del siglo XX”.

 Por Silvina Friera

“Santa, revolucionaria, militante, abanderada”, cantan al unísono los descamisados peronistas que coparon el teatro. Esas voces agitan, provocan y celebran. Esos cuerpos, antes vilipendiados, emergen de la oscuridad y se potencian con la visibilidad. En la escena siguiente, ya no se escucha el bombo ni las apasionadas consignas. Entonces, una mujer menuda y de apariencia frágil –la bailarina Eleonora Cassano–, tan sólo con una valija, camina vacilante como si intuyera los primeros síntomas de su enfermedad. Pero el camino recién empieza y ella estira sus brazos y despeja sus temores, consciente de que su decisión –la de dejar Junín– es irrevocable. La concatenación de imágenes alegóricas se dispara en el sueño de Evita, después de la conmovedora escena en la que Juan Domingo Perón le advierte que tiene cáncer. Ella presiente la derrota del peronismo. Ese sueño es una pesadilla que presagia lo que pronto ocurrirá. El cura coquetea con un militar “chupacirios” que le sostiene el manto dorado y rojo. Las damas de beneficencia, que se sumergen en una danza frenética, emulan a cuervos que sobrevuelan pacientemente sobre la “abanderada de los humildes”. A Juancito, su hermano, ese mujeriego y fanfarrón empedernido, le espera una muerte dudosa y Gatica, “el Mono”, es un boxeador impotente, que lanza sus puñetazos a destiempo, contra la nada, mientras se bambolea por el agónico precipicio.
La Duarte, espectáculo de teatro danza creado especialmente por la coreógrafa Silvia Vladimivsky para la bailarina Eleonora Cassano, que se estrena este viernes a las 20 en el teatro Maipo (Esmeralda 443), propone, desde el título, un desplazamiento novedoso dentro del universo de films, comedias musicales, novelas y biografías que se ocuparon de indagar en distintas facetas de la vida de Evita. La obra, inspirada en una idea original del productor Lino Patalano, opta por condensar su identidad en el apellido de la mujer argentina más importante del siglo XX. Ese “la Duarte”, que suena un tanto peyorativo, podría considerarse una cirugía “menor” como cuando se trata de separar a dos gemelos unidos al nacer por alguno de sus miembros. El hecho de despojarla del “Perón” –para fastidio de muchos peronistas que rechazarían esta osada pasteurización– le devolvería a Evita la independencia y autonomía necesarias para reconstruir su historia de vida, su individualidad. Sin embargo, otros podrían objetar que muchas de estas operaciones fracasan cuando uno de los gemelos muere, o bien que no se puede explicar a Evita sin Perón. Y viceversa.
Especulaciones al margen, la idea del título le pertenece a Patalano, un productor que sabe que todo lo que gira en torno de Eva Duarte de Perón alimenta la polémica.
En la entrevista con Página/12, Cassano aclara que no le interesa interpretar políticamente a Evita porque encaró el personaje a partir de una perspectiva más intimista: desde la sexualidad, los miedos, los dolores, las pasiones y los conflictos que generó al luchar por sus convicciones. “Mostramos a Evita en su condición de mujer, una figura tan contradictoria como fascinante”, sostiene la bailarina. En La Duarte (con funciones los viernes y sábados a las 20, los domingos a las 19 y los lunes y martes a las 21), Cassano se rodeó de un elenco multidisciplinario, encabezado por Gerardo Baamonde (a cargo de los papeles de Agustín Magaldi y Juan Duarte), Leonardo Cuello (Perón) y Héctor Díaz (descamisado), entre otros actores y bailarines.
–Usted pasó del clásico a las plumas, con una escala previa, un desnudo artístico para la revista Playboy, y ahora a La Duarte. ¿Siempre en lo que hace hay una cuota de transgresión?
–Sí, me encantan los desafíos. No me gustan las situaciones cómodas y claras. Prefiero jugarme a fondo, correr riesgos. Interpretar a Eva no esnada sencillo. Para mí es algo distinto porque involucra mucho lo teatral y lo actoral, aspectos que siempre exploré para escapar de la rigidez del ballet. Si bien cuando uno baila hay un grado mínimo de interpretación, la composición de un personaje requiere un abordaje y una entrega diferentes. Mientras ensayaba, sentí la necesidad de generar un texto interno, imaginar lo que debía decir en cada momento, aunque no lo digo en las escenas porque prácticamente no hay textos. Sin ese soporte me resultaba imposible mantener a Eva, cuando se supone que para bailar no necesitás un texto previamente establecido. En cada movimiento de La Duarte estoy pensando internamente algo, como si hablara en voz baja, para poder transmitir lo que quiero decir.
–¿Por ejemplo?
–Depende... en algunas escenas, en las que necesito de una vitalidad especial, en las que tengo que enojarme, me la paso puteando. “Estos pelotudos son una manga de inútiles”, pienso. Esto me sirve como motivación del movimiento. En la escena final, ella se despide de sus “grasitas” y es tan fuerte que termino la obra como si me hubieran tirado un baldazo de agua fría.
–¿Qué opinión tenía de Eva Perón antes de la obra?
–No era peronista, al igual que mi familia, pero me parece una mujer maravillosa. Es, sin duda, la mujer del siglo. Siempre llevó adelante sus convicciones, incluso con esa enfermedad espantosa que padeció. Es admirable la forma en que la enfrenta: con huevos, con ovarios, con garras.
–¿Qué puntos de contacto encontró con Evita?
–Tal vez, por supuesto salvando las distancias, la transgresión, que en mi caso es sólo a nivel artístico. También pienso que me une a ella las convicciones: cuando se me cruza algo por la cabeza, yo lo consigo. Y Evita era así. Cuando todos la criticaban por su vestuario y sus joyas, ella supo que no era eso lo que buscaba, que ese mundo era de plástico, que necesitaba algo más. Nunca permaneció en la comodidad de ser “la mujer de” (Perón). Sin ir más lejos... es más o menos mi historia con lo clásico.
–Hace diez años, ¿se hubiera animado a interpretar a Evita?
–No, porque es un rol de madurez artística. No lo hubiera podido concretar sin haber realizado, previamente, La Cassano en el Maipo. En mi vida, en los últimos años, hubo muchos cambios que hoy me permiten representar a esta gran mujer, pasarla por mi cuerpo y mis sentidos. Los que presenciaron los ensayos me dijeron que veían a Eva. El otro día vino Elio Marchi (autor del libro de La Cassano...) y me comentó que él no conocía cómo caminaba Evita, pero me dijo que se imaginaba que era de la misma manera en que yo lo hacía sobre el escenario.
–Aunque no se proponga una interpretación política, ¿considera que Evita continúa dividiendo las aguas, pero con una intensidad atenuada por el tiempo?
–Sí, según quién la mire, es la santa, la revolucionaria, la puta, la trepadora... El otro día estaba en la peluquería y una mujer se acercó simplemente para decirme que era una tipa “jodida”, muy jodida y maleducada.

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“Si algo me une a Evita, puede ser la transgresión, aunque yo sólo transgredo en lo artístico.”
 
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