ESPECTáCULOS › EL PROTAGONISTA DE “LOS ROLDAN” EXPLICA SU EXITO

“Por una cosa u otra, todos están ávidos de carcajadas”

Miguel Angel Rodríguez no le encuentra una única explicación al éxito de Los Roldán, la serie de Telefé que promedia 40 puntos de rating en pleno verano. Al mismo tiempo, asegura que debe separar bien los tantos: “Si te la creés, te olvidás quién sos. Si metés la cabeza en hacer rating, cagaste”.

 Por Emanuel Respighi

“¿A vos te parece que a los 43 años tenga que tener esta pinta?”, se pregunta Miguel Angel Rodríguez frente a un vidrio espejado, en medio de la producción fotográfica. “Encima, el jueves que viene tengo reunión de padres en el colegio de los chicos”, se queja, intentando acomodarse la barba canosa y el pelo teñido con mechones rubios, características necesarias para abordar al fletero del Mercado Central que interpreta en Los Roldán, la tira de Telefé que se transformó rápidamente en un suceso de rating. Luego del lamento, y sin que mediara pedido alguno del fotógrafo, el actor empieza el show en plena calle, ante la mirada atónita de transeúntes y cholulos: se revuelca por el piso, gesticula, dispara toda clase de morisquetas y no deja de hacer bromas. El fotógrafo, agradecido. “Las cosas que tengo que hacer para ganarme el morfi”, dispara el actor, acomodándose la remera del homenaje al Beto Acosta que con orgullo lleva bajo el gastado traje negro que por estos días viste al Tito Roldán de la ficción. “Pero esta camiseta la usaría igual, más allá del vestuario”, aclara, para que quede claro su incondicional amor por San Lorenzo.
Observando detalladamente a Rodríguez, resulta complicado diferenciar al personaje de ficción del actor. Los puntos en común entre uno y otro son numerosos: el amor a la familia, la simpleza con la que andan por la vida, el arraigo al barrio (Saavedra, en ambos casos), la alegría como motor del cambio y la fe de que, finalmente, todo va a cambiar para mejor... Una ilusión que se cristaliza en la tira producida por Ideas del Sur. “Tengo mucho del personaje por la simple razón de que soy muy parecido a Tito”, subraya en la entrevista con Página/12. “Yo le pongo mucha garra a lo que hago. Me divierto y me gusta trabajar en comedia. Si de paso tengo una pegada como la de Los Roldán, bárbaro, pero de lo contrario está todo bien igual. A mí me importa divertirme”, explica.
Después del árbitro adusto y frío que compuso con éxito durante las dos temporadas de Son amores, Rodríguez volvió a protagonizar una tira cómica en un papel que le sienta a medida: un buenazo repartidor de frutas que de un día para el otro debe manejar los destinos de una de las empresas más importantes del país, lidiando con el choque de culturas que produce el ascenso. Nada muy original. Pero sí rendidor: Los Roldán sube día tras día sus cifras de público (ver aparte). “Pero no todo lo que toco es oro”, se defiende. “He tocado muchas cosas que no eran ni oro ni bronce: a lo sumo cobre”, bromea el actor.
–¿Qué explicación le encuentra al éxito de Los Roldán?
–Cuando uno toma un trabajo, cree que el ciclo va a andar bien. Pero nunca al nivel de Los Roldán, que es un éxito increíble. No se puede creer, no sólo porque es casi inédito que una tira promedia más de 35 puntos de rating por día, sino porque ese promedio se da en verano, meses en los que el encendido televisivo es más bajo que en invierno. No hay una explicación. Yo no la encuentro ni tampoco la busco, porque cuando hay un éxito no hay mucho para analizar. O sí, pero no existe una única respuesta. Es una conjunción de factores los que hicieron que Los Roldán tenga el público que tiene hoy. La historia, la estrategia de no emitir cortes el primer capítulo, la manera en que avanzó la historia desde el primer capítulo, el elenco... Ahora lo que hay que hacer es no defraudar a la gente, no al número. Tenemos que mantener el tono de comedia de Los Roldán, que ésa es nuestra principal arma. No bajar el tono ni tampoco irnos al carajo.
–¿Es una presión o una tranquilidad semejante suceso de rating?
–Es una responsabilidad, más que una presión. Ahora tenemos que tener la responsabilidad de seguir divirtiendo a la gente, poniéndole las mismas ganas con las que empezamos las grabaciones. Pero para tener un éxito televisivo no hay que pensar en los números. El rating o el público es una consecuencia de hacer un buen programa de TV. Si metés la cabeza en hacer rating, cagaste. Mientras sigamos laburando con dignidad, pensando en el laburo y sin dormir en los laureles, todo va a marchar bien. La mejor forma de saber si una comedia funciona o no es observar si, al momento de grabar las escenas, la gente (técnicos, actores, productores) se divierte o no. El clima de trabajo es fundamental. Y en el caso de Los Roldán, ya se notaba en la calle que la cosa iba bien, porque una semana antes del estreno la gente ya me gritaba “¡Tito Roldán!”.
–¿Cómo le sienta competir y aplastar a Los pensionados, un producto de Pol-ka, justamente la productora donde hizo Son amores?
–Yo no festejo que a Los pensionados no le vaya del todo bien en las cifras. No me da. No soy de los que se ponen contento con el mal pasar de la competencia. En todo caso, me pongo contento por hacer un programa que me divierte y al que además le vaya bien. Ojalá que Los pensionados levante. Yo lo vi y me pareció que estaba bien. No sería un fan de Los pensionados. En cambio, a Los Roldán sí lo miraría todos los días, porque es un humor que me gusta. A El sodero de mi vida, por ejemplo, lo miré todo el año. Yo miré y admiré toda mi vida a programas como La familia Falcón, Los Campanelli, a Pepe Biondi, a La nena... Me gusta mucho y me identifico con el humor familiero. Será porque tengo muchas cosas en común: soy de una familia de clase media, viví toda mi vida en el mismo barrio (Saavedra), somos cinco hermanos, por lo que siempre estuve rodeado de mucha gente y, por ende, de muchas alegrías, tristezas y problemas. Muchas de las cosas que hago en Los Roldán las viví en el barrio.
–¿Es esa imagen de “tipo de barrio” que usted tiene la que estrecha el vínculo que posee con la gente?
–Para el actor son fundamentales dos cosas: que el público le crea y que lo quieran. Yo tengo cosas de Tito, esos valores barriales, pero también tengo claro que cuando salgo de escena dejo de ser el actor que protagoniza un éxito para ser Miguel Angel Rodríguez. Cuando uno se cree el éxito, cagó. Se te suben los aires de grandeza a la cabeza y te olvidaste de quién sos. Yo vengo a laburar con las mismas ganas haciendo 5, 10 o 30 puntos de rating. Y no soy más que el cameraman, porque los dos laburamos a la par. Esa es la única verdad. El actor tiene que saber que está jugando en la actuación. Y a uno le creen cuando ese juego es asimilado por el público.
–¿Está de acuerdo con los que piensan que el humor de Los Roldán es “chabacano”?
–El humor es siempre el mismo. A mí no me va eso de dividir el humor como si fuesen expedientes judiciales: “inteligente”, “absurdo”, “delirante”. No sé qué es eso. El humor “inteligente”, como el que habitualmente se denomina al de Les Luthiers, no le gusta a todo el mundo. ¿Eso qué significa? ¿Que hay 3 millones de tipos inteligentes y los otros 30 millones son pelotudos que no lo entienden? A mí me gusta desde Les Luthiers hasta el humor más chabacano, porque fundamentalmente soy un tipo al que le gusta reírse. Lo mismo me pasa con la música: escucho desde Rodrigo hasta Hugo Díaz, que fue el armoniquista más importante que tuvo el país. ¿Hay tipo más popular que Fontanarrosa? No, y para muchos es humor inteligente. Los Roldán es una tira costumbrista a la que se le acopló el grotesco. Son personajes que pueden existir en la realidad, pero que están exacerbados en su estereotipo, y que viven situaciones creíbles, pero exageradas. Y la gente compró ese grotesco porque, de alguna manera, la familia argentina es grotesca de por sí. Tenemos cada quilombo en nuestras casas...
–Los Roldán construye un mundo ideal en el que los más débiles triunfan por sobre los inescrupulosos poderosos. Luego de la crisis en la que quedó sumergido el país, ¿la comedia acompaña el ánimo social esperanzador que instauró la gestión de Kirchner?
–La comedia se emite en un momento justo, en el que el ánimo de los argentinos ha mejorado, aunque no la realidad. El argentino siempre necesitó del humor, porque tenemos genes de gallegos e italianos, de gente muy divertida. Los programas cómicos y las comedias, salvo excepciones, siempre funcionaron en la TV argentina. Por una cosa u otra, la gente siempre está ávida de carcajadas. Lo que pasa es que tal vez el formato de esta comedia, donde el pobre tiene movilidad social ascendente y la honestidad se impone a la hipocresía, se encaja con el momento de esperanza que vive el país desde la asunción de Néstor Kirchner. Porque la tira transmite un mensaje esperanzador.
–Un mensaje que también se intenta imponer desde la clase dirigente...
–Cuando Kirchner se abraza con la gente, lo que hace –aunque sea de manera simbólica– es volver a juntar al poder con el pueblo. Hay un cambio en la relación de la clase política y el pueblo. Y esa actitud, además de algunas medidas, causa esperanza en la sociedad. Hace que todos nos encumbremos detrás de un proyecto y tiremos para el mismo lado, para tratar de sacar al país del pozo en que está. En ese sentido, se puede leer Los Roldán como una tira que acompaña ese cambio. Yo no lo voté al Presidente y la verdad es que me sorprendió para bien. Los Roldán, además, regresa a valores que se habían perdido: al barrio, las relaciones humanas, la familia... Y el barrio siempre es un lugar ideal para una comedia que quiere recuperar valores olvidados, porque es un elemento identificatorio para todos, melancólico. Porque más allá de la novedad de los countries –que son conventillos modernos, con todo respeto a los conventillos–, todos venimos del barrio.

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Rodríguez separa al actor del personaje, pero de todos modos reconoce vínculos en su forma de apreciar el barrio y la familia.
 
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