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Hay desviaciones patológicas que niegan un presente de degradación y de ruina progresiva. Los individuos sienten que son ¿víctimas? de circunstancias fortuitas, accidentales o mágicas. Los personajes de Suerte rota, obra de danza-teatro que se estrena hoy a las 23 en el Portón de Sánchez, perdieron la brújula y, a menudo, se aferran a una mentira piadosa: la buena o la mala fortuna. “La idea inicial era trabajar con una pareja en un momento de desdicha. Estaba en Alemania cuando estalló la hecatombe argentina. Al regresar, me encontré con una sociedad deshecha y con muchas parejas que se habían separado. Como con la desdicha sola no podía contar nada, empecé a pensar qué era lo que podía alterar la vida de esas personas. El concepto de suerte irrumpió como un subterfugio de la narración, es una palabra que sirve para justificarlo todo. Me sorprende la importancia que le atribuimos a la suerte. Si está de tu lado, es la que te ampara o te salva de un problema o una crisis”, explica la coreógrafa y bailarina Silvia Gómez Giusto.
¿Quién se adjudica la autoría de la suerte? Para Gómez Giusto, que debuta en la dirección coreográfica, nadie se hace cargo de la fortuna ni la rechaza. Ex integrante del grupo Iguanas, Silvia es docente en el Centro Cultural Rojas y asistente de dirección en cine publicitario y de ficción. Pero además, dictó talleres de improvisación en Alemania y Santiago de Chile y ha trabajado como bailarina y actriz con Roxana Grinstein, Vivi Tellas y Andrea Garrote. En Suerte rota, tres personajes (roles a cargo de Ariel Jaenisch, Diego Brizuela y Laura Dzownik) recorren el frenético acontecer de sus días con pinceladas coreográficas que apelan al swing, al folklore, al pogo y hasta la ópera. La aparición repentina de un nuevo personaje (interpretado por Gómez Giusto) horada los mecanismos de funcionamiento de ese triángulo.
–¿La suerte le permite reflexionar más acerca del fracaso que del éxito?
–La suerte está relacionada con el fracaso personal. Lo más común es que alguien que se encontró en la calle un billete diga que tuvo suerte. Pero ese encontrarse plata significó la desgracia de otra persona. Hay momentos en que uno fracasa y está tan angustiado que pone cierta esperanza en la suerte, en una especie de compensación que puede torcer el destino.
–¿Cómo se inscribe esta idea de la suerte en el escenario?
–Nunca había podido llevar adelante una historia desde la danza porque me manejaba en un plano más abstracto. Esta vez pude apoyarme con más firmeza en situaciones teatrales que van desprendiendo las emociones de los personajes en escena: qué es lo que los pone contentos y por qué bailan de una manera determinada, o qué es lo que les genera melancolía.
–¿Su vinculación con lo teatral es lo que le permite eludir la abstracción de la danza?
–Sí. No sé si lograré en algún momento volver a un lugar más abstracto. Hasta ahora no pude salirme de una narración relacionada con lo teatral. Para crear algo vinculado con el lenguaje del movimiento, necesito partir de lo teatral. Cada vez tengo más intereses en vincular mis procesos creativos con el hecho de contar una historia.
–¿Esta aproximación a lo teatral es una cuestión generacional de los bailarines o es un recorrido más personal?
–No sé. Hace un año vi una puesta de danza y me dije “qué mal le está haciendo el teatro a la danza”, porque yo quería que los bailarines bailaran. Pensaba que me perdía de ver bailar a unos bailarines increíbles. El teatro en la Argentina está teniendo una influencia muy fuerte en la danza, en el cine y en la televisión, y esto es una marca generacional. Hay actores off en la televisión porque los productores empezaron a frecuentar el teatro off. Muchos de los actores que ibas a ver a un teatrito ahora están en Pol-ka.