ESPECTáCULOS › EL PITANGO QUARTET EN LA ACADEMIA PORTEÑA DEL LUNFARDO Y EL TORTONI
Tangos llegados desde los “kibutzim”
La agrupación israelí, que incluye en su repertorio clásicos como La yumba y Quejas de bandoneón, interpretados con cierto aire oriental, tiene programadas actuaciones en Capital y el interior.
Por Julio Nudler
Están en Buenos Aires, cursando estudios de tango para conjuntos y ejecutantes individuales, organizados en la Casa del Tango y bajo el paraguas de la Orquesta Escuela del Gobierno de la Ciudad. Es una nueva experiencia, por la que esta ciudad se va consolidando como lugar para la formación o el perfeccionamiento de los músicos que están cultivando el tango en muchos lugares del mundo, que además aprovechan cada noche para ir a escuchar a las agrupaciones locales y frecuentar las milongas. Es el caso de Pitango Quartet, un ensamble formado por jóvenes israelíes, uno solo de los cuales, el bandoneonista Amijai Shalev, tiene un lazo previo con la Argentina, porque nació aquí su madre. De hecho, es el único del grupo que habla español. Traen consigo su primer CD, que es la toma en vivo de un recital que ofrecieron en el Felicia Blumental Concert Hall de Tel Aviv, desplegando un repertorio que incluye varios Piazzolla, un Rovira (A Evaristo Carriego) y tangos clásicos, sin que falten La cumparsita, ni Quejas de bandoneón ni La yumba, entre otros.
Tienen programadas varias actuaciones. Mañana tocan en la Academia Porteña del Lunfardo (Estados Unidos 1379), y el domingo formarán parte del show que ofrece la Esquina Homero Manzi (San Juan y Boedo). El lunes 26 estarán en el Café Tortoni, en un recital organizado por la Academia Nacional del Tango. Dos días después actuarán en la ciudad de Corrientes, y más adelante en Paraná. Complementariamente, mostrarán también música israelí creada a partir de los años ’70, ocasión en la que el pianista, Sachar Ziv, oficia asimismo de cantante. Al parecer, también canta el tango, pero aún no en público.
En Israel suelen presentarse en salas de concierto y en las casas de cultura de los kibutzim, montando un espectáculo que incluye bailarines. Estos ayudan a que el público se forme una idea más completa de la naturaleza del tango, según explica Amijai. Muchos israelíes entrados en años ya conocían el tango, si bien en general en su versión europea y no en la rioplatense, pero para los más jóvenes suele ser un descubrimiento que los atrae. Los escuchan tocar Chiqué y les parece recién escrito. Los integrantes de Pitango creen que es también un factor favorable que el público se encuentre allí con este género a través de un grupo de músicos tan jóvenes.
Rinat Avisar, una notable contrabajista (es excelente su intervención en Le grand tangó, de Astor), estudió en Berlín, y allí entró en contacto con el tango en las milongas de la capital alemana. Integrante de la orquesta de cámara de los kibutzim, atrajo a su vez hacia el tango a Shachar, que allí interpreta el corno. De la misma orquesta de música clásica proviene el violinista Adrian Justus, lo que ayuda a explicar la calidad y el magnífico sonido de este cuarteto, que por ahora carece de cantor.
“Nos tratan muy bien, y en general la gente es muy simpática acá, y en especial los músicos se muestran muy interesados en lo que hacemos, entre otras razones porque somos el primer conjunto de tango que ha llegado a la Argentina desde Israel”, cuenta Amijai. Como espectadores, afirman haber quedado muy impresionados con el quinteto Ventarrón, y en particular con su cantor, El Chino Laborde, y también con la Orquesta Fernández Fierro y con el quinteto de Ramiro Gallo, aunque prefieren dejar para el final de su estadía un balance definitivo. Se declaran admiradores de la Orquesta del Tango de Buenos Aires.
Si bien reconocen que al no vivir aquí tienen menores posibilidades de aprender y de enriquecerse en materia de tango, la distancia los vuelve más independientes, menos proclives a dejarse influir por el legado de los viejos maestros, tocando, como tantos, alla Pugliese, por ejemplo. También le aportan al tango “otro sonido, que acá no se encuentra, porque somos de otro lugar”, dicen. “Imitamos para aprender, pero naturalmente nuestra música va a ser diferente.” Y, en efecto, cuando se escucha su versión de Oblivion, con el oboísta Yoram Lachish como músico invitado, se percibe un sabor oriental en las variaciones, que lógicamente no se halla en los intérpretes rioplatenses.