ESPECTáCULOS › FACUNDO ESPINOSA, DE LOS MARQUESI A “LOS ROLDAN”
El rey de la cumbia catódica
Actúa en la serie de Telefé, pero es, ante todo, el responsable del ingreso cumbiero al panorama de las novelas. El autor de Yo sé y La Gata admite que lo suyo es hacer un negocio y nada más.
Por Julián Gorodischer
Así, calladito, se fue quedando en la tele. Un día se sentó a componer una cumbia para el Rey Sol Marquesi, en Son amores, y revolucionó el mercado con su hit Yo sé, que se repitió como un mantra en los jardines, con mímica y bailecito incluidos para acompañar el “Yo sé/ que soy/ maníaco del pelo/ pero te quiero”. El día D de la composición no será recordado como un hito, apenas como lo que fue: un rato en el café, algo de concentración. Después, lo impensado: disco de platino, al tope del ranking de los más vendidos, y todo gracias al minuto de la gran idea en la que fusionó cumbia y cuarteto para inaugurar la era de las canciones hechas para cantarse mal, en versión del Rey Sol (Mariano Martínez), y ahora según Hilda (Lola Berthet) en Los Roldán. Facundo Espinosa, el compositor menos pensado, esquivó la cumbia villera (“pura búsqueda de efectos”), renegó de la cumbia experimental (que adoran los modernos en las discos de moda), pero sacó a la bailanta de su exilio de los sábados: ahora la defienden el galán y la travesti en horario central. “Me es indiferente lo que pase con cada estilo musical –dice–; la cumbia está ahí y es la cumbia. Yo no vengo a cambiar nada.”
Mantiene el aire antiestelar que lo convierte en “único”, con ese tonito de “no me importa nada”, y la repetición incesante de la palabra “porquería”. El tipo nunca aceptaría sonreír para una foto, reniega de las carreras, los entornos, los ámbitos, reivindica el “estar en casa”, en Chacarita. La noche de la entrevista lo esperan en el estreno de la película en que actúa, Diarios de motocicleta –de Walter Salles–, pero no estará: lo cambia por una raviolada. Nunca tan afín a una criatura como al Pibe Roldán: se desata la empatía profunda entre el actor y el personaje, uno solo con su chico pobre de buen corazón. “En mi barrio yo soy Roldán, en mi barrio se la pelea”, decidió cantar él mismo en el disco de la tira, de 20 mil copias y entre los cuatro más vendidos de la Argentina. Pero a Facundo Espinosa lo acompaña el fondo de bronca desde que dejó el colegio, en tercer año. “Me querían callar: el colegio crea gente que se calla la boca, ante la ley, ante el poder.”
–Y justo a su personaje (Leo Roldán) le toca publicitar un plan del Gobierno de la Ciudad para volver al colegio.
–Yo no promuevo nada. Apenas paso caminando por al lado de un afiche promocional. Yo no estoy de acuerdo con el sistema educativo, ni con los programas, salvo con dos o tres profesores que te influyen.
Más allá de los chivos y del show interminable (que le atribuye romances, peleas, rencores), lo que salva es la conciencia de estar haciendo un gran negocio. Componer y convertir en oro, gracias a un oído especial para captar el acento suburbano. Con su productora MEM, está a cargo de la banda sonora del programa, que no sólo incluye el hit Yo soy Roldán sino los covers de Hilda sobre originales de Camilo Sesto, Palito Ortega y José Luis Perales, y el tema La Gata, que satura Florencia de la V no sólo en la tira sino ahora también en discotecas. A todas las canciones las une el linaje de la cumbia romántica: un recorte que se anunciaba en el Yo sé de Son amores. “No es grosero si hay amor”, decía allí, hasta diseñar el paraíso barrial de Los Roldán, en el 2004, una zona de honestidad brutal, territorio libre de dinero, mitificado como emblema de lo leal, honesto, franco, en oposición a los deslices del concheto (al que le reservan el engaño y el deseo por la travesti). “Eso es lo rescatable –dice el pibe Espinosa–, revalorizar a la gente que labura todo el día, ochenta horas, para que se hagan respetar un poco más. No es que hay que generar una fobia contra los tipos que tienen plata. A veces se le pone mucho énfasis a una novela que no intenta reflejar todo lo que pasa en el país. ¡Y claro que es una pantomima, para una comedia a las nueve de la noche! Tal vez Adrián Caetano lo haría de otra manera.”
–El Yo sé que compuso para Son amores agregaba el pequeño drama del hombre atrapado por su imagen.
–Mezclé cumbia con cuarteto, para generar una variación en el ritmo que no se venía haciendo, algo original. De pronto, el tema empieza a andar más rápido. Los nenitos se coparon muchísimo con una canción ideada para ser cantada como el orto. No creo que inaugure un género: pasa todo el tiempo, y hasta Julio Iglesias debe saber que canta mal. Pero se puede ser malísimo y tener una onda infernal.
–¿Fue el puntapié para sacar la cumbia del exilio en el programa de los sábados?
–Yo no quiero cambiar nada. Hay una cumbia villera que te refleja lo que pasa, pero hay otra que convoca a aspirar poxirán. Yo decidí que Marquesi no mencione nada de eso, que sea tranqui y sin salirse del personaje. Era un pibe del campo que piensa en la novia, en su aspecto.
–Y después llegó Yo soy Roldán, y la tira cumbiera sigue explotando una fórmula que rinde.
–Yo mantuve el perfil bajo, hice mi negocio y me divertí haciéndolo. Y les aclaré que nunca me pidieran que cante en el programa: es una locura que en una tira cante todo el mundo. Desde el primer momento, creí que era loquísimo poner a un mecánico en el escenario. Con Hilda es distinto: lo hace por vocación. Pero de estos asuntos, nada me provoca demasiado entusiasmo. No voy a negar que al principio la masividad de Rey Sol me impactó. No lo desprecio, ni lo subestimo: lo hago con responsabilidad, pero conozco los límites de trabajar en la TV.
–¿Cuáles?
–Reacciono dentro de lo que puedo, hablo, me muevo, o me como un bache de seis horas. Pero tampoco voy a sacar una bandera porque laburo y me va bien. Cuando algo me parece injusto, lo digo y me voy a mi casa. Pero acá en la Argentina hay cosas que son así, y se terminó.