ESPECTáCULOS
Cómo atravesar el tiempo gracias a la literatura
Elsa Bornemann, autora de clásicos como Un elefante ocupa mucho espacio y El libro de los chicos enamorados, protagonizó en la feria un emotivo encuentro con chicos de tres escuelas primarias.
Por Sandra Chaher
Las presentaciones de Elsa Bornemann en la Feria del Libro son un clásico, y también una fiesta. Para este año, Alfaguara organizó un evento con chicos, música, lecturas y preguntas para esta histórica de la literatura infantil, aprovechando la reedición de cuatro de sus libros. Bornemann es una mujer suspendida en un tiempo de fantasías, una escritora infantil con un público fiel y masivo desde hace tres décadas. El tiempo pasa, sus obras se editan para los hijos de sus primeros lectores, y ella sigue escribiendo, leyendo cartas y mails que le envían los chicos, ajena al mundo literario. No todos sus colegas le tienen aprecio, pero casi todos admiten alguna filiación con su literatura. Fue de las primeras y todavía está: aclamada por una sala que rebasa de padres e hijos. Ella llega, con el pelo cortado con flequillo, y parte del secreto se descubre: Bornemann es una nena. Escribe desde su niño interior, y lo que atrapa a los chicos es que en cada historia pueden encontrar los temas que también a ellos los desvelan: el poder, el amor, el miedo.
Los libros reeditados son El último mago o Bilembambudín, de 1979; los cuentos de terror Socorro Diez (Libro pesadillesco), de 1994, y sus dos textos más conocidos, clásicos de la literatura infantil: Un elefante ocupa mucho espacio, escrito en 1975 y prohibido por la dictadura, y El libro de los chicos enamorados (poemas), de 1977. Y en la entrevista que le hicieron chicos de tres escuelas primarias hubo una buena muestra de ese intercambio que la hizo clásica.
–¿Por qué le puso Un elefante ocupa mucho espacio y no Un elefante muy grande o algo así?
–Porque hay una canción que dice “Un elefante ocupa mucho espacio/ dos elefantes ocupan mucho más/ Dos elefantes ocupan mucho espacio/ tres elefantes ocupan mucho más” y así hasta el infinito.
–¿Se puso nerviosa por si el libro gustaba o no?
–Siempre hay expectativa. Y con Un elefante... siempre digo que el séptimo pecado capital, la envidia, existe. Porque si no hubiera sido premiado (recibió el premio internacional Christian Andersen en 1975), no habría sido prohibido. No creo que Videla lo haya leído.
–¿Cómo se sintió cuando lo prohibieron?
–Muy mal. A mi papá le dio un ataque cerebral y me aconsejó que me fuera a Europa. Pero yo no fui, qué iba a hacer allá, me iba a morir de pena.
–¿Usted cree que en la tierra hay lugares como Bilembambudín?
–Sí. Yo no tengo la imaginación suficiente para imaginar todo lo que existe. Cuando era chica y sufría por algo, mi padre me decía que eso venía sucediendo desde comienzos de la humanidad. Hay errores universales.
–¿Cree que hay personas que quieren hacer el bien?
–Sí, claro. Hay seres extraordinarios.
–¿Alguno de los poemas de El libro de los chicos enamorados se relaciona con algo que le pasó a usted?
–Sí, la enamorada del profesor, por ejemplo.
–¿Cuál fue su fuente de inspiración para El libro...?
–El amor entre chicos, que lo siento desde que yo era chica. No es común que los novios de la infancia se casen, uno después se pelea, se pone de novia con otro... Y en la época que lo escribí estaba como prohibido hablar del amor entre chicos.
–¿De chica le gustaba escribir?
–Sí. Cuando tenía 8 años le dije a mi papá que quería ser escritora y él me dijo que le parecía bien pero que me iba a casar e iba a ser “Elsa Bornemann de”, y que así iba a firmar mis libros. Yo le dije que no, y cada vez que me publicaban un libro se lo llevaba y él pasaba el dedo por arriba del nombre y se ponía contento, porque como tenía tres hijas mujeres decía que a través mío el apellido iba a perdurar. No sé si se ponía más contento porque hubiera sido escritora o por la firma.