ESPECTáCULOS
Una masacre en versión remixada
En Los fusiladitos, la directora Cecilia Miljiker vuelve sobre las muertes de José León Suárez sampleando materiales ajenos.
Por L. M.
La propia directora confiesa, al comienzo de film, con su voz en off, que estuvo dando vueltas durante dos años, “sin saber bien hacia dónde ir”, con su película. El primer motor fue la lectura de Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, pero no la convencía tener que trabajar con actores, ficcionalizar la historia, como había hecho en su momento Jorge Cedrón (de cuya legendaria versión se ven algunas imágenes). Por otra parte, la asustaba la idea de que “borramos de la memoria cosas muy importantes para nosotros” y no quería que la historia de los fusilamientos de José León Suárez, en junio de 1956, cuando una decena de militantes peronistas fueron ejecutados por la llamada Revolución Libertadora, siguiera siendo conocida apenas por unos pocos memoriosos.
Buscando los rastros de aquel episodio –el campo donde fueron fusilados, el camino que siguió el comisario a cargo del operativo– llegó hasta un sobreviviente, “un muerto que habla”, Héctor Benavides, que en su momento logró escapar y luego se lo dio por fallecido. Pero Benavides, amigo de Julio Troxler, y más que testigo auténtico protagonista del hecho, no se acuerda de nada. Está demasiado viejo (murió antes de que se completara la película), se esfuerza por recuperar algún recuerdo, pero todo es inútil. Ni siquiera lo consigue con la ayuda de su mujer, que se hace cargo del relato en una imprecisa tercera persona.
Este fracaso, que tiene mucho de simbólico –¿cómo esperar que el país tenga memoria de un acontecimiento que no recuerda ni aquel que lo vivió?–, lleva a la realizadora Cecilia Miljiker (27 años) a perderse por otros caminos, más complejos y caudalosos. De pronto, se deja fascinar por la historia del peronismo y la recorre en fast forward. Esa materia inasible, que insumió a Leonardo Favio y Fernando Solanas (que cedieron a Miljiker parte de sus materiales) horas y horas de metraje, es sampleada y reducida a un caótico clip de estampillas folklóricas. Hay sin embargo más candor que frivolidad cuando la directora afirma: “El peronismo... ese tema me atrapa, mucho; un fenómeno tan irracional, tan sentimental, tan poco político...”.
Hay una idea cinematográfica muy lograda cuando la directora relee el fragmento de Operación Masacre en el cual Rodolfo Walsh y su asistente Enriqueta Muñiz (que se negó a recibir a Miljiker) van por primera vez al basural donde fueron ejecutados los militantes y el film lo ilustra con unas imágenes de Jean-Luc Godard y una actriz llegando a un descampado, un fragmento aislado de una película cualquiera, pero que hace dialogar muy bien la imagen y el sonido.
Es una pena que Los fusiladitos no trabaje más en esa dirección de sentido, en vez de abandonarse y perder su rumbo una y otra vez, como cuando hacia el final –cuando ya es demasiado tarde– la realizadora trae a cuento su historia familiar, los recuerdos de Ezeiza y la militancia frente a la casa de Gaspar Campos, para redondear agónicamente 55 minutos de película.