ESPECTáCULOS › DOLORES FONZI, SU LABOR EN “SANGRE FRIA” Y EL REGRESO DEL GENERO DE TERROR A LA PANTALLA
“Ahora sé que no hace falta sufrir para actuar”
La televisión vive su pequeño boom para un género no siempre bien cubierto. “Esta vuelta a lo físico me salva”, dice la actriz Dolores Fonzi, protagonista de la miniserie Sangre fría, que se está grabando por estos días en la Patagonia y que se verá por Telefé en septiembre.
Por Julián Gorodischer
Dolores Fonzi interrumpe, por un rato, una temporada de encierro. Vive, por estos días, en un lugar apartado del mundo, en Villa La Angostura, aislada como corresponde a las crónicas de grupos que hace el thriller clásico. Regresa a la tele, después de Disputas –dirigida por Adrián Caetano, en 2003–, para realizar el sueño del actor desindustrializado: “Hacer una de terror”. Y cómo no iba a desearlo si es el género ausente, aquel que concibe unos pocos títulos muy en el pasado (casi siempre de la usina de Narciso Ibáñez Menta, ver nota aparte) y un vacío de dos décadas. De pronto, algo cambia: Sangre fría, que Dolores Fonzi graba en el sur junto a Mariano Martínez, Juanita Viale y Nicolás Pauls y que todavía no confirmó la fecha de su estreno en Telefé, es el modo que encontró la TV para cambiar el rumbo de las comedias juveniles.
El Instituto Gallogher (en Villa La Angostura) convoca a un grupo de prodigios a rendir un examen sólo para genios. Todos tienen ocupaciones de gente brillante (psiquiatras, físicos, historiadores a los 22) y deseos de agruparse en una elite. En el grupo de elegidos habrá romance, chicos y chicas lindos, una trama fácil y ambientada en un college americanizado, pero con el condimento-fetiche de la temporada: el espanto ante el acoso de un fantasma y varias muertes entre los estudiantes. En ese instante, tratarán de ser parecidos a los gritones de las películas Scream o Sé lo que hicieron el verano pasado para vencer un tabú: se le puede competir a las superproducciones. El terror (que también llega a la tele con la miniserie Epitafios, de HBO, y el ciclo Historias de terror, que saldrá desde septiembre en Canal 7) no será sólo de importación.
Pero cuando piensa en terror, Dolores (que en la ficción será Renata, una psiquiatra precoz) se imagina una coreografía larga, algo tediosa. Es la que se pauta para expresar las sensaciones del horror en la mirada: jadeos cronometrados, ojos rojos por un minuto más, tres exhalaciones cada dos del otro. O la que vuelve en la cama para la escena sexual con Mariano Martínez: “Primero vos arriba, después yo abajo, te saco la remera, y así... un embole”, dice Fonzi para describir lo que todos querrán ver pero a ella la aburre. “Me pongo nerviosa”, asume. “El está todo marcado así, así, así, y yo no. Le digo que me saque la remera, y después yo a él para que no se nos vea nada. Todo en un ritmo exacto.” Entre tanta indicación para conservar la belleza del plano, “te salva la vuelta a lo físico”, dirá. “Estar agitado, ojos rojos: son cosas que sí o sí hay que provocar porque tienen que estar. En estos cuentos tiene que verse la sorpresa de estar ante un cuerpo mutilado. Pero después hay que insertarlo en la coreografía: ir dándote vuelta lentamente, por suerte menos lento que en el cine. ¡Ahí me muero! Es acción y reacción, pero adaptada a miles de planos calculados.”
–¿Es la tensión entre la actuación y la fotogenia?
–Hay que poner el mejor perfil, buscarte la luz y, en el fondo, actuar es eso. Porque es verdad que cuando ya experimentaste con tus estados internos, y probaste nuevos jueguitos con el cuerpo, te das cuenta de que no hace falta sufrir para actuar. No hay que poner tanta intensidad, tenés que guardarte algo para vos, para no vaciarte. Para mí mi belleza es un don; yo no le tengo desprecio. Pero igualmente ahora tendría que estar cinco kilos más abajo y tener el cuerpo más marcado. Eso te lo señalan, en chiste o no. Paré de trabajar, me fui de vacaciones, comí. Y se requiere una cintura, un plano al cuerpo.
–Si tuviera que hacer un “Diario de la vida en la Patagonia”...
–Estamos fuera del mundo. Allá la postal se repite: la montaña y el lago están en todos lados, no hay horizonte. Rutas, frío, nieve, heladas. El primer mes llovió todos los días, pero ahora salió el sol. Se me complica seguir el cuento, sin mucho más para contar. Hay que ponerse de costado a un núcleo que va girando por otro lado. Todo sucede afuera de uno. Importa más la trama que la composición de un personaje.
–Distinto a la “experiencia de autor” que fue Disputas, de la que se recuerda una escena de sexo lésbico con Nacha Guevara.
–Fue increíble: lo veía y me parecía que a mí no me había pasado eso. Que era una amiga la que lo hacía. ¿Cómo lo hice? Para actuar, hay que relajar para ir rápido al punto. Encontrar un shot, un vaso de whisky, una entrada en calor, una gárgara.
–¿Ahora es lo contrario: crispar, tensar, gritar?
–Ahora es un retorno raro porque soy protagonista en una pareja convencional con Mariano Martínez. Pero yo me resisto. Después me ausento; chupo, absorbo y desaparezco. Elijo hacer TV porque son tres meses; pero no haría un año de tira. No tengo prejuicios, hace diez años que hago tele. Pero no estoy capacitada para estar más tiempo.
–¿Siempre fue así?
–Verano del ‘98 fue el primer lugar donde sentí el espacio de poder ir modificándome. Era tele, se grababan 26 escenas por día, pero había gente atenta a lo que proponían los pendejos. Todo el mundo estaba como explotando. Fue el verdadero inicio de la telenovela delirante: yo era la rubia del pueblo, que pasó a ser malísima, robaba bebés, se acostaba con el suegro.... Fue el primer lugar en el que sentí que estaba experimentando.
–¿Y no fue también el nacimiento de una generación de actores?
–Algo explotó, fue un estallido. De ahí salieron mi hermano (Tomás Fonzi), Nicolás Mateo, Jazmín Stuart, Marcela Klosterbooer, Agustina Cherri, pero somos todos muy diferentes, con una variedad de cosas únicas. No me siento parte de nada. Durante mucho tiempo sentí que éramos (Carolina Fal, Rita Cortese, Graciela Borges, Luis Ortega, su novio, y la propia Dolores) un grupo de gente experimentando, con mucho para dar... que nos retroalimentábamos.
–¿Y qué pasó después?
–Yo en un momento pensé qué iba a hacer después de separarme. Y fue el momento de seguir con mi camino. Me fui a Hoollywood, vi el trabajo de la productora de Drew Barrymore, me di cuenta de que así es como quiero ser actriz: generando proyectos. Ya tenemos (con la guionista Constanza Novick, su hermano y los hermanos Pauls) el primer capítulo de un unitario (Soy tu fan). Volví del sistema implacable, industrial, donde me sentí muy encerrada, y me puse a hacer esto artesanal. Los Angeles es el lugar del que quiere ser algo. Allá son muy buchones, todo funciona muy bien, es impresionante. Y yo me sentía incapacitada, eran niveles de presión que te desbordan. Me quedo en Buenos Aires.