ESPECTáCULOS › UN RELATO DE ESTILO CASI PERIODISTICO

Cómo cargar con 70 “pepas” de cocaína entre las tripas

Un mérito evidente del film de Marston es que, para un tema difícil, prescinde de villanos fáciles y explicaciones simples.

 Por Luciano Monteagudo

¿Cómo se hace en Colombia para ganar 5000 dólares en pocos días? Sencillo: hay que tragarse sin chistar 70 “pepas” de cocaína envuelta en látex, del tamaño de uvas grandes, y pasar por delante de los oficiales de Aduana de los Estados Unidos como si nada, como si se fuera de paseo a la Estatua de la Libertad. No es que María (la magnífica debutante Catalina Sandino Moreno) esté ansiosa por ganar plata rápido y fácil. No, no es su caso. Sólo que, tal como lo expone María llena eres de gracia, la celebrada ópera prima de Joshua Marston (ver nota central), no tiene muchas otras opciones. Ninguna, se diría. Pareciera que, con sólo 17 años, su futuro es ése, o nada.
El comienzo del film de Marston lo deja muy claro. María es una de las muchas trabajadoras en serie de una plantación de flores, en las afueras de Bogotá. Durante más horas de las que puede permanecer en pie, su tarea consiste en sacarles las espinas a las rosas. Pero nadie le puede quitar las suyas: no tiene miedo en enfrentar a su capataz (que no la deja siquiera ir al baño) o en perder ese empleo miserable si es necesario. El único empleo que se consigue en el pueblo, por cierto. Pero María no es de las que le van a ir a pedir perdón al capataz, por más que se lo pidan su madre y su hermana. Ellas prefieren que baje la cabeza y se vuelva a enterrar entre las flores. Entre otras cosas, porque dependen desesperadamente de esos pocos pesos que María consigue cada semana.
¿Y el novio de María? Parece que sólo sirve en la cama. Cuando ella le dice que está embarazada no tiene idea de qué hacer al respecto, como si la viera por primera vez y no supiera qué decirle. Ese pueblo ya no le ofrece nada a María y decide probar suerte en la capital, pero en Bogotá la cosa tampoco es gratis. Como si fuera un efecto dominó, en el que cada pieza va volteando a la siguiente, María no tardará en aceptar la propuesta de convertirse en “mula”. Al fin y al cabo, quienes le ofrecen esa alternativa no parecen peores que el capataz que la maltrataba allá en su pueblo.
Si hay un mérito evidente en el film de Marston es que prescinde de villanos fáciles y explicaciones simplistas. El derrotero de María es un destino que no tiene nada del fatum griego: es puramente mecánico, una gris concatenación de circunstancias económicas y sociales que empujan a la protagonista –como a tantos jóvenes colombianos– a tomar por el único camino que les parece posible, por arduo y peligroso que sea. Si el entrenamiento que debe llevar a cabo María para poder tragarse las “pepas” es desesperante, qué podría decirse del acto en sí. O del viaje en avión a Nueva York, con esa bomba de tiempo en su sistema digestivo, una travesía que Marston decide filmar en tiempo casi real, para contagiar al espectador de la angustia de María y de las otras “mulas” que la acompañan, con la certeza de que alguna siempre se pierde, en el control de aduana o en el baño, si les estalla alguna “pepa” en el estómago.
Para su primer largometraje, Marston eligió un estilo de relato lineal, transparente, casi periodístico, como si estuviera escribiendo un artículo, con la menor cantidad de adjetivos posibles. Ya con María en Nueva York y en Nueva Jersey, el film se vuelve un tanto melodramático, pero eso es algo que también le sucede muchas veces al director británico Ken Loach, que es el modelo evidente sobre el cual Marston ha trabajado (en particular, Pan y rosas, la incursión del director de Riff Raff en el problema de los trabajadores inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos). Lo que siempre juega a favor de Marston es la sobriedad de su protagonista, primeriza frente a cámaras pero dueña de una verdad interior que no necesita de histrionismos para expresar la frustración, el miedo, el dolor y la determinación de María, que seguramente son también las de tantas otras mujeres como ella.

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Catalina Sandino Moreno es dueña de una verdad interior que no necesita de histrionismos.
 
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