ESPECTáCULOS › JOSHUA MARSTON HABLA DE MARIA, LLENA ERES DE GRACIA Y LAS “MULAS” COLOMBIANAS
“El cine ofrece una antropología directa”
Según el realizador californiano, las chicas que ingresan a Estados Unidos con “pepas” en el estómago son miles por año.
“Hablemos en castellano”, propone la voz del otro lado de la línea. De allí en más, la conversación se desarrollará en el idioma que Joshua Marston aprendió primero en Brooklyn y más tarde en Colombia y Ecuador, escuchando hablar a vecinos y gente del lugar. Está claro que no se trata de un gesto demagógico, equivalente al “¡Buenas noches, Argentina!” con que cualquier músico de rock intenta conquistar al público local, disfrazado con una camiseta de la selección. Marston habla el castellano con total fluidez y un envidiable vocabulario. Signo de que el hombre se tomó su tiempo para aprender el idioma y que lo hizo como parte de una intensa práctica conversacional, producto de un genuino interés por conocer y vincularse con otras culturas.
El de Marston es un caso raro: nacido en California y radicado en Nueva York, filmó su primera película en Latinoamérica. Hasta aquí, nada que se diferencie demasiado del gesto políticamente correcto de cualquier estadounidense progre, “preocupado por el destino latinoamericano”. Pero algo revela que esta vez se trata de algo distinto: Marston no sólo filmó María, llena eres de gracia con actores locales hablando en su propio idioma, sino que además la película no trata del “problema latinoamericano”, como podría suceder en Missing o en Hombres armados. Lejos de ponerse en la posición de quien se siente en condiciones de generalizar, Marston prefirió reducir el asunto de su película a la peripecia de un personaje individual. La relación que su protagonista puede tener con uno de los “temas latinoamericanos” es apenas colateral, filtrada además por la propia experiencia.
Encarnada por la magnífica debutante colombiana Catalina Sandino Moreno (ganadora del Oso de Plata a la Mejor Actriz en Berlín 2004), María decide, ante la falta de perspectivas, aceptar un ofrecimiento para hacer de “mula”, tragándose como 70 “pepas” de heroína para ingresarlas en Estados Unidos. Eslabón débil de la cadena del narcotráfico, no hay en María ... barones de la droga, matones tiroteándose con agentes de la DEA ni gigantescos laboratorios en medio de la selva. Mucho menos, bajadas de línea política o cualquier clase de moralina disciplinaria. “Me interesan las vidas de la gente y me interesa conocer otros países, otras culturas, y eso es lo que siento que el cine me permite, una suerte de antropología directa”, ratifica Marston a Página/12, del otro lado de la línea telefónica.
–¿Qué fue lo que le más le interesó del proyecto? ¿Que fuera una historia latinoamericana o el simple hecho de contar la experiencia de una “mula”?
–Más me interesaba lo segundo. Yo ya había hecho alguna investigación sobre la guerra al narcotráfico en Latinoamérica, y sobre todo en Colombia. Como parte de esa investigación, tuve oportunidad de conocer a una chica colombiana que había trabajado como “mula”. Su historia me resultó fascinante. Como mucha gente, yo había oído sobre las “mulas”, pero nunca me había puesto a pensar en la experiencia en sí, que es algo horrible, hecho por chicas que, como no tienen demasiadas opciones, se “cuelgan” de esto, porque al menos les da la posibilidad de ganar unos pesos. Por otra parte, la manera en que tienen que pasar la droga, tragándose las “pepas” (que tienen más o menos el tamaño de una uva grande) es particularmente traumática. Imagínese no más tener que tragar 70 uvas... De allí que sea muy común que las chicas tengan trastornos físicos, sumados a la situación de stress en la que están. Encima, con el peligro cierto de que una pepa reviente dentro del estómago, lo cual origina una hemorragia generalizada dentro del sistema digestivo.
–¿Hay alguna estadística sobre la cantidad de muertes que se producen entre las “mulas”?
–Las estadísticas que yo conozco son, por un lado, la cantidad de “mulas” detenidas, a lo largo del año pasado, en el aeropuerto de Nueva York, que fueron cerca de 155 chicas. Teniendo en cuenta que los aeropuertos estadounidenses por donde entran las “mulas” son cuatro o cinco, se puede estimar que hay alrededor de una chica detenida por día. En cuanto a la cantidad de chicas que ingresan a Estados Unidos con “pepas” en el estómago, son varios miles por año. Por otro lado, tengo otra cifra, aportada por Orlando Tobón, un colombiano que vive hace décadas en Nueva York y que desde hace años se dedica a devolver a sus familias los cadáveres de “mulas” que nadie reclama, y que si no fuera por él irían a parar como NN a fosas anónimas. En 20 años, Tobón ha enviado unos 400 cadáveres. A fines de los ’80, comienzos de los ’90, que fue una época de muy alto tráfico, él llegó a enviar un cadáver por día a Colombia.
–Tobón actúa en la película, ¿no es cierto?
–Sí, hace prácticamente de sí mismo. Es el hombre que tiene una pequeña agencia de viajes en el barrio de Queens, a quien le piden ayuda María y su amiga luego de llegar allí. Tobón es un personaje extraordinario, que funciona como una suerte de “padre espiritual” para los colombianos de Nueva York. Los ayuda por pura generosidad. Lo llaman The Fixer, algo así como “el que arregla”, el que soluciona problemas que ningún otro encara. Escribí el personaje para él como una forma de homenaje. Además, él es uno de los coproductores de la película, junto con Jaime Osorio Gómez, que fue productor de La virgen de los sicarios, y Paul Mezey, un estadounidense que produjo muchas películas vinculadas con la comunidad hispanohablante en Estados Unidos.
–¿Cómo dio con la protagonista, Catalina Sandino Moreno?
–No fue fácil encontrar a la actriz. Tras varios meses de audiciones, y luego de haber visto como a 800 candidatas, no encontré ninguna que me convenciera y me vi obligado a posponer el comienzo del rodaje. Justo al día siguiente di con Catalina, que es estudiante universitaria y tenía alguna experiencia como actriz. En cuanto la vi percibí que ella era la actriz que estaba buscando.
–La película está filmada en gran parte con cámara en mano. ¿Qué lo llevó a tomar esa decisión?
–Yo quería contar la historia de una chica que está buscando una manera de salir de la situación en la que está, que no la satisface. Está en una situación de tránsito, entre una cierta realidad y el intento de salir de ella. Me pareció que la mejor manera de transmitir esta situación vital era hacerlo con cámara en mano, con un encuadre permanentemente fluctuante, en el que siempre está la sensación de que María puede salir de cuadro y dirigirse hacia algún lugar que no sabemos bien cuál es.
–Buena parte de la película está filmada en tiempo real. Esto se hace mucho más notorio en secuencias como las del aprendizaje de María para tragarse las “pepas”, la del viaje en avión y la de la inspección, cuando la detienen dos agentes de aduana en el JFK.
–Eso obedeció a que yo quería sobre todo comunicar la experiencia concreta de María, y no hay mejor modo de hacerlo que filmando en tiempo real. Incluso, en el guión original la secuencia del avión era mucho más larga, tuvimos que cortarla. En verdad, esa secuencia fue la que primero tuve en mi cabeza cuando empecé a pensar en la película. Todo el resto se construyó a partir de allí.
–Esas decisiones de puesta en escena permiten que el espectador “viva” la experiencia de la protagonista, que se ponga en su lugar.
–Ese era uno de mis objetivos centrales, y tiene que ver no sólo con razones de orden dramático, sino también político. La política oficial del gobierno actual de mi país es la de criminalizar todo lo que tiene que ver con la droga, y lo cierto es que mucha gente que participa de ese circuito no son delincuentes, sino simples seres humanos en busca de una salida para sus problemas económicos y vitales. Eso es exactamente lo que yo quería transmitir: que este personaje, y las otras chicas como ella, son seres humanos. Sus problemas no se solucionan declarándole la guerra al narcotráfico, enviando operativos militares a la zona o prendiéndoles fuego a campos y laboratorios, porque nada de eso soluciona el verdadero origen del problema, que es la situación de pobreza en la que vive buena parte de la población de esos países. No hay solución que no pase por corregir esos problemas estructurales, y esa solución depende de decisiones políticas, económicas y sociales.