ESPECTáCULOS › MARTÍN BAUER

“la musica es un hecho escenico”

Es el curador del ciclo de música contemporánea del Complejo Teatral de Buenos Aires y el autor de la obra que lo inaugurará el próximo martes. En El malogrado, basado en la novela de Thomas Bernhard, participan un actor y dos pianistas, además del videasta que trabaja con los Beastie Boys.

 Por Diego Fischerman

“En Argentina se tiene un solo tiro y hay que aprovecharlo”, define Martín Bauer. Compositor, curador del ciclo de música contemporánea del Complejo Teatral de Buenos Aires, que este año tendrá su octava edición consecutiva, y codirector del Centro de Experimentación del Teatro Colón, se refiere, es claro, a las dificultades para componer, para probar y hasta para fracasar y seguir aprendiendo, en un país caracterizado por las primeras –y únicas– audiciones. Un compositor, si tiene suerte o conexiones y consigue alguno de los escasísimos –si se compara la situación con Venezuela, Brasil, Colombia o México– subsidios existentes, podrá escuchar en vivo, una única vez, alguna de las cosas que imaginó sobre un papel. Y el tema no es ajeno al elegido para la obra escénica compuesta por él para abrir, el próximo martes, el ciclo de este año, una creación alrededor de El malogrado, de Thomas Bernhard. En la novela, “el malogrado” es el que, al comprender la naturaleza del genio en un compañero de estudios –el pianista Glenn Gould, para más detalles– decide que su vida carece de sentido y se suicida. En la Argentina actual, los malogrados son otros.
La obra de Bauer es, en realidad, casi una creación colectiva en la que, a su composición, se suma la del videasta estadounidense Benton-C Bainbridge, que viene de trabajar con los Beastie Boys. “Me pareció interesante el contraste que podía generarse entre estilos y visiones del arte muy distintos”, explica el músico. “Conocí el trabajo de Benton cuando se hizo La belle captive en el CETC. Allí, las imágenes eran suyas y me parecieron muy atractivas. En cuanto al tema, el texto de Bernhard siempre me pareció que tenía una gran potencia escénica. No por las acciones teatrales que pudiera contener, desde ya, sino justamente por su característica musical.”

“La música es un hecho escénico”
”Glenn Gould, el piano, el virtuosismo, por una parte y, por otra, la propia estructura del texto, que está trabajado de una manera sonora, armado sobre motivos y sin un solo punto aparte. Después surgió la pregunta acerca de cómo hacerlo y ahí es donde aparece el resto del equipo. Los textos que se escuchan pertenecen todos a la novela pero el orden no es el del libro, lo que no importa, ya que no hay una secuencia narrativa.” La selección de los textos de Bernhard incluidos corrió por cuenta de Pablo Ruiz –que además actúa– y Héctor Díaz, quien también se ocupó de la dirección actoral. Además de las imágenes en video de Benton-C Bainbridge, la obra incluye la actuación de dos pianistas, el italiano Oscar Pizzo –que ya participó en la edición anterior del ciclo y que este año tocará también junto al grupo Alter Ego (ver recuadro con la programación completa)– y el argentino Lucas Urdampilleta. La dirección de arte es de Minou Maguna y el diseño sonoro, de Jorge Chikiar.
“Entre los textos están los que tienen más fuerza dramática, los que tienen más imágenes –dice Bauer–. El trabajo que hicimos tuvo que ver con una especie de búsqueda de repertorio. Tanto en el video como en el aspecto textual y el musical hay una serie de fragmentos, de materiales, con los cuales después se arma un montaje.”
–En la música, ¿hay elementos descriptivos o incidentales?
–Están los pianos y están los personajes que tocan. Pero la música está más ligada a la escritura de Bernhard que al tema de Gould o a la posible cita a las Variaciones Goldberg de Bach, por ejemplo. Lo que sí sucede es que, claramente, uno de los pianistas es Gould y el otro es Wertheimer y que eso se ve en escena, se sabe por cómo toca uno y cómo toca el otro. Los dos están todo el tiempo estudiando y tocando aproximadamente lo mismo. Y la diferencia se entiende en el momento en que Glenn toca solo. Me resulta interesante que una cosa se justifique escénicamente si una parte adquiere una envergadura particular.
–Esa música que toca Gould, ¿no es de Bach ni de ningún otro autor que él pudiera estar estudiando?
–No, es una música creada especialmente y en conjunto con el pianista. Porque es su música. Ese es el momento de él. Si eso no sale, la obra no se sostiene. Ese es el juego interesante, Porque es lo que pasa en la novela y es lo que nos pasa a los músicos. En algún momento de la vida uno se enfrenta a ese dilema. Existe Glenn Gould o existe Bill Evans, y uno tiene que decidir si lo que hace tiene sentido. Y, aparte, la novela es dura, porque el que relata es alguien que se ha dedicado “a las ciencias del espíritu”, a filosofar, pero es claro que dejó el piano, Y el otro se suicidó.
–¿La imagen tiene un papel fijo en la estructura de la obra?
–El tema de la imagen tiene que ver con lograr algo visualmente potente. Su papel va cambiando durante la obra. Pero el eje tiene que ver con buscar una tensión entre el universo de los Beastie Boys y el universo de Bernhard y Glenn Gould. Son dos mundos que conviven; un mundo más tecnológico, que incluye el audio diseñado por Jorge Chikiar, y otro mundo más clásico. Hay ahí una relación que puede ser interesante.
–Varias de sus obras más recientes tienen una fuerte relación con lo literario: Estanislao del Campo y Goethe en Incursión. Tema; Fausto, Samuel Beckett en Manchas en el silencio, ahora Bernhard. ¿Eso implica una renuncia o una progresiva falta de fe en la idea de “música pura”?
–Tiene que ver con un gusto y con un interés. Me parece que el teatro les suma a la música y la literatura pero, también, la música les suma a ellos. No es que no componga obras instrumentales, pero incluso la llamada “música pura”, cuando sucede en un teatro, es un hecho escénico y creo que hay que tomarlo como tal. La música, en general, está muy pensada en el lugar de las ideas; a mí me interesa pensarla en escena.

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