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Casi al final de ¿Bailamos?, una película que habla de la liberación y la felicidad que provoca el baile como escape de la vida cotidiana, hay un torneo, como cualquier espectador podía imaginarse. Pero su resultado no conduce hacia ningún epílogo exultante, al menos no directamente. Antes del torneo, como es de esperar en cualquier película que incluye cierto tipo de entrenamiento, así sea de artes marciales (no es éste el caso) o de chachachá, sus protagonistas se preparan para el evento cumbre. Pero después, y a pesar de tanta libertad en la pista de baile, ¿Bailamos? necesita de la bendición de la institución matrimonial antes de dar las hurras. Tal vez de ahí vengan los signos de interrogación del título: no es una invitación, sino que está pidiendo permiso.
Tardía remake de una exitosa comedia japonesa de siete años atrás, que fue un pequeño hit en los Estados Unidos, ¿Bailamos? pone a Richard Gere en el papel de un abogado con la vida hecha, pero algo deshecho en su interior. Su mujer está encarnada por Susan Sarandon, así el hombre tiene una justificación cinematográfica para volver a casa a pesar de todo. Y la diosa gélida del baile, la que llevará al abogado hacia la pista, es nada menos que Jennifer Lopez. Con la única auténtica actriz del lote condenada a un segundo plano, Gere y López son como dos muñecos Barbie made in Hollywood, a quienes los caprichos del guión los llevan de aquí para allá, pero juntos jamás lograrán algo más que estar cerca.
Apenas arañando algo de la ingenua magia del original, esta remake de Miramax está llena de frases de poster, frases románticas y chistes supuestamente simpáticos y seductores. ¿Bailamos? es una película falsa desde el mismísimo comienzo y más aún en su final con sobredosis de azúcar, con Gere de smoking y rosa en mano, eligiendo el matrimonio antes que el baile sin que nadie le haya pedido que eligiese.